II COMO CROQUETAS EN LA ARENA

II

COMO CROQUETAS EN LA ARENA

 Carla Murphy García había cumplido los 17 hacía tres meses. El apellido de origen irlandés lo heredó de aquellos hombres que a finales del siglo XIX se establecieron en Canarias en busca de una vida comercial más llevadera. Vivía al final de Mesa y López, justo en el límite del viejo barrio de Guanarteme, por lo que su afición al mar y a la Cícer surfeante la atrapó desde que era una chiquilla y sus padres bajaban a la playa a jugar a las palas.

Pronto le llamó la atención el oleaje y su madre, preocupada porque su hija se bañara todo el tiempo seguido, decidió registrarla en una de las escuelas de surf que hoy en día florecen por todos lados. Una vez que la niña aprendió a dominar la tabla, equilibrarse de la forma adecuada y serpentear entre olas, ya nadie pudo bajarla jamás del mar de la Cícer.

Pasó de la típica tabla de esponja, la Morey Doyle, al Thruster de fibra, dejando que el tiempo y las horas remadas la fueran curtiendoCurtiendo Curtir: Endurecer y tostar el sol o el aire el cutis: sobre el agua, por lo que sabía enderezar encontronazosEncontronazo Encontronazo: choque como el sufrido con Lolo de forma rápida y eficaz. Además, su carácter pulido entre olas, la vigorosa energía de su genética y la educación de sus progenitores, hicieron que el surf se convirtiera en una escuela de vida, en una filosofía de ser, en una manera de pensar. «Todos los problemas se solucionan cogiendo olas, en el mar solo se puede ser optimista»; solía decirle a sus amigas.

Su cuerpo se moldeó a base de brazadas, y sin pasar por el gimnasio ni hacer dieta empezó a tener un cuerpo firme y fibroso, una piel morena arrebatada al sol de la isla y un color semejante a la arena de Las Canteras, o más propiamente a la bronceada arenilla de la Cícer.

Estudiaba Bachillerato y, aunque aprobaba habitualmente todo en junio, nunca destacó de forma sobresaliente en las materias, excepto literatura, ya que leer la transportaba lejos de su mundo y si bajaba a la playa y no había olas, se sentaba con un libro entre sus manos.

Carla y Lolo se dijeron adiós con un beso de gotas de salitreSalitre Salitre: en este caso sal del mar.. La subida de la marea rebajó la fuerza del mar y llegaron hasta la orilla, donde la arena mojada se hundía levemente bajo sus pies.

El oleaje tiene, en ocasiones, una extraña manera de hacer amigos. Tras un encontronazoEncontronazo Encontronazo: choque de propiedad marina: «esa ola es mía, ten cuidado con la ola que coges»; también se pueden crear interesantes amistades.

Era prácticamente mediodía y ambos, después del baño, despertaban a un giloriogilorio Jilorio: Sensación de malestar en el estómago producida por ganas de comer. agudo.

—¡Qué! Ahora sí que te he dejado coger buenas olitas, pibaPiba Pibe: Niño, muchacho adolescente. —dijo Lolo.

—¿Perdona? —Sonrió Carla con una mueca—. Lo que pasa es que yo he pasado de pillar algunas para que el señorito pudiera lucirse. Fuera de coña, ha estado de puta madre. Cuando la Cícer está glassyGlassy Glassy: Cuando la superficie del agua está completamente lisa, brillante, sin que la mueva el viento., las olas son geniales.

—Espectacular, tía. Hemos pillado olitas guapas. Oye, pues no lo haces tan mal. Me suena tu cara, ¿te conozco de antes?

—Seguramente de aquí, llevo años viniendo. —Carla se fue quitando el chaqueChaque Chaque: chaleco. y con la toalla se secaba el pelo—. Pues nada, Lolo, mira, al final me alegro de haberte conocido, aunque el primer momento haya sido un tanto…

—…gilipollas. —Lolo terminó la frase buscando en su vocabulario el término más adecuado—. Oye, ¿vas a venir esta tarde?

—No, no creo. He quedado para una movida… No puedo. Tengo que ir a Las Arenas a comprar una cosa. —Carla no sabía mentir.

— ¿Y luego? Si quieres… yo voy a estar aquí cerca. En el NYTaxi hay un concierto de un músico que toca de cojones, y además ponen unas hamburguesas del quince. No, solo te lo digo por si quieres pasar, sobre las ocho yo ya estaré. Vendré con unos coleguitas, para que te acerques con tu amiga. Si te pasas, te invito a una birraBirra Birra: cerveza-.

—Soy menor —dijo burlándose—. Bueno, ya veré, Lolo. Adiós.

Irene y Carla subían la cuesta que daba a la avenida cuchicheando y riendo entre dientes. Irene miraba de refilón hacia atrás y se recogía el pelo disimuladamente. Carla no lo miró ni un momento, aunque tenía ganas, intentando contenerse y herir un poquito el ego del atractivo surfero que acababa de conocer.

Lolo permaneció quieto como una estatua sonriente y con cara de subnormal, viendo cómo se alejaba entre la multitud aquella belleza de ojos siberianos. Cuando las chicas desaparecieron de su vista, dejó la tabla sobre la arena y encendió su teléfono móvil para buscarla en las redes sociales, pero resultó inútil, no encontró ni huella de la chica.

Horas después en el NYTaxi, Bejo tocaba una canción llamada Mucho y decenas de jóvenes bailoteaban alrededor del rapero. Entre ellos, Lolo y sus dos amigos, Colacho y Domingo, que canturreaban como podían las partes más divertidas de la canción: «Mucho macho, mucho mamarracho…».

Carla e Irene se acercaron y estuvieron viendo el concierto. Irene se partía de risa con las canciones, que le parecían absolutamente disparatadas y absurdas, sobre todo para una persona acostumbrada a escuchar música más popiPopi Popi: En este caso hace referencia a la música Pop. en los 40 Principales. Carla se dejaba llevar por el ritmo metálico y desacompasado del tipo estrafalario que rapeaba sobre la misma avenida de Las Canteras, sin escenario, pero que parecía elevado por la erótica del poder del sonido, de las cervecitas y de los petas que el nota sugería haberse fumado.

Hacía un ratito que había visto a Lolo con sus colegas haciendo el friquiFriki Friki: Persona extraña y estrafalaria en su aspecto o su modo de actuar. y no pudo evitar sonrisas cómplices con Irene, y ambas se fueron animando a medida que la música las recubría como una corriente eléctrica.

«Surfeando a Bejo», pensó Carla.

Cuando Lolo en una de sus extravagantes coreografías miró hacia atrás y vio a Carla e Irene, se acercó a ellas con el movimiento de sus arrítmicos huesos. Ellas le siguieron el rollo.

Finalizado el concierto, los cinco acabaron sentados en una de las mesas de la terraza papeando hamburguesas y bebiendo cervezas. La mayoría de la peña se había marchado al Tiramisú en la Plaza del Pilar para disfrutar de otro grupo. La playa se había despejado. La brisa del norte regresó y el viento que atraía el mar glassy desapareció hasta dejar una película de humedad que aun con chaqueta mordía el esqueleto.

Sentados en aquella mesa de plástico, protegidos por una mampara de metacrilato, los muchachos se conocieron, reconocieron y desconocieron en una noche de salitre de verano. Había algo en toda aquella situación que empezaba a fraguarseFraguarse Fraguar: Dar a una cosa la consistencia o forma requerida para desarrollarse o producir un resultado o efecto determinado. y tener el peso de la juventud, es decir, la levedad de la juventud, que especialmente se percibe en unas vacaciones de estíoEstío Estío: Verano., una sensación de calma que no existe en otras estaciones del año.

Atardeció con lentitud, las nubes de la panza de burro se difuminaron hasta mostrar un cielo turquesa que se transformaba en naranja y luego en rosa y luego en verde hasta el anochecer tenue y mortecinoMortecino Mortecino: Que parece estar a punto de morir.. Colacho, Mingo, Lolo, Irene y Carla rieron juntos y dijeron estupideces juntos y respiraron el silencio juntos hasta que se hizo tarde.

—¿Quieren tomar algo más? —indagó Colacho levantándose de la mesa—. La última o la penúltima, como dice la gente. Nunca se dice la última, ¿verdad?

—No, gracias. No me apetece nada más —contestó Irene—. Suficiente por hoy. Mañana venimos también tempranito a la playa.

—Pero ya está viniendo el choppy —comentó Mingo—. Se ha vuelto a meter el alisio y las olas no estarán como hoy.

—No importa. Nos gusta aprovechar las vacaciones y bajamos a la playa todos los días sin importarnos cómo estén las olas ni el tiempo. Y si no hay nos tumbamos sobre la arena y damos vueltas como croquetas.

—O una partidita de palas —apuntó Carla.

—¿Se han tirado alguna vez en el Lloret? —inquirió Lolo a las chicas—. ¿O en el Confital?

—Yo no —dijo Irene—. Me cago toda.

—En el Lloret sí, pero solo un par de veces, aunque si el mar está bueno y tú me acompañas, voy fijo —dijo Carla risueña.

—Pues nada, hecho. Mañana miramos a ver cómo está y decidimos, ¿vale?

—Ok, genial. —Sonrió Carla.

—¡Qué descojono, el Bejo! —dijo Colacho cambiando de tema—. Yo lo conocí por unos colegas de clase. Al principio me pareció un friqui que te cagas, pero a medida que lo escuchas te acaba gustando.

—Antes me vi como surfeando a Bejo —soltó Carla poniéndose filosóficosurfera—. Nunca lo había escuchado, pero eso fue lo que sentí. A veces me parece que cualquier cosa se puede surfear.

—¿Qué coño dices, Carlita? ¿Cuántas birras te has bebido? —preguntó Colacho.

—Yo sé a lo que te refieres —repuso Mingo—. A ver, creo que practicar surf es más que subirse a una tabla, y también creo que conducir por las olas es más que una manera de vivir. Hay flejeFleje Fleje: Gran cantidad de personas, animales o cosas. de películas que hablan del tema.

—Sí, más o menos voy por ahí. Está claro que es un deporte, pero también que no es solo eso. Te subes a una tabla de fibra, juegas con el mar, con las olas, pero…tiene algo más profundo que no sé explicar con detalle. Es un estremecimiento, un sueño, una sensación de flotar, de volar tal vez.

—¡Ya, coño! —exclamó Lolo—. Joder, no sabía que ibas a coincidir con las batallitas de Mingo…El mar, las olas… —Rio a carcajadas imitando a su amigo.

—¡Cállate, simplón! —Carla se meaba de la risa—. Pues yo estoy de acuerdo con tu amigo. Aunque no sepas verlo, hay algo de filosofía en todo esto. Y si no, ya lo verás con los años, cara huevo.

—Para mí todo esto —continuó Lolo— no es más que algo divertido, que me entretiene fleje y que me gusta hacer. No hay que pensarlo más. El rollo yoga para ti y mi colega.

—Pues eso es… tú lo has dicho…no pensar —aseveró Mingo—. Yo creo que voy a descubrir algo enorme entre las olas. No sé el qué, pero ya lo verás, tú, bobomierda.

—¿Quieres ver algo enorme? Mira esto… —Gesticuló Lolo.

—Sí, plástico por un tubo es lo que vas a descubrir —añadió Irene.

—¡El suelo es lava! —gritó Colacho entre risas. Todos subieron las piernas para no quemarse.