Capítulo 3

Isauro

—¿Qué necesitas decirme, muchacho?
—He detectado que algo no va bien, tendré que proceder a hacerle más pruebas como precaución, ya que podría haber algo grave por ahí.
—Lo suponía, llevo un tiempo así, pero ahora es cuando más lo notaba. Solo quería que mi nieta no se preocupara, pero a estas horas ya es tarde para arrepentirse.
—Tendrá que venir casi diariamente a estas pruebas, van a ser todas continuas para asegurarnos de que todo esté bien o tratar lo que encontremos mal.
—Está bien, ya veo que se viene una temporada dura…
*
Naia
Impaciente en la sala, empiezo a imaginar todo lo que le podría estar diciendo a mi abuelo. No puedo creer que me hayan dejado fuera, ¡ya soy mayorcita como para que estén con estas tonterías!
Fueron veinte, treinta o a saber cuántos minutos, pero a mí se me hicieron eternos. ¿Conoces la sensación de que algo no va tan bien como se esperaba? Pues ahora mismo mi abuelo, que está saliendo de la consulta, tiene cara de eso. Si antes estaba preocupada, ya mismo me tiro al suelo temblando. No lo hago nada más porque lo tengo al lado y no quiero montar un pollo.
Seguimos caminando y sigue sin decir nada, ¿este hombre va a seguir así o voy a tener que sacarle las palabras a patadas?
—¿No piensas decir nada?
—Tendré que venir a hacerme un par de pruebas más, solo eso. El doctor vio una anomalía en el estado de la sangre y para asegurarse de que todo sigue bien va a continuar citándome. Estate tranquila.
—Sí, fleje tranquila. Para como eres tú no sé si me estás diciendo que va bien o que va fatal. Preferiría pensar que estás diciendo la verdad, pero siempre aparentas estar bien —digo refunfuñada.
—Nena, hazme caso. No seas pelma, Naia. A ver si pagándote un spa de esos te relajas, niña —dice mientras nos subimos al coche y lo enciende—. ¡Música, maestro!
Se acaba la conversación cuando enciende la radio del coche y pone LOS40. Al menos escuchar música me relaja mucho. No sé en qué momento se creó, pero es lo mejor que ha podido pasar a la humanidad, al menos a mi parecer. Puedes escuchar cualquier tipo de música en cualquier momento. Hay millones de canciones que escuchar y puedes explorar ese mundo buscando qué te gusta más. Si a mí me quitaran la música de mi vida en este momento, no vería nada de color, nada tendría sentido. La música me acompaña a todos lados, es la única que siempre me muestra lo que siento y me hace saber que no soy la única que pasa por esa situación, me anima cuando estoy mal, me ayuda a comprender mis sentimientos… ¿Qué sería de la vida sin música?
No hay más que hablar durante todo el camino y voy mirando la ventana, un poco molesta. No me gusta enfadarme con él, pero es que me saca de quicio. Todo va a ir bien, según él, así que intentaré pensar en eso.
Ya aparcando al lado de casa, me bajo sin decir nada. Entro y me encierro en mi habitación. Necesito hablar con alguien, desahogarme un rato, así que llamo a mi mejor amiga, Kiara. Es la mejor amiga del mundo entero, llevamos siéndolo desde prácticamente que tenemos consciencia y no nos hemos separado desde entonces. Hablar con ella es terapia para mí, confiaríamos la una a la otra con los ojos cerrados.
—Hola, guapa. ¿Qué fue?
—Kiara, necesito hablar contigo.
—¿Qué pasó? ¿Estás bien?
¿Cómo se lo digo? No sé cómo explicarle lo mal que me tiene todo el tema de mi abuelo. Estoy segura de que me dirá que soy una exagerada, ¿acaso lo soy? Mi mente me juega malas pasadas, pero esta es la peor. Mejor se lo digo ya, antes de arrepentirme.
—Resulta que mi abuelo está mal de salud y no me quiere decir nada. Sé que algo no va bien y eso me tiene muy mal, de verdad que no puedo con esto sola. Necesitaba hablarlo con alguien y la única en la que confío plenamente eres tú.
—Joder, Naia. No me esperaba esto. ¿Quieres quedar en algún centro comercial y hablamos en una cafetería?
—Sería lo mejor.
—Está bien, hoy a las cinco te voy a buscar y vamos a Los Alisios, ¿vale?
—Vale, hasta luego.
Lo necesito, sinceramente. Me despejaré un rato, a ver si se me pasa. Mientras me pongo a leer Boulevard 2, el primero fue increíble para mí. Los libros son como máquinas de teletransporte a otras vidas, para que tú sientas lo mismo que el protagonista. No sé en qué momento me aficioné a leer, pero si encuentras uno que te guste, será el primero de muchos. Si me vieran desde fuera, parecería que estoy loca, en mi cama tumbada leyendo y gritando de la emoción. Muchas veces cierro el libro solamente para saborear el momento y alegrarme como si me estuviera pasando a mí, aunque no pueda estar más lejos de tener vida amorosa.
Las horas que tenía que esperar pasan volando y ya me veo preparándome con música frente al espejo para salir con Kiara. No pienso arreglarme mucho, ya que solo vamos al centro comercial y, la verdad, tampoco me apetece. En algún momento de mi niñez tuve problemas bastante serios con mi autoestima, me miraba en el espejo y lloraba. Aun así, conseguí salir de aquello y quererme a mí misma, pero hay momentos en los que no tengo ganas de ponerme guapa, sobre todo cuando tengo la cabeza en otro lado y no estoy para estas cosas.
—¿A dónde vas, Naia?
—A Los Alisios abuelo, te lo dije antes.
—No me dijiste nada, señorita.
—¡Ay, perdón! Se me fue el baifo, yeyo. Voy a ir al centro comercial con Kiara para charlar un rato.
—Está bien, no te preocupes. Pásalo bien y con cuidadito.
—Gracias, chao —digo saliendo por la puerta ya escuchando la pita de Kiara.
Esta mujer no puede ser más escandalosa. Siempre ha sido así, escandalosa y extrovertida, lo contrario a mí. Eso es lo que me gusta, que nos complementemos tan bien.
—¡Ya voy, tranquilízate, chacha!
—¡Date prisa, chiquilla!
Después de ese griterío, entro en su coche y nos encaminamos al centro comercial. Por el camino, escuchamos algo de música sin mucha conversación, pero en un ambiente cómodo. Con Kiara es muy difícil estar incómoda.
Ya subiendo por las escaleras mecánicas y mirando a los lados, me dice:
—Sé que necesitas desahogarte, Naia. Puedes hablar conmigo lo que sea, estaré aquí para escucharte siempre.
—El miedo me consume, Kiara. De verdad que en mi vida me había sentido tan mal. Tan solo pensar en que se vaya me destruye —digo mientras la primera lágrima se asoma por mi ojo.
—Es normal, Nai, pero no frenes tu vida entera por esto. Entiendo perfectamente lo que me quieres decir, y aunque esto no te vaya a gustar, necesito planteártelo. ¿Por qué no te vas a estudiar a la universidad? Seguro que hay una carrera relacionada con las plantas y la naturaleza, que es lo que más te gusta, como la ingeniería agrónoma.
—Kiara, cómo se te ocurre. ¿Crees que podría dejar a mi abuelo solo ahora?
—Naia, no estoy diciendo eso, pero tienes que hacer tu vida. No voy a permitir que te estanques. Puedes venir a verlo siempre que quieras, pero estaría bien que te prepararas para tu futuro.
—Me lo voy a pensar, pero no prometo nada.
Entramos en una tienda cualquiera a ver si encontramos algo que nos llame la atención. Últimamente no están trayendo ropa que me guste; con sinceridad, no creo que me compre nada porque nada es lo suficientemente bonito como para derrochar mi dinero así.
—No hay nada —dice Kiara retomando la conversación.
—El día que encontremos alguna tienda que nos guste habremos ganado la lotería. No entiendo cómo prendas tan feas pueden ser tan caras. Seguro que te compras eso y no te dura na.
—Literal. ¿Vamos a la planta de arriba a tomarnos algo?
—Mejor, porque estamos perdiendo el tiempo.
Nos sentamos en una mesita del Café Regina y esperamos pacientemente para hacer el pedido. Cuando llega la muchacha, pedimos un cortado largo y un café con leche.
—Bueno, ¿tú qué tal? —digo mientras cojo un sobre de azúcar y lo guardo en mi bolso.
—Bastante bien, la verdad. He conocido a mucha gente nueva y estoy haciendo amigos. La universidad es difícil, Nai, pero te llevas cosas muy buenas de ella.
—¿Algún chico? —pregunto subiendo la ceja para ponerla nerviosa, viendo cómo sonríe.
—Bueno, algo hay. Tengo que presentártelo, se llama Raúl. No te he hablado de él antes porque me daba miedo.
—¿Miedo de qué?
—No sé, por si pasaba algo o yo qué sé.
—Qué tontería, por dios.
No quiero que tenga miedo de contarme cosas. Somos mejores amigas y es más que obvio que puede confiar en mí, no la juzgaría nunca. Duele saber que no me cuenta cosas.
—Lo sé, pero no encontraba la forma de contártelo.
—No tengas miedo de contarme nada. No te juzgaré nunca, Kiara.
—Vaale, para la próxima te lo cuento. ¿Y tú, algo por ahí?
—Vaya pregunta, tía. No salgo de mi casa literalmente, no creo que me llueva del cielo —digo soltando una carcajada.
—A lo mejor en la uni conoces a alguien… —suelta tomando un sorbo de su café.
—Si voy es para estudiar, no conocer tíos.
—Lo que tú digas. Vas a tener que socializar igualmente y conmigo lo tendrás mucho más fácil. Haremos muchos amigos y viviremos la experiencia al máximo, Naia. Somos jóvenes, hay tiempo de estudiar, pero también de divertirse —dice casi regañándome—. No te quedes atrás por querer algo mejor el día de mañana. Está bien que te preocupes por tu futuro, pero no te olvides de vivir el presente lo mejor que puedas.

Marcar el Enlace permanente.

Comentarios cerrados.