En casa

En casa

Cuando desperté, busqué al abuelo a mi lado, pero ya no estaba. Abrí los ojos y cuál fue mi sorpresa cuando descubrí que estaba en mi habitación. Me levanté eufóricaeufórica Alegre, contenta. y empecé a llamar a mi madre.

—Mamá, mamá, ¡ya estoy aquí!

Mi madre abrió la puerta con cara de asombro.

—Pero, hija, ¿qué escándalo es este?

—¿No me echabas de menos?

—Hija, nos vimos anoche antes de acostarnos…

Estaba muy confundida… ¿Acaso todo había sido un sueño?

—¿Y el abuelo? ¿Ya ha vuelto? —pregunté extrañada.

—¿Vuelto de dónde? El abuelo está en su casa con la abuela. Hija mía, estás muy rara…

—Pero ¿no había desaparecido? Yo lo había encontrado en su cuadro…

—Creo que has tenido un mal sueño. Vamos, levántate, que vamos a ver a tus abuelos.

—¿Sueño? ¡No puede ser! Era tan real…

Realmente, me sentía desilusionada.

***

Cuando llegamos a casa de mis abuelos, todo parecía normal. Se comportaban como si nada hubiese pasado. Empecé a creer que todo había sido producto de mi imaginación.

Saludé a mi abuelo con desilusión. Su aspecto volvía a ser el de un señor mayor y la vitalidad del día anterior había desaparecido.

Por la tarde, cuando nos disponíamos a irnos, mi abuelo me agarró la mano y me dijo con cariño:

—Toma, tengo un regalo para ti.

Entonces dejó caer en mi mano un pequeño caballo de madera. Era idéntico al que nos había llevado hasta el cuadro PesadillaPesadilla Sueño horrible.. Lo miré entusiasmada y el abuelo me picó el ojo. Lo abracé y me dijo al oído:

—Este será nuestro secreto.

Estaba eufórica. En ese momento me sentí la niña más afortunada del mundo por tener la familia que tenía, pero tendría que esperar con paciencia la próxima aventura.

Y colorín colorado este cuadro se ha acabado.



FICHA DE LECTURA

Pesadilla

PesadillaPesadilla Sueño horrible.

Entramos en una habitación oscura. Las sombras se deslizaban y danzaban por toda la estancia, las maderas del suelo crujían, el viento movía los arbustos y las ramas emitían un ruido espantoso al chocar contra las ventanas.

—Por fin hemos llegado. ¡Este cuadro es nuestra salvación! —dijo el abuelo entusiasmado.

—¿Salvación? A mí este cuadro me da mucho miedo, me recuerda a mis peores pesadillas —repliqué asustada.

—Este cuadro se llama Pesadilla y es la única forma que tenemos de salir.

—Abuelo, abuelo, no estamos solos. ¡En esta habitación hay alguien más!

—No te preocupes, son las sombras de la oscuridad… Debemos relajarnos… —susurró intentando tranqulizarme—. Vamos a la cama, tenemos que descansar un poco…

—¡¿Dormir?! Yo aquí no puedo dormir. ¡Me da mucho miedo!

—Es la única manera que tenemos de salir de aquí, así que ven y relájate.

Nos acostamos en la cama. Mi cuerpo temblaba y me tapé con la manta.

—Si no te duermes, no nos podremos marchar —me advirtió el abuelo—. Recuerda que esto es un cuadro y todo es producto de mi imaginación.

¡Crac! Se escuchó un sonido ensordecedor y empecé a gritar.

—¡¿Qué ha sido eso?! —pregunté atemorizada.

—Son las ramas de los árboles que chocan contra las ventanas… Haz el favor de calmarte —susurró el abuelo dulcemente.

Encendí una cerilla y luego otra, y otra… Así hasta que se agotaron.

Los minutos se convirtieron en horas y yo seguía sin poder dormir. Los ruidos y las sombras danzaban a sus anchas por toda la habitación y el pánico se había apoderado de mí. Entonces a mi abuelo se le ocurrió una idea genial. Con su pincel dibujó una pequeña radio que emitía una melodía muy relajante, como las que tocaba mi abuela con el violín.

Mi cuerpo empezó a relajarse, mi corazón dejó de latir con tanta fuerza y, acto seguido, mis ojos comenzaron a cerrarse. Entonces me sumí en un profundo sueño…


Horribilli Exterminorum Bellum Ajedresti

Horribilli Exterminorum Bellum Ajedresti

La escalera nos llevó directamente a un gran tablero de ajedrez. A un lado y a otro se alzaban peones, alfiles y caballos en una gran batalla campal para comerse al rey de cada equipo.

Me acordaba perfectamente de ese cuadro y conocía todos los detalles. A un lado y a otro estaban los codiciadoscodiciados Deseados. reyes, resguardados por toda su escolta.

De repente, todas las piezas se giraron hacia nosotros. En cualquier partida de ajedrez las interrupciones estaban muy mal vistas y parecían muy enfadados.

—Abuelo, creo que están enfadados… No deberíamos haber interrumpido —afirmé preocupada.

—Lo mejor será unirnos a la partida… Déjame el pincel, ¡nos disfrazaremos!

Con un toque de pincel y un poco de acuarelaacuarela Producto usado para pintar cuadros., nos hizo un traje de alfil a cada uno. Entonces cogí impulso y alcancé en una diagonal a un peón del equipo contrario.

En pocos minutos, el abuelo me alcanzó y se comió a otro peón que estaba a mi derecha y amenazaba con atacarme. Poco a poco fuimos adelantando posiciones, cerca se divisaba ya al rey. Se encontraba arrinconado y su cara reflejaba preocupación.

—Abuelo, ¡ya estamos cerca! —grité entusiasmada.

—Tenemos que ganar para que nos dejen marchar. ¡Jamás se puede dejar una partida a medias! —el abuelo parecía preocupado.

Detrás de nosotros se encontraba la reina, que se acercó y nos susurró algo al oído:

—Su misión es arrinconar a la reina del equipo contrario, ¡yo me ocupo del rey!

Seguimos sus instrucciones y atacamos a la reina. Cada uno avanzó por un lado y pudimos impedirle el paso. En dos jugadas más, nuestra reina consiguió hacerle jaque al rey y en la última jugada se escuchó alto y claro: «¡JAQUE MATE!». El rey blanco quedó derrotado y la partida se dio por terminada.

La reina negra se acercó a nosotros y nos felicitó por nuestra gran jugada. Mi abuelo era un experto jugador de ajedrez, así que no nos fue difícil encontrar la mejor estrategia.

—Gracias a ustedes hemos podido derrocarderrocar Hacer caer al rey. a nuestros enemigos. ¡Pidan un deseo y se les concederá! —sentenció la reina con firmeza.

—Necesitamos regresar a casa, nuestra familia debe de estar muy preocupada —dijo el abuelo haciendo una reverencia.

—Ya entiendo, deja que piense… Le diré a mi caballo más veloz que los lleve al cuadro PesadillaPesadilla Sueño horrible., seguro que allí encuentran la forma de volver a casa —afirmó la reina.

Nos subimos al caballo. Al ser de madera, era un poco resbaladizo, por lo que nos tuvimos que agarrar con fuerza. Rápidamente, nos llevó a nuestro destino. Sin duda, era un caballo muy veloz y no paró para descansar ni un segundo.


La buhardilla

La buhardillabuhardilla Desván, también conocido como ático, buhardilla, guardilla, altillo, sobrado o doblado, ​ es una habitación en la parte superior de una vivienda disponible bajo el caballete del tejado.

Cuando nos quisimos dar cuenta, estábamos en una habitación muy desordenada. Parecía la vieja buhardilla de una casa abandonada. A un lado y a otro podíamos divisar toda clase de objetos esparcidos por el suelo. El polvo cubría cada centímetro de la estancia y era evidente que nadie pisaba aquel habitáculo desde hacía mucho tiempo.

La bruja entró por la ventana y soltó la cama en la que permanecíamos escondidos al lado de un coche color rojo con las ventanas rotas y la pintura cuarteada. Se escuchó un estruendo cuando las patas de metal rozaron el suelo de madera.

Estábamos muy asustados y nos abrazamos con fuerza bajo la sábana que nos cubría. Teníamos la esperanza de que la bruja no se percatarapercatara Darse cuenta. de nuestra presencia si permanecíamos quietos sin hacer ruido.

Habíamos colocado la sábana de manera que podíamos visualizar los movimientos de la bruja sin que ella nos viera. Esta parecía muy contenta y estaba preparando algún tipo de brebajebrebaje Bebida que resulta extraña o desagradable al beberla. en una enorme marmita.

—Uhmm, ancas de rana, cola de lagarto, cuatro arañas… ¡Delicioso! —canturreaba la bruja mientras se relamía.

Yo estaba cada vez estaba más asustada.

—Abuelo, ¿qué vamos a hacer?, ¿cómo vamos a escapar? —pregunté preocupada.

—Ten paciencia, debemos esperar —contestó él con tranquilidad.

—¿Esperar? ¡Ya hemos esperado demasiado! ¿Y si está preparando ese brebaje para comernos?

El abuelo estaba pensativo y no decía nada. Parecía que no tenía respuestas, cosa que me resultaba extraño, ya que solía saberlo todo.

—Uhmm… Si tuviera mis pinceles y acuarelas, otro gallo cantaría… —afirmó mi abuelo pensativo.

—¿Acuarelas? ¿Pinceles? ¡Abuelo! Yo los traje, me imaginé que te podían ser de utilidad —murmuré entusiasmada.

—¡Perfecto! Sabía que podía confiar en ti. Dámelos, tengo una idea…

Con mucho entusiasmo, empezó a dibujar una enorme jaula y no paraba de repetir:

—Ya verás, bruja, ya verás…

En ese momento, la bruja se dio la vuelta y lentamente se dirigió hacia nosotros. Las garras rasgaban el suelo de madera y emitían un sonido muy desagradable.

—Abuelo, abuelo, ¡date prisa! —grité agarrándolo del brazo—. ¡Se acerca!

—Espera… Me faltan los últimos retoques —dijo el abuelo con mucha calma.

—Pero abuelo… —insistí.

—Una pincelada por aquí… Una pincelada por acá y… ¡Ya está! —concluyó con entusiasmo.

—¡Abuelo! ¡Ya está aquí! —estaba desesperada.

La bruja agarró la sábana que nos envolvía y tiró de ella con fuerza dejando que cayera al suelo. Volvió a reír estruendosamente. Su aliento nauseabundo me dejó sin respiración y un sudor frío empezó a recorrer mi frente.

—Uhmmm, hoy comeré un exquisito manjar. ¡Ja, ja, ja, ja! —chilló—. Empezaré con la carne más tierna de esta niña y acabaré con la sabrosa carne de este viejo aventurero…

Mientras la bruja intentaba agarrarme, yo empecé a gritar:

—¡¡¡Abuelo, abuelo!!! ¡Socorroooooo! —busqué su brazo con la mano, pero… él ya no estaba junto a mí.

Miré a un lado y a otro…

—Abuelo, ¿dónde te has metido?, ¿me has abandonado?

La bruja estaba a un palmo de agarrarme cuando de repente el abuelo salió por detrás de ella y, ¡zas!, la empujó con todas sus fuerzas y esta cayó directamente dentro de la jaula. Sin pensarlo dos veces, cerró la puerta con una gran llave de metal que encajaba a la perfección en la cerradura.

—¡Ahhhhhhhhhh! —gritó la bruja.

El grito era tan agudo que no pude evitar taparme los oídos.

—¡Sácame de aquí, asqueroso! —siguió gritando la bruja.

Estaba muy asustada, el corazón me latía con tanta fuerza que parecía que de un momento a otro me iba a atravesar el pecho. Mi abuelo se acercó y yo me abalancé sobre él. Nos abrazamos largo rato hasta que el corazón volvió a la calma.

—Abuelo, ¡me has salvado la vida!

—No, estás equivocada, todo ha sido gracias a tu ingenio. Si no hubieses traído mis acuarelas, ahora estaríamos muertos y en el estómago de esa malvada bruja —me alabó mi abuelo.

—¿Y ahora cómo salimos de aquí? —pregunté.

Rápidamente, me levanté y comencé a caminar de un lado a otro. Me asomé a la ventana, pero estábamos en un ático y era imposible bajar por ahí. Mientras tanto, mi abuelo me miraba con media sonrisa en la cara.

—Pero, abuelo, ¿qué haces ahí parado? ¡Tenemos que encontrar una forma de salir! —insistí.

—Hija mía, ¿no te das cuenta de que yo soy el autor de estos cuadros?

—Ya lo sé, abuelo, pero ¡tenemos que salir de aquí! Y no sirve de nada que estés ahí parado —contesté enfadada.

—Tranquila… Saldremos, hija mía, saldremos. ¡Sé exactamente dónde está la salida!

—¿Cómo? ¿Y por qué no lo has dicho antes?

—Te lo intenté decir, pero estabas muy nerviosa… Yo pinté el cuadro. ¡Ven, acércate! Justo debajo de la lavadora hay una pequeña puerta. Ayúdame a rodarla.

Entre los dos movimos la lavadora y dejamos al descubierto la puerta. Estaba dilatada por la humedad y nos costó bastante abrirla.

Cuando conseguimos abrirla, vimos una escalera y, después de eso, oscuridad. Era imposible distinguir lo que encontraríamos. Empezamos a bajar y, a pesar de la incertidumbre, ya no tenía miedo, sabía que con mi abuelo podía salir airosa de cualquier situación. Nos esperaba otra aventura y estaba preparada para vivirla.


Las brujas del Monte Lentiscal

Las brujas del Monte Lentiscal

Cuando abrí los ojos, el paisaje había cambiado totalmente. La tormenta había cesado, el mar había desaparecido y por ningún lado podíamos divisar al furioso kraken. Sobrevolábamos el Monte Lentiscal, podíamos ver a lo lejos pequeñas casas, algunas con las luces encendidas. Por encima de nosotros había varias lunas que iluminaban todo el paraje. Nos encontrábamos sobre una cama que se alzaba sobre el cielo. Entonces escuchamos un terrorífico grito detrás de nosotros. Nos dimos la vuelta y descubrimos a una espantosa bruja con nariz aguileñaaguileña Nariz con forma de pico de águila., verrugas en la cara, afilados colmillos y garras con las que sujetaba la cabecera de la cama.

—Vaya… —habló el abuelo desconcertado—. Esto no me lo esperaba… El kraken nos ha lanzado directos al cuadro Las brujas del Monte Lentiscal.

—Pero, pero… ¡¿Una bruja?! ¿Y ahora qué hacemos? —pregunté muy asustada.

—Tranquila —me dijo el abuelo agarrándome suavemente del brazo—, ahora tenemos que tener paciencia y esperar a ver a dónde nos lleva… Con suerte nos llevará a un cuadro donde podamos escapar.

Me tuve que agarrar con fuerza, ya que empezamos a volar cada vez más rápido, parecía que la bruja tuviese prisa por llegar a algún lugar. Mi abuelo estaba muy tranquilo y yo lo miraba con admiración preguntándome qué era lo que se le estaba pasando por la cabeza en ese momento.


El kraken

El kraken

Me planté delante del cuadro. Suspiré hondo, alargué un brazo y lo sumergí en el cuadro. A continuación, hice lo mismo con el otro brazo, las piernas y, por último, la cabeza. Una sensación extraña invadió todo mi cuerpo, como si este se convirtiera en una masa líquida y espesa. De repente me vi envuelta en una gran tormenta. Estaba en el barco y este se movía de un lado para otro, tanto que me dieron ganas de vomitar. En ese instante, me acordé del kraken. Me giré sobre mí misma y allí lo encontré. Sus ojos eran enormes y amarillos, y me estaban mirando fijamente. Con sus tentáculostentáculos Brazos de los pulpos (Kraken). agitaba el barco como si fuera un juguete. Allí todos gritaban de terror e intentaban escapar de aquel monstruo marino.

Me quedé paralizada y asustada por unos segundos, pero luego reaccioné y empecé a correr. Era muy difícil porque me iba para los lados, pero al final conseguí alcanzar la proa del barco, el único lugar que no había alcanzado con sus tentáculos. Muchos navegantes se agolpaban para abrirse paso y gritaban presas del terror.

Yo seguí mi camino y, al llegar al final, me tiré al agua. Era mi única salvación. Cuando me di cuenta, un enorme tentáculo me había envuelto la cintura, impidiendo que cayera al mar. Estaba perdida, intenté desprenderme de él, pero fue imposible. El kraken tenía demasiada fuerza.

—¡Abuelo, te he fallado! ¿Dónde estás? —grité con desesperación.

Entonces escuché una voz que voceaba mi nombre, creía que estaba alucinando. El tentáculo me oprimía el pecho, me costaba respirar y no podía pensar con claridad…

—¡María! ¡María! ¡Has venido a buscarme!

Casi había perdido el conocimiento, pero al mirar hacia abajo pude ver a mi abuelo. Una fuerza extraña me sacudió y pude reaccionar. Volví a mirar y descubrí que mi abuelo estaba justo debajo de mí, también atrapado por un tentáculo. Sin embargo, él parecía no perder la sonrisa… Entonces me acordé del cuchillo y, ¡zas!, corté el tentáculo y caí justo donde estaba mi abuelo y, ¡zas!, volví a utilizarlo. Se escuchó un gran aullido y caímos al mar.

El mar me envolvió con tanta fuerza que creí que nunca iba a poder alcanzar la superficie. Una masa de agua me impedía nadar. En ese momento, sentí una mano que me agarraba y tiraba de mí. Cuando por fin pude sacar la cabeza a la superficie y respirar, mi abuelo estaba a mi lado mirándome con cariño.

—¡Abuelo, abuelo! —lo llamé entusiasmada—. ¡Qué preocupada estaba! ¡Todos te están buscando!

—Gracias a Dios que me has encontrado… Pensé que no saldría de esta —contestó el abuelo aliviado.

El kraken seguía chillando, parecía muy enojadoenojado Enfadado..

—Tenemos que salir de aquí antes de que sea demasiado tarde —afirmé con desesperación.

—Tienes razón. ¡Vamos, nada rápido!

A pesar de que no era muy buena nadadora, parecía que en aquel cuadro todo era más fácil. Mis brazos y mis piernas se movían con mayor agilidad. Me fijé en mi abuelo y había perdido casi todas sus arrugas. Entonces volví a sentir el tentáculo en mi espalda, intenté nadar más rápido, pero el kraken me había agarrado la cintura con fuerza. A mi abuelo también lo había alcanzado. La criatura marina estaba furiosa y me esperaba lo peor. Estábamos cada vez más cerca de la boca y, cuando creí que nos iba a engullirengullir Tragar., alargó sus tentáculos y nos lanzó con todas sus fuerzas. Un viento intenso nos envolvió…


El descubrimiento

El descubrimiento

A la mañana siguiente fui a casa de mis abuelos. Había mucha gente que no conocía, todos se habían acercado para ayudar. Entre tanta muchedumbremuchedumbre multitud de personas. pasaba desapercibida y nadie se percató de mi presencia. Decidí ir al estudio de mi abuelo, a lo mejor allí encontraba alguna pista que me ayudara a encontrarlo.

Se oía una suave música que provenía del violín de mi abuela. Esta vez las notas danzaban tristemente por la estancia. Una pena profunda me estremeció.

Cuando abrí la puerta, esta chirrió un poco. Las bisagrasbisagras Piezas metálicas con las que se unen las puertas al marco. estaban oxidadas y la madera, dilatada por la lluvia y la humedad de esos días. Busqué por todas partes, pero no vi nada fuera de lo normal. Todo seguía como siempre. Sin embargo, me extrañó ver un crucigrama sin acabar sobre la mesa. Mi abuelo nunca se acostaba sin haber encontrado todas las palabras que lo formaban… Lo observé con detenimiento, pero no había nada que me diera una pista.

Cuando me disponía a salir, eché un último vistazo al despacho. Siempre me había encantado entrar allí y ver a mi abuelo pintando de pie sobre la mesa. Sin embargo, hoy la sala parecía más oscura y fría que de costumbre.

De repente vi un destellodestello Resplandor, brillo. en uno de los cuadros, me acerqué y una extraña sensación de calidez me envolvió todo el cuerpo. El cuadro representaba el ataque de un enorme pulpo a un barco. Mi abuelo lo denominaba El kraken. El pulpo con sus tentáculostentáculos Brazos de los pulpos (Kraken). recorría todo el barco creando caoscaos Desorden, confusión. y destrucción a su paso. Entonces, entre todo el caos y las agitadas aguas, pude ver ese destello que tanto me había llamado la atención, así que me acerqué un poco más, hasta que pude comprobar que se trataba de una pequeña botella de cristal.

—¡Qué ocurrente mi abuelo! ¡Sus cuadros están llenos de sorpresas! Mira que he mirado este cuadro y nunca me había percatado de este detalle… —dije para mí—. ¡Me voy! Aquí no voy a encontrar nada.

Cuando me disponía a salir del estudio, una ráfaga de aire movió las hojas del crucigrama incompleto de mi abuelo. Algo en mi interior hizo que me acercará otra vez a la mesa para echar un último vistazo y cuál fue mi sorpresa cuando comprobé que en el crucigrama había algunas letras más grandes y marcadas. Las leí y…

—«ALLETOB AL NE ÁTSE OTERCES LE». Esto no tiene ningún sentido, creo que me estoy volviendo loca —pensé apenada y confundida.

Cuando me di la vuelta para salir de la estancia definitivamente, otra ráfaga de aire, esta vez más fuerte, agitó la habitación y movió el libro de crucigramas dándole la vuelta. Entonces comprendí.

—¡El mensaje está invertido! ¡Hay que leerlo al revés! —grité con euforia al darme cuenta del descubrimiento.

Leí con cierta dificultad:

—EL SECRETO ESTÁ… EN… LA… BOTELLA.

Estaba sobresaltada, entusiasmada, eufóricaeufórica Alegre, contenta.… ¡Había encontrado una pista sobre el paradero de mi abuelo! Pero…

—¿A qué botella se refiere? —me pregunté.

Allí había cientos de botellas y ninguna que me llamara la atención. Entonces me acordé de la botella del cuadro. Me acerqué y volví a ver ese destello.

—¡La botella se ha movido de sitio! ¡Casi está en el límite del cuadro! —grité sobresaltada.

La botella volvió a centellearcentellear Brillar, relucir. una y otra vez, cada vez con más intensidad. Alargué la mano para tocarla y cuál fue mi sorpresa cuando comprobé que se hundía en el cuadro convirtiéndose en parte de este. Asustada, la retiré rápidamente, no me podía creer lo que estaba sucediendo y, ¡clim!, volvió a brillar la botella, esta vez con tanta intensidad que me deslumbró. Se estaba moviendo entre las olas del mar. Me armé de valor y volví a meter la mano hasta alcanzarla del todo. Noté el frío del vidrio y mi mano se humedeció con el agua. La agarré con fuerza y tiré de ella hasta que la saqué del cuadro.

En mis manos se había transformado en una botella de cristal de Agua Firgas, que era la que tomaba mi abuelo. Dentro había un papel. La agité para sacarlo y cayó al suelo. Mi corazón latía con fuerza. Me agaché y lo cogí. Estaba enrollado como un pergamino, lo abrí lentamente y leí:

Ayúdame, ¡tengo problemas!

El abuelo

No podía creer lo que estaba sucediendo. Mi abuelo necesitaba ayuda y yo era la elegida.

Cuando ya me disponía a entrar en el cuadro, me acordé de todas las historias que nos habíamos inventado en el salón y creí que era necesario coger algunas cosas antes de emprenderemprender Iniciar la aventura. Busqué por toda la sala y metí en mi mochila una cuerda grande, una caja de cerillas, un cuchillo mal afilado y, lo más importante, la herramienta de trabajo más preciada por mi abuelo: un estuche con acuarelas y un pincel.


PALABRAS DEL CAPÍTULO

Mi abuelo desaparece

Mi abuelo desaparece

Una noche, cuando ya era muy tarde y todos estábamos durmiendo en mi casa, sonó el teléfono. Recuerdo que me levanté sobresaltada, tuve la certeza de que algo malo había sucedido. Me empezó a latir el corazón con fuerza, con tanta fuerza que tuve que apretarme el pecho con las manos para que se calmara. Me subí la manta hasta taparme parcialmente la cara y fijé la vista en la puerta esperando a que se abriera con las malas noticias. Me pareció oír un llanto y luego otro… Cada vez estaba más desesperada.

—¡Ahhh! —emití un suspiro sin saber por qué, la angustia me atenazaba el corazón.

De repente, llegó el momento esperado. Se abrió lentamente la puerta y escuché la dulce voz de mi madre:

—¿María? ¿Estás despierta? —preguntó con voz temblorosa.

—Sí, mamá. ¿Qué ha pasado? —las lágrimas se deslizaron por mis mejillas, apenas me podía controlar.

—El abuelo ha desaparecido… No sabemos dónde está.

—¿Cómo es eso posible? —dije sobresaltada.

—La abuela se levantó para ir al baño durante la madrugada y descubrió que él no estaba allí —siguió relatando mi madre.

Al corroborarcorroborar Confirmar. que mis sospechas eran ciertas, ya no pude contenerme más y empecé a llorar. Mi madre, mientras tanto, me abrazaba y lloraba en silencio. Sus lágrimas caían sobre mi cabello, humedeciéndolo. Sin pensarlo mucho, dije:

—Mamá, no podemos quedarnos aquí llorando, ¡no puede estar muy lejos! Ya sabes que a él no le gusta salir solo de casa… Es imposible que haya desaparecido. ¡Tenemos que ir a buscarlo!

—María, tranquila… —me insistió mi madre—. La Policía está trabajando en ello, aunque por ahora no hay rastro. Papá ha ido a ayudar, es mejor que nosotras descansemos esta noche, mañana nos uniremos a la búsqueda.

—Vale, de acuerdo… —respondí malhumorada.

Esa noche no pegué ojo. Intentaba recordar algún lugar que le gustara especialmente al abuelo, pero no se me ocurrió ninguno. Lo que más le gustaba era estar en su estudio pintando e imaginando nuevas historias llenas de fantasía. Nada tenía sentido…

—¿Dónde estás, abuelo? ¡¿A dónde has ido?! —grité desesperada en la oscuridad de la noche.


Mis abuelos

Mis abuelos

Mi nombre es María y soy de Gran Canaria, una pequeña isla situada en el Océano Atlántico. Les voy a contar mi historia, una historia por el mundo de la imaginación y la fantasía, una historia llena de vida y sentimientos, una historia para compartir.

Cuando yo era pequeña, visitaba todos los fines de semana a mis abuelos, que vivían en una casa grande con jardín en Tafira. Allí nos reuníamos todos los primos para jugar y nos los pasábamos genial. No había ocasión para aburrirse y esperábamos ansiosos el momento de poder reunirnos otra vez. Nos encantaba el olor a cultura que se respiraba en aquella casa.

Mi abuelo era pintor. Dedicaba gran parte del tiempo a hacer cuadros con historias llenas de fantasía, leer libros y hacer crucigramas. Nos gustaba sentarnos a su lado mientras el pincel se deslizaba y creaba nuevas figuras y formas llenas de color. Cada cuadro era original y diferente, nos entreteníamos imaginando las aventuras que sugerían.

Mi abuela era música. Tocaba durante horas y horas el violín, y nos reconfortabareconfortaba Calmaba escucharla tras la puerta sin que ella se diera cuenta. Las notas musicales danzaban por toda la casa e impregnabanimpregnaban Sinónimo de empapaban. el ambiente de alegría y paz.

Cuando ya estábamos cansados de jugar en el jardín, solíamos sentarnos en el salón para inventarnos historias sobre los cuadros que adornaban las paredes. Mi abuelo, de alguna manera, siempre se representaba en sus obras y nos gustaba buscarlo. Unas veces, escondiendo su nombre en diferentes objetos; y otras, dibujando su propia persona con trazos sutilessutiles sutil: frágil, delicado. de acuarelaacuarela Producto usado para pintar cuadros.. Una vez mi abuelo nos contó que de esa forma se sentía parte de la obra y de la historia que representaba, viviendo una aventura con cada cuadro que pintaba.