Capítulo 5

Meses después. (Agosto)

Naia
—Kiara, hace demasiado calor para ir a la playa, yo paso. Encima pretendes ir al sur. Vamos a acabar como tomates, chacha.
—No digas tonterías, Naia. ¿Entonces qué pretendes hacer, quedarte en tu casa un día de verano espléndido?
—Vente a mi casa, a mi abuelo no le importará. Nos acostamos en las hamacas y cuando tengamos mucho calor entramos en casa y nos damos un baño en la bañera grande. Sirve de piscina o algo, ¿no?
—Como veo que no te voy a convencer, está bien. Pero avisa a tu abuelo ya, que no quiero molestar.
—Hazme el favor, Kiara. Tú nunca molestas, pero vale, ya voy. Hasta ahora.
Kiara está más tiempo en mi casa que en la suya, pero eso para mí no es ningún problema. La quiero tanto que no me cansaría de ella en la vida. Combinamos tan bien que de estar todo el rato juntas nos han preguntado si somos hermanas o vivimos bajo el mismo techo. En realidad, vivir juntas es un sueño que tenemos desde hace siete años o más. Si vamos a la universidad juntas, incluso podríamos vivir en la misma habitación de una residencia estudiantil. Es lo que más ilusión me hace, el poder pasar más tiempo con ella y sufrir juntas el camino de los estudios que nos queda por recorrer.
—Yeyo, Kiara se viene para pasar el día.
—Vale, sin problema. Yo hoy voy a estar fuera. Tengo médico y también algunos recados por hacer, así que las dejaré tranquilas.
—Después me cuentas qué tal el médico, que quiero quedarme tranquila.
—Por supuesto, no te preocupes —comenta mientras coge las llaves del coche y se despide con la mano para irse.
Ordeno más o menos la casa para que no sea un desastre y voy preparando las cosas para cuando llegue Kiara. Saco papas y chuches y las dejo en la mesa de la cocina. Voy a mi habitación para ponerme un bikini y una falda en lo que la espero. Justo cuando termino, escucho la característica pita ruidosa de su coche y bajo a abrirle.
—Tan escandalosa como siempre —digo sonriendo antes de darle un buen abrazo.
—Así soy y así seré —comenta entre risas—. Bueno, traje el bikini puesto, así que vamos a las hamacas, ya que mi cuerpo me pide ser bronceado en estos momentos.
—Eres una dramática.
Entra en casa y suelta sus cosas en la entrada. Vamos hacia uno de los terrenos, al de plátanos, y cojo las hamacas que hay en una esquina para ponerlas donde más sol haya.
Después de ponernos crema solar, nos acostamos en silencio durante un buen rato en paz. Con ella los silencios no son incómodos, me siento segura y arropada a su lado. Cuando me doy cuenta, han pasado dos horas y nosotras nos habíamos quedado dormidas.
—Kiara, tenemos que almorzar —intento despertarla con voz vaga y moviéndola con los dedos.
—Déjame.
—Kiara, o te levantas ya o te lleno de tierra. Tu verás. —Como veo que no hay respuesta, me levanto lentamente y cuento en alto hasta tres.
—¡Vale, ya voy, pesada!
—Así me gusta. —Sonrío mientras ella me mira con cara de querer matarme.
Volvemos a casa y vamos directamente a la cocina para ver qué podemos preparar que no cueste demasiado. Cogemos una pizza precocinada de la nevera y va al horno directa.
—¿Cuándo avisan de que has entrado o no a la universidad?
—Yo recibí el correo ayer, pero estaba esperando a quedar contigo para verlo juntas. ¿No te ha llegado nada?
—No sabía si era eso o no, pero sí, me llegó. Uf, que nervios.
—¿Lo abrimos ya?
—Me da muchísimo miedo, Kiara.
—Ahora o nunca. Es mejor que te quites el susto ya y si vamos las dos ir preparando las cosas para septiembre.
—Está bien, vamos a mi portátil, que está arriba.
Subo las escaleras lentamente, con temor de no poder cumplir mis sueños por un correo. No sé cómo Kiara no tiene miedo, estoy temblando. ¿Y si no consigo nada de lo que quiero? Necesito ir. Necesito cumplir mis metas. Necesito vivir.
—No te voy a mentir, llevo un tiempo haciendo amigos universitarios para integrarnos más fácil; si no, iba a ser imposible.
—Me parece bien. Será mejor empezar con buen pie en todos los sentidos.
No puedo verlo yo. No quiero decepcionarme tan rápido. Todo mi futuro está en manos de este momento y no quiero ser yo la que lo vea.
—Kiara, mira solo el tuyo.
—No voy a verlo sin ti. Hasta que tú no lo veas, no haré nada.
—Necesito que llegue mi abuelo.
—Pues ya lo abriré yo en mi casa. No pienso pasar esto sin ti, Naia. Eso tenlo por seguro.
Me siento más segura al escuchar eso. Aun así, no puedo afrontar esto sola, necesito a yeyo conmigo. Si pasa algo malo, da igual, estoy con él, si pasa algo bueno, mejor celebrarlo con él. Soy demasiado dependiente emocionalmente de la gente que quiero, lo sé, pero es algo que tendré que cambiar con el tiempo. Por el momento, necesito hacer esto con mi abuelo.
Después de pasar la tarde con Kiara, abuelo por fin llega a casa un poco ausente, pero sonriente. No es normal que esté así, solo espero que no sea por el médico. Ahora no podría con malas noticias, y menos suyas.
—¿Y esa cara? ¿Todo bien en el médico?
—Sí, nena. No es por eso. Atropellaron a un animalito —dice con un desdén de tristeza en sus palabras.
—Ay, qué mal. Yo lloraría si viera eso.
—Normal. ¿Y tú qué tal?
—Necesito que me ayudes con una cosa. Resulta que ya me han enviado el correo de admisión de la universidad. El caso es que no lo he abierto por si me sentaba demasiado mal como para afrontarlo sola. ¿Puedes venir a mi habitación?
—Por supuesto, Naia. Vamos —comenta convencido.
La pantalla del portátil ya está encendida y con el Gmail abierto. Solo necesito darle clic al nuevo correo y abrir el documento. Me tiemblan demasiado las manos como para hacerlo yo, así que dejo que abuelo lo haga por mí.
—Es normal que estés nerviosa, nena. Todo va a salir bien.
Escucho sus palabras mientras se abre el documento en el que se decidirá mi futuro a partir de ahora. No pensaba que esto me iba a importar tanto, pero solo necesito ver un «Sí» para quedarme tranquila.
Querida Naia González Martín:
Hemos considerado su entrada a la universidad observando sus altas notas y la capacidad que creemos que tiene para el estudio. Después de analizar su carta detenidamente, hemos decidido que está admitida y su plaza está ocupada. Si desea desocupar su plaza, avise lo antes posible. Muchas gracias, saludos.
—¡NO ME LO PUEDO CREER! ¡HE ENTRADO! —grito dando saltos repetidamente por toda la habitación mientras lloro de felicidad.
—¡Me alegro muchísimo, paquetillo! ¡Sabía que te iban a admitir!
—Necesito llamar a Kiara ahora mismo. ¡Ojalá la hayan admitido también!
Cojo el móvil rápidamente para marcar su número hasta que veo una llamada suya entrante. Descuelgo el teléfono y comienzo a hablar atropelladamente.
—¡KIARA, QUE HE ENTRADO!
—¡NAIA, YO TAMBIÉN! —grita desde la otra línea, entusiasmada.
—Vamos a cumplir nuestros sueños juntas, no me lo puedo creer.
—Ahora toca la parte difícil, estudiar —dice llorando y riendo a la vez.
—Gracias por convencerme para esto, eres la mejor.
—Ya lo sé —suelta mientras reímos a carcajadas y, cómo no, seguimos llorando.
—Hay que hacer las maletas y ver en qué residencia para estudiantes podemos quedarnos. Una barata, por favor, no quiero que nos quedemos pobres.
—Mejor, mejor.
—Felicidades a las dos, chicas. Me alegro mucho —dice yeyo sonriendo.
*
Isauro
Aunque me dé pena que se vaya, es mejor que no vea cómo avanza mi enfermedad. Me alegro tanto de que pueda ir a la universidad y en un futuro hacer lo que más le guste sin problemas. Siempre estaré orgulloso de ella.
El médico me dijo que este cáncer es difícil de superar y más cuando está avanzado. En concreto, cáncer de páncreas. Necesitaría mucha suerte para superar esto. No es posible que los humanos seamos eternos, me parece bien que todo tenga un final, pero no quiero que el mío sea decisivo en su vida para dejarlo todo.

Marcar el Enlace permanente.

Comentarios cerrados.