El descubrimiento

El descubrimiento

A la mañana siguiente fui a casa de mis abuelos. Había mucha gente que no conocía, todos se habían acercado para ayudar. Entre tanta muchedumbremuchedumbre multitud de personas. pasaba desapercibida y nadie se percató de mi presencia. Decidí ir al estudio de mi abuelo, a lo mejor allí encontraba alguna pista que me ayudara a encontrarlo.

Se oía una suave música que provenía del violín de mi abuela. Esta vez las notas danzaban tristemente por la estancia. Una pena profunda me estremeció.

Cuando abrí la puerta, esta chirrió un poco. Las bisagrasbisagras Piezas metálicas con las que se unen las puertas al marco. estaban oxidadas y la madera, dilatada por la lluvia y la humedad de esos días. Busqué por todas partes, pero no vi nada fuera de lo normal. Todo seguía como siempre. Sin embargo, me extrañó ver un crucigrama sin acabar sobre la mesa. Mi abuelo nunca se acostaba sin haber encontrado todas las palabras que lo formaban… Lo observé con detenimiento, pero no había nada que me diera una pista.

Cuando me disponía a salir, eché un último vistazo al despacho. Siempre me había encantado entrar allí y ver a mi abuelo pintando de pie sobre la mesa. Sin embargo, hoy la sala parecía más oscura y fría que de costumbre.

De repente vi un destellodestello Resplandor, brillo. en uno de los cuadros, me acerqué y una extraña sensación de calidez me envolvió todo el cuerpo. El cuadro representaba el ataque de un enorme pulpo a un barco. Mi abuelo lo denominaba El kraken. El pulpo con sus tentáculostentáculos Brazos de los pulpos (Kraken). recorría todo el barco creando caoscaos Desorden, confusión. y destrucción a su paso. Entonces, entre todo el caos y las agitadas aguas, pude ver ese destello que tanto me había llamado la atención, así que me acerqué un poco más, hasta que pude comprobar que se trataba de una pequeña botella de cristal.

—¡Qué ocurrente mi abuelo! ¡Sus cuadros están llenos de sorpresas! Mira que he mirado este cuadro y nunca me había percatado de este detalle… —dije para mí—. ¡Me voy! Aquí no voy a encontrar nada.

Cuando me disponía a salir del estudio, una ráfaga de aire movió las hojas del crucigrama incompleto de mi abuelo. Algo en mi interior hizo que me acercará otra vez a la mesa para echar un último vistazo y cuál fue mi sorpresa cuando comprobé que en el crucigrama había algunas letras más grandes y marcadas. Las leí y…

—«ALLETOB AL NE ÁTSE OTERCES LE». Esto no tiene ningún sentido, creo que me estoy volviendo loca —pensé apenada y confundida.

Cuando me di la vuelta para salir de la estancia definitivamente, otra ráfaga de aire, esta vez más fuerte, agitó la habitación y movió el libro de crucigramas dándole la vuelta. Entonces comprendí.

—¡El mensaje está invertido! ¡Hay que leerlo al revés! —grité con euforia al darme cuenta del descubrimiento.

Leí con cierta dificultad:

—EL SECRETO ESTÁ… EN… LA… BOTELLA.

Estaba sobresaltada, entusiasmada, eufóricaeufórica Alegre, contenta.… ¡Había encontrado una pista sobre el paradero de mi abuelo! Pero…

—¿A qué botella se refiere? —me pregunté.

Allí había cientos de botellas y ninguna que me llamara la atención. Entonces me acordé de la botella del cuadro. Me acerqué y volví a ver ese destello.

—¡La botella se ha movido de sitio! ¡Casi está en el límite del cuadro! —grité sobresaltada.

La botella volvió a centellearcentellear Brillar, relucir. una y otra vez, cada vez con más intensidad. Alargué la mano para tocarla y cuál fue mi sorpresa cuando comprobé que se hundía en el cuadro convirtiéndose en parte de este. Asustada, la retiré rápidamente, no me podía creer lo que estaba sucediendo y, ¡clim!, volvió a brillar la botella, esta vez con tanta intensidad que me deslumbró. Se estaba moviendo entre las olas del mar. Me armé de valor y volví a meter la mano hasta alcanzarla del todo. Noté el frío del vidrio y mi mano se humedeció con el agua. La agarré con fuerza y tiré de ella hasta que la saqué del cuadro.

En mis manos se había transformado en una botella de cristal de Agua Firgas, que era la que tomaba mi abuelo. Dentro había un papel. La agité para sacarlo y cayó al suelo. Mi corazón latía con fuerza. Me agaché y lo cogí. Estaba enrollado como un pergamino, lo abrí lentamente y leí:

Ayúdame, ¡tengo problemas!

El abuelo

No podía creer lo que estaba sucediendo. Mi abuelo necesitaba ayuda y yo era la elegida.

Cuando ya me disponía a entrar en el cuadro, me acordé de todas las historias que nos habíamos inventado en el salón y creí que era necesario coger algunas cosas antes de emprenderemprender Iniciar la aventura. Busqué por toda la sala y metí en mi mochila una cuerda grande, una caja de cerillas, un cuchillo mal afilado y, lo más importante, la herramienta de trabajo más preciada por mi abuelo: un estuche con acuarelas y un pincel.


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