Cap. 4

No supe si denunciar al colegio por dejar que un completo desconocido se llevara a mi hijo, si llamar a la policía porque Peter había sido secuestrado por su propio padre, o si debía culparme a mí por haber salido media hora más tarde de clase. Sin encontrar a nadie más a quien maldecir, decidí volver a casa. Cuál fue mi sorpresa al llegar y encontrarme a los dos tirados en el sofá viendo una película de piratas.

—Hola, mamá. Papá me ha llevado a comer helado —me anunció Peter con una gran sonrisa, como si fuera lo más normal del mundo que ese desconocido que había salido de mis peores pesadillas estuviera entonces en nuestra casa.

—Hola, cariño. Estaba muy preocupada… —Me disponía a darle un gran abrazo a Peter, como hacía siempre que volvía a casa, pero Garfio se levantó y se interpuso entre nosotros.

—Peter, vete a tu cuarto. Una vez más era él quien daba las órdenes y los demás quienes obedecían.

—Pero… —Peter estaba a punto de protestar. No obstante, le dirigí una sonrisa alentadora que lo hizo guardar silencio y marcharse a su habitación.

—¿Qué haces aquí? —le espeté mostrándole cuánto me desagradaba su presencia.

—Hola a ti también. ¿Cómo estás? ¿Qué tal te ha ido en estos seis años? —preguntó con su condescendencia y altanería características. —A mí bien, pero parece ser que a ti mejor. —Se inclinó hacia la puerta de la habitación que acababa de cerrarse para referirse a Peter. —Déjame hacerte solo una pregunta: ¿cuándo pensabas decírmelo? Y no se te ocurra decirme que no es mío porque ese pelo rojo es pura genética.

—Pensaba contártelo —mentí como una criminal condenada a cadena perpetua.

—Permíteme dudarlo—Fingía estar tranquilo, como siempre, pero la rabia iba manifestándose en su voz poco a poco.

—Lo iba a hacer, pero luego te fuiste de la universidad y no supe dónde encontrarte.

—Nunca hice el más mínimo esfuerzo por buscarlo. Que se marchase de la universidad fue mi única esperanza de que él nunca nos encontrara.

—No te hagas la tonta, sabes perfectamente que me echaron.

—¿Qué? —Fue la primera verdad que dije en toda la conversación.

—Ya sabes de lo que hablo. Pusiste una queja anónima diciendo una sarta de mentiras y, sorprendentemente, me echaron. No sé cómo alguien creyó a una estúpida como tú. —Parecía que su afición favorita volvía a ser minarminar Consumir o destruir lenta y gradualmente una cosa inmaterial, especialmente la salud, las fuerzas o la alegría. mi autoestima continuamente. Nunca entendí como alguien como él, que lo tenía todo, necesitaba humillar a otros para reafirmar su superioridad.

—No sé de qué me hablas—Era cierto. Yo no sabía quién habría puesto esa queja, aunque me imaginaba que había sido otra de las muchas alumnas de las que ese desalmado se había aprovechado.

—Realmente eres una mentirosa patológicapatológica Que constituye enfermedad o es síntoma de ella., ¿no? Ahora entiendo por qué nuestro hijo ha salido así.

—No te atrevas a hablar mal de mi hijo ­—mi voz se empezaba a elevar

—¿Sabes que nuestro hijo cree que lucho contra piratas? Seguro que también fuiste tú quién le contó esa mentira.

—¿Y qué querías que le contara? ¿Que su padre ni siquiera lo conocía? —Sería una mentirosa, pero todo lo había hecho por el bien de mi hijo. ¿Qué iba a saber él, que nunca se había preocupado por nadie más que por sí mismo?

—¡Le podrías haber contado que su madre no quería que su padre lo conociera! —Ya habían empezado los gritos. Por más que mi parte lógica supiera que tenía razón en lo que decía, nunca iba a arrepentirme de las decisiones que tomé para proteger a Peter.

—Tú no eres su padre. Por mucho que lleve tus genesgenes Un gen es la unidad física y funcional básica de la herencia. Los genes están formados por ADN., nunca lo serás.

—¿Y acaso tú eres una buena madre? ¿Eso te dices todas las noches para poder dormir con la conciencia tranquila? —Había tocado la tecla adecuada. Tenía el don de saber dónde me dolía más.

Mi mente quería gritar que sí, que era una buena madre, que si Peter era tan feliz había sido gracias a mí. Pero mi boca, que siempre me traicionaba y me volvía más débil, no se movió. Solo pude apretar los puños con impotencia y mirar al suelo, tragándome la rabia junto con las lágrimas.

—No te necesitamos —conseguí decir al fin. Mi voz temblaba casi tanto como mi cuerpo.

—¿Estás segura? ¿Cuánto lleva Peter usando esa camiseta que tiene más de cinco agujeros en el mismo lugar? —me acusó sin una pizca de compasión.

—Es su camiseta favorita —farfullé entre dientes.

—¿Realmente lo es? ¿O es lo que le has hecho creer porque no tienes ni un centavo para comprarle una nueva? —soltó una carcajada que se clavó como un puñal entre mis costillas. —¿Y qué me dices de su mochila del colegio? Su profesora me dijo que lleva usando la misma todo el curso, aunque se le ha roto varias veces. ¿Y a comida? Por tu aspecto puedo decir que no comes muy bien, y no creo que sea porque quieras adelgazar. Solo mírate, das pena.

Mis lágrimas mojaban la alfombra de nuestro salón y ya no podía hacer nada por ocultarlo. Tal vez no éramos la familia más rica, pero habíamos estado bien, ¿cierto?

—Pero ahora estoy aquí para solucionar todos vuestros problemas —Mostró una sonrisa amplia, enseñando todos y cada uno de sus dientes. Sin embargo, en lugar de tranquilizarme, ese gesto me aterrorizó aún más.

—No. No estarás en la vida de Peter —dije, tajantetajante Que no admite discusión o que corta cualquier posibilidad de réplica..

—No puedes impedirme que esté en la vida de mi hijo—Dio un paso hacia delante y me cogió de la mejilla con tal rapidez que no tuve tiempo de retroceder. Simplemente me quedé inmóvil, petrificadapetrificada Dejar inmóvil de asombro o de miedo., viendo como una vez más se imponía sobre mí.

—¿Mamá? —dijo una vocecilla a nuestras espaldas. Esa fue la señal que él necesitaba para alejar ese garfio que tanto daño me había hecho y me hacía de mi rostro, no sin antes acariciarme, gesto que hizo que un escalofrío recorriera mi espalda.

—Será mejor que te vayas —le dije aún quieta, sin siquiera molestarme en abrirle la puerta, pero agarrando a Peter de la mano para que no se fuera de mi lado.

—Mañana vendré a verte, campeón. —A pesar de que Peter veía a su padre con un poco más de recelo, en ese momento supe que no podría hacer nada para evitar la tormenta que se cernía sobre nuestro mundo.

—Solo una última pregunta… —Lo detuve una vez que hubo atravesado el umbralumbral Pieza empotrada, escalón o espacio que constituye la parte inferior de una puerta, contrapuesta al dintel. de la puerta, con Peter ya lejos de su alcance. —¿Cómo nos encontraste?

—El rector. —Fue lo único que salió de sus labios yo comprendí que había sido una nefastanefasta Que es extraordinariamente mala. idea llevar a Peter a la universidad. ¿Cómo podía haber sido tan tonta para creer que su presencia no seguía allí?


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