Capítulo 4

Naia
Estoy planteándome seriamente ir a la universidad. Es verdad que me ayudaría mucho, pero me duele dejar aquí a yeyo solo. Estoy segura de que, si se lo digo, estará tan convencido como Kiara de que vaya, pero creo que no se lo diré todavía.
Estoy sola en casa porque yeyo está en el médico, así que voy al salón a ver la tele. La enciendo y pongo cualquier cosa de fondo. Se empieza a oír el murmullo de la presentadora de los informativos y cojo el móvil para entretenerme un rato; sin embargo, no puedo parar de pensar en lo mismo. ¿Debo ir?
Definitivamente, está claro que me facilitaría un poco la vida el tener estudios, conocería gente y haría amigos, saldría algo más… Viéndolo así, a pesar del esfuerzo, creo que me está gustando más la idea. Desde que yeyo llegue, se lo comento. Esto me está comiendo la cabeza mucho.
Justo en este momento escucho su coche fuera y celebro en mi interior que por fin haya llegado. Llega sonriente, como siempre, y suelta las llaves en la mesita de entrada.
—¿Qué tal la mañana, paquete? ¿Alguna novedad?
—Aquí aburrida, esperándote. Quiero hablar contigo, abuelo, de algo serio.
—Uf, no me asustes así, muchacha.
—A ver, no es nada malo. Kiara el otro día me echó el sermón de que tengo que estudiar en la universidad para tener un futuro prometedor y blablablá. Lo he estado pensando durante todo este tiempo y realmente no creo que sea una mala idea. La ingeniería agrónoma creo que me va a gustar mucho, pero no te quiero dejar aquí solo.
—Ni se te ocurra abandonar tus sueños por un viejo al que le queda vida. Naia, yo me quedo aquí hasta dentro de poco, tú tienes toda una vida por delante y, si eso es lo que te hará feliz, estaré completamente de acuerdo con todo lo que decidas.
—¿Estás seguro?
—Por supuesto, Naia —dice dando por terminada la conversación.
Ha sido más fácil de lo que creía, no sé si me arrepentiré de esto. Me apetece mucho probar al menos cómo sería estar ahí, la experiencia, más que sea. Seguramente me venga bien hacerlo, más vale arrepentirse que quedarse con las ganas, ¿no? Creo que soy lo suficientemente capaz para estudiar allí y más si es en algo que me gusta tanto como las plantas, verduras y todo lo que conlleva. Siempre he pensado que, si le pones interés a algo, es mucho más fácil.
Ahora viene lo difícil, voy a tener que pedirle ayuda a Kiara para inscribirme y buscar plaza. He de decir que en bachiller y en la EBAU saqué muy buenas notas, así que espero que eso no sea un problema. Lo mejor será llamarla para que me ayude lo antes posible.
—¿Kiara? —digo después de escuchar el tercer tono de llamada.
—¿Te lo has pensado ya?
—Sí que vas al grano, chiquilla. Necesito que me ayudes con las solicitudes y demás, esto no lo hago yo sola ni de broma.
—Primero busca en Google los pasos para inscribirte en la Universidad de Las Palmas y a partir de ahí te ayudo.
—Vale, vale. Espera un momento. —Abro la aplicación de Google y pongo exactamente sus palabras en el buscador.
Empiezo a leer toda la información de la página web en silencio mientras escucho la respiración de Kiara desesperada por que termine ya. En realidad no es tan difícil, pero me va a llevar un buen rato.
—Aquí pone que los plazos están abiertos. ¡Puedo solicitarla ya!
—Pues claro, Naia. Por eso quería que te lo pensaras rápido. Completa ahí la información y demás y después te escribo.
—Vale, chao, guapa.
Al final todo va a salir bien. Estoy tan emocionada que empiezo a saltar por la habitación para liberar toda la energía que llevo dentro. Tengo que contárselo a yeyo, seguro que se alegra tanto como yo. Bajo corriendo las escaleras y me lo encuentro en la cocina sentado, merendando.
—¡YEYO!
—¿QUÉ PASA?
—Las plazas a la universidad están abiertas, ¡a lo mejor entro!
—No me digas. ¡Con lo lista que es mi niña seguro que entras en cualquier lado!
—Exagerado. Eres un pelota —digo sonriendo por sus piropos.
—No, no. Es verdad. Eres capaz de todo lo que te propongas, Naia. Nunca lo olvides.
—Vale, abuelo. Voy a rellenar la información y bajo a cenar contigo.
Los mayores dicen que manejamos muy bien las tecnologías, pero no sabía que rellenar un formulario fuera tan difícil. Me costó un par de horas poder terminar con todo y revisarlo varias veces para no mandarlo erróneo o mal escrito. Cuando ya termino, por fin, bajo a la cocina otra vez para cenar con yeyo.
—Sopa otra vez, ¿no?
—Qué va, muchacha. Hay tortilla de papas que hice esta mañana en la nevera.
—Dios, menos mal. Estaba harta ya de tanta sopa —suelto entre carcajadas mientras abro la nevera para coger la tortilla y ponerla en el microondas—. ¿Qué tal con el médico? ¿Algo nuevo?
—No me han dado los resultados de las pruebas, pero creo que todo va bien, puedes estar tranquila.
—Me había dado un buen susto todo esto. Menos mal que no es nada.
—Sí, tienes razón.
*
Isauro
Deseo que todo vaya bien para ella cuando me vaya. Me sienta muy mal mentirle, pero no quiero arrebatarle sus sueños. Es mejor que piense que todo está bien y siempre va a ser así. Es demasiado empática y, si le dijera que tengo cáncer, no saldría de esta casa jamás. Quiero que viva, que experimente, que sea feliz y aprenda todo lo que hay en este mundo sin mí. Necesito que se acostumbre a no estar tanto tiempo a mi lado.
Me duele toda esta situación, supongo que a todos nos llega la hora, pero espero que la mía llegue tarde, no por mí, sino por Naia. Mi niña de ojos cafés con sueños por delante y un futuro muy prometedor. No le quiero arrebatar su brillo ni la personalidad tan feliz y entusiasta que tiene. Solo me queda rezar y tomar todas las medicinas que pueda para acompañarla hasta el final de mis días.
—Yeyo, ¿en qué piensas?
—Nada, paquete. En lo rica que va a estar la pedazo de tortilla que nos vamos a comer.
—Si la hiciste tú, seguro que está mejor que las de Karlos Arguiñano —dice riéndose mi nieta, tan bonita como siempre.
—Si lo dudabas, es una ofensa, querida. Yo le doy mil vueltas a ese hombre.
—Lo sé, abuelo.
Ahora que lo recuerdo, tengo que tomarme una de las medicinas que me recetó el doctor por la noche, así que esperaré a que Naia suba a su habitación para tomármela sin preocuparle.
—Sí que está buena, ¿qué verduras le has puesto?
—Deja que recuerde… Ah, ya sé. Pimientos, cebolla, rúcula y champiñones. Una mezcla extraña, pero está muy rico.
—Y tanto. Bueno, hoy te toca fregar a ti, así que me voy —dice mientras sube corriendo las escaleras antes de que replique.
—¡Solo hoy, Naia! ¡No te acostumbres!
Ya que se ha ido, aprovecho el momento y me tomo la pastilla de un trago antes de que le dé tiempo de volver a bajar. Después de fregar los platos y vasos que había, subo las escaleras y veo desde la distancia a Naia bailando en medio de su habitación con los cascos puestos y la puerta medio abierta. Sonrío para mis adentros viéndola tan feliz a lo suyo.
*
Naia
Después de una hora de terapia personal (bailar y escuchar música), me acuesto a dormir de lo cansada que estoy y nada más cerrar los ojos me quedo profundamente dormida y en paz, como todo tiene que ser.

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