Cap. 8

—Conocí a Peter el veintisiete de diciembre de hace seis años. Yo nunca había querido ser madre y mucho menos en estas condiciones, pero todo cambió cuando él llegó a mi vida. Nadie te prepara nunca para tener un bebé entre tus brazos, pero mucho menos te preparan para soltarle la mano cuando es necesario. Desde que la llegada de Peter, he hecho todo lo posible para que pudiera ser un niño feliz o simplemente solo un niño. Nunca Jamás apareció el día que Peter me hizo la pregunta más dura que nunca he escuchado y yo, que no estaba preparada para que descubriera lo cruel que podía ser el mundo, le conté el cuento que ahora ustedes oirán.

Érase una vez un niño llamado Peter Pan que soñaba con conocer a las hadas. Desesperado por cumplir su sueño, siguió la segunda estrella a la derecha, todo recto hasta el amanecer y llegó a una isla que flotaba sobre el más bonito de los océanos. Se construyó una casa en un árbol en medio de un frondosofrondoso Que tiene mucha vegetación. bosque, con la buena suerte de que, en ese árbol, también vivía un hada. Así fue como Campanilla conoció a Peter Pan.. Desde el primer momento que el niño pecoso le permitió dormir sobre su pecho, oyendo los latidos acompasados de su corazón, ella supo que gastaría todo su polvo de hadas en cumplir cada uno de sus deseos. Al principio solo vivían Campanilla y Peter en esa isla, a la que juntos bautizaron como Nunca Jamás, pero un día empezaron a llegar niños perdidos que no sabían dónde estaban y que recordaban tener madre, pero no su nombre. A medida que llegaron más niños, Campanilla empezó a contar cuentos sobre las aventuras del grandioso Peter Pan, que terminaron por hacerse realidad. No sabemos si fue magia o simplemente el destino, pero poco a poco Nunca Jamás se fue llenando de criaturas cada vez más extraordinarias, y Peter se convirtió en el protagonista de las historias que Campanilla creaba por y para los niños. Si Campanilla contaba que Peter había salvado a la princesa de los indios del cocodrilo Tic Tac, al día siguiente los indios nombraban a Peter su jefe. Si Campanilla contaba que una de las sirenas había hechizado a Peter con su canto, al día siguiente las sirenas enseñaban a Peter a nadar. Pero entonces llegaron los piratas y Campanilla nunca le había hablado a Peter de ellos. Peter, que nunca había visto a un hombre con un garfio en la mano y una pata de palo, se quedó cautivado por el capitán del barco; y el capitán Garfio, que sabía que el niño era el rey de Nunca Jamás, lo engatusó con promesas de tesoros que se encontraban más allá del horizonte, y que podían encontrar juntos. Campanilla le rogó a Peter que no se marchara, que aún no le había enseñado a volar lo suficiente y que sin su polvo de hadas no llegaría muy lejos. No obstante, Peter ya estaba convencido. Le preguntó a Campanilla por qué no lo acompañaba, pero ella le recordó que sus alas se habían roto tiempo atrás. Peter hizo una gran fiesta de despedida con los niños perdidos esa noche y fue entonces cuando Campanilla contó su última historia sobre Peter Pan, el niño que nunca quería crecer,

—Gracias. —La jueza tenía los ojos cristalinos, pero no lo dejaba mostrar. ¿Qué dirían de su credibilidad si admitía que un cuento la acababa de emocionar? Sin embargo, ese cuento decía más verdad que todo lo que se había contado en esa sala a lo largo del día.

— Ya tenemos un veredicto.

Cerré los ojos con fuerza y, aunque ya sabía que iba a pasar, le pedí a la segunda estrella a la derecha, como hacía Peter cada noche, que me permitiera seguir estando con él durante más tiempo. Él decía que, si tenía fe, confianza y polvo de hadas, estas cumplirían mis deseos, y yo solo esperaba que fuese cierto.

—Peter se quedará con su madre, la mujer que lo ha criado hasta este momento. Su padre lo podrá ir a visitar los fines de semana y en vacaciones, siempre con la aprobación previa y supervisión de la madre. Es solo un niño y no necesita tantos cambios en su vida. —No podía ser verdad. ¿Acaso me había muerto y estaba en el cielo? Ya estaba empezando a dar saltos, eufórica, cuando la jueza me cortó. —Pero, señorita, le aconsejo que consiga un trabajo para poder darle una calidad de vida a su hijo y, por favor, cambie de pediatra. —Compartió una mirada de reproche con el doctor y conmigo y ambos no pudimos evitar reír.

—Señorita Pan, suba al estradoestrado Tarima sobre la que se pone la presidencia en un acto solemne. a recoger su diploma —El rector de la universidad me miraba con odio mientras mi vestido revoloteaba con cada paso que daba para recoger, al fin, mi título de graduada universitaria tras seis duros años. Mientras caminaba hacia el escenario, pensaba en todo lo que me había conducido hasta allí y todo lo que me había hecho frenar para darme cuenta de lo que realmente importaba en mi vida. Y entonces vi a Peter con su sonrisa mellada entre el público, y supe que todo había merecido la pena. No se estaba quieto. Veía cómo se agarraba a la silla, intentando aguantar las ganas de salir volando para venir a darme un abrazo. Me preguntaba cuánto le duraría esa fuerza de voluntad, pero lo comprobé cuando extendí una mano hacia él y vino corriendo en mi dirección, pasando por encima de los zapatos de los presentes y dando un par de pisotones de más. Lo cogí de la mano y juntos, como siempre habíamos estado, subimos al escenario para recoger mi diploma. Desde allí arriba, casi rozando las nubes, pude ver a mis amigas aplaudiéndome. A pesar de que habían dudado de mis capacidades, también sabían que sería capaz de conseguirlo. A lo lejos también vi a Daniel, nuestro antiguo pediatra y nuevo buen amigo, sosteniendo una cámara que había comprado simplemente para aquella ocasión animándonos a sonreír, aunque hacía mucho que lo estábamos haciendo. En ese instante supe que estaba viviendo el segundo momento más feliz de mi vida, puesto que el primero fue cuando vi a Peter por primera vez. Parecía que Peter también lo sabía, porque mirándome a los ojos y sin soltarme la mano, me dijo cuánto me quería. Nunca pensé que las hadas cumplirían mis deseos. Yo ya no era una niña para soñar, pero ahí estábamos juntos, Peter y yo, y por primera vez junto al mundo.

Sin embargo, para los adultos los sueños terminan cuando uno abre los ojos, y yo no pude tenerlos cerrados durante mucho tiempo. Al cabo de un mes me llegó otra citacióncitación Aviso por el que se convoca a una persona para que acuda a un juzgado en día y hora determinados para realizar una diligencia. del juzgado. Garfio nunca se rindió y haría lo que fuera por robarme mi mayor tesoro.

—Que pasen los testigos a la sala —pidió la jueza, que estaba tan cansada como yo de esta situación.



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