I
VERSOS EN EL AGUA
Cuando Carla Murphy miró el mar leyó versos en el agua. Asomada en su tabla de surf, buscaba el menor indicio de surcos que trajera el Atlántico. «Solo unos minutos más», pensó. El océano se impacientaba con el viento del sur. En el otro rincón de la ciudad, los rayos de sol escalaban las Alcaravaneras atravesando edificios como lanzas hirientes hasta la Cícer.
Carla volvió a mirar el horizonte y vio renglones sueltos en el mar. Se acercaba finalmente la columna de olas y esta vez no estaba dispuesta a que se le escapara la mejor. Remó con fuerza, escorando un poco hacia la izquierda, buscando el pico en el que surfear. El resto de surfistas hizo lo mismo, pero se encontraban dos o tres brazadas por detrás de ella. Dejó pasar la primera y fue directa a por la segunda ola. Giró la tabla sobre sí misma y, justo antes de que la masa líquida la envolviera, braceó con nervio hasta quedar atrapada por su inerciaInercia Inercia: Propiedad de los cuerpos de mantener su estado de reposo o movimiento si no es por la acción de una fuerza ..
En un segundo estaba de pie sobre la tabla y se deslizaba por la pared acuosa del mar. Carla Murphy era norma y con la mano derecha acariciaba el muro líquido, haciendo salpicar el agua hacia el cielo. Realizó varios rentes para generar velocidad y bailar sobre el océano. Era algo sencillo y, sin embargo, una de las experiencias más atrayentes; una danza de tres elementos: el mar, la tabla y ella…
El aire cálido envolvía con un resplandor la playa de Las Canteras, ocasionando una rugosidad peculiar en el agua que aportaba un matizMatiz Matiz: Cada una de las gradaciones que puede recibir un color sin perder el nombre que lo distingue de los demás. especial —casi mágico, pensaría ella—, con tubos acuático-volcánicos por los que se adentraba cómodamente. De pronto, la cresta que cabalgaba originó un conducto que fue creciendo, y Carla penetró en una caverna azul, en un cilindro con múltiples reflexiones de luz sobre la superficie transparente. Solo en aquellos momentos en los que no pensaba, en los que simplemente se dejaba llevar, Carla era ella misma y sentía alas en su espalda que la elevaban por encima del mar. Terminó de romperse la masa marina y maniobró con dos o tres rentes más para acabar realizando un aéreo sobre la cúspideCúspide Cúspide: Parte más alta de una elevación de la melancólica espuma.
Sostenida por el filo del aire, un surfista que apareció del vacío chocó violentamente contra ella. Lo inesperado envuelve el miedo. La sorpresa golpea dos veces y, como no estaba preparada para aquel terrible zarpazo, la embestida fue aún más dolorosa. El encontronazoEncontronazo Encontronazo: choque fue silencioso y brutal. Por el sabor de la sangre en su boca, supo que el labio se había abierto ligeramente.
Carla cayó a la lápidaLápida Lápida: En este caso hace referencia a la superficie lisa del agua. de agua derrotada y sin aire que respirar. Luchó interminables segundos por salir a la superficie, pero la serie no quería terminar y permaneció sumergida más tiempo del deseado. La corriente la empujaba hacia los Muellitos, esquina de flujo traicionero de la playa. Entendió que lo mejor no era luchar contra el mar, sino percibir su movimiento y ser una gota sumisaSumisa Sumisa: Que se somete y se deja dominar por la fuerza de las circunstancias o por otras personas aceptando, sin cuestionarlos, su autoridad y su voluntad. de la corriente. Una elegante manera de salvarse.
Logró finalmente sacar nariz y boca y tomar una bocanada profunda de aire salino. Mareada y contusionada se dejó arrastrar sobre la tabla hasta la orilla para recobrar el sentido y apaciguar los músculos magullados. Necesitó unos minutos para recuperar la tranquilidad de su alma, inspeccionar la profundidad del corte de sus labios hasta descubrir que no era grave y liberar el pie de la amarraderaAmarradera Amarradera: Pieza con la que se sujeta el pié a la tabla de surf. que la aprisionaba. Entonces, y aún en cuclillas, escuchó una voz que le recriminaba.
—¡Pero, tú de qué vas, gilipollas! ¿No me viste en la ola? Si no controlas no te metas en la Cícer, cacho pinga… No ves que está glassyGlassy Glassy: Cuando la superficie del agua está completamente lisa, brillante, sin que la mueva el viento. y se forman unos tubos de puta madre…
Carla recuperó el aire y respiró profundamente. No era la primera vez que se enfrentaba a situaciones ni a tipos como ese. El mundo del surf es egoísta, la marea es ruin, una batalla sin forma, cuyo vencedor es el último que se rinde en la ola.
Carla se puso en pie y el energúmenoEnergúmeno Energúmeno: Persona colérica y que al enojarse se expresa con violencia., que se aproximaba dando gritos, se detuvo en seco.
—¿Pero qué dices, imbécil? —preguntó Carla con un tono de voz pausado.
—¡Eh…, perdón! —Se fue quedando sin palabras—. No sabía que eras una…
—¿Una qué…, una tía…, pero de qué vas? No te tengo miedo, retrasado. —Carla se soltó el moño con el que tenía recogido el pelo y su media melena cayó desparramada sobre sus afilados hombros—. Yo cebaba esa ola mucho antes de que llegaras tú, así que no me hagas reír, pringao. Si la culpa es de alguien, tuya y de nadie más, bobito.
Irene, acostada en la arena repasando su teléfono móvil, vio a su amiga en la orilla, por lo que se dirigió hacia ella y se incorporó a la trifulca.
—¿Qué pasa, Carla? –preguntó.
A Irene le gustaba llevar el pelo corto, casi rapado por la sien izquierda y algo más largo, hasta la altura del hombro, por la derecha. EnjutaEnjuta Enjuta: Delgada, seca o de pocas carnes. y delgada por naturaleza, tenía unos ojos oscuros como tierra lanzaroteña y una nariz considerable para la pequeñez de su rostro, con una especie de botón o interruptor justo en el medio; cosa que no la hacía menos atractiva y sensual, sino que resultaba un apoyo para conquistar a quien quisiera para lo que quisiera. Amiga de Carla desde niña, decidió estudiar formación profesional de Técnico en cuidados auxiliares de enfermería, por, como ella repetía, un odio profundo a la especie humana.
—Nada, Irene… Aquí, el pibePiba Pibe: Niño, muchacho adolescente. es un primavera y se muere por pedirme ayuda. —Carla no se dejaba pisar por nadie. Sabía responder cuando la situación lo requería. Dulce la mayoría de las veces en el trato cotidiano, se volvía dientes si la realidad lo pedía.
—Oye, tampoco te botes. Ya te he pedido perdón, no te pongas así. —Lolo frenó en seco y no solo por tener frente a él a una chica más joven, sino por su actitud segura y firme, y por la mirada gris, casi de husky, con la que escrutaba su entorno—. Perdona de nuevo, a veces me pierdo cuando cojo olas. ¿Estás bien? Me voy adentro otra vez, ¿vamos juntos?
Lolo esbozó una sonrisa en la que se arqueaba el labio de arriba y dejaba ver una dentadura salpicada aún por gotas de agua salada.
—¿A que está buenísimo el tío? —le dijo a Irene girando la cara para que no la oyera aquel muchacho de pelo ondulado, ojos castaños y sonrisa de anuncio. Luego lo miró con sus ojos casi transparentes y escupió un salivazo mezclado con sangre—. ¿Por qué no? Vamos, que no te voy a dejar coger ni una, hermano.
Sobre el paseo de Las Canteras, un viejo surfero los observaba desde la distancia sin intervenir, pero con una mirada inquietante.