XVI ¿CRIMEN EN EL CONFITAL?

XVI

¿CRIMEN EN EL CONFITAL?

La deslucida Nissan Trade cubierta de polvo derrapaba escupiendo arena negra y bajando velozmente la carretera de las Coloradas. Mingo apagó la música; no era momento de escuchar ninguna melodía, sonaba mejor el silencio.

—¡Pero qué hijo de perra, el Masito! ¡Iba a por nosotros! —Colacho revisaba su pierna castigada con el fustigazo del ahora expresidente de The Gran Canary Surfer Lodge.

—¡Joder, está muerto! —exclamaba Irene masajeándose las sienes inquietas por el llanto.

—Tuvo que resbalar mientras nos perseguía y precipitarse por el barranco. Al final, ha muerto él solo —dijo Carla.

—Se lo estaba buscando, cacho mierda. Primero en la playa de Vagabundo y ahora aquí. El tío se lo estaba buscando…

—¿Saben qué? —sentenció Lolo—. Carla tiene razón, al final nosotros no hemos sido, se mató él solo al caer por el barranco.

Al tomar una curva, un coche de la guardia civil subía hacia Las Coloradas. Instintivamente, Lolo pisó el freno y redujo la velocidad a la vez que aumentaba la frecuencia cardiaca de los cinco amigos en el interior del vehículo.

—Pero será difícil quitarnos lo ocurrido de la cabeza. En parte, somos responsables…

—Nosotros no somos responsables de nada, nosotros no hicimos nada; salimos huyendo de un puto loco que nos perseguía, realmente fue un accidente. No debemos sentirnos culpables.

—Pues a mí, en el fondo, me da algo de pena…

Regresaron por inerciaInercia Inercia: Propiedad de los cuerpos de mantener su estado de reposo o movimiento si no es por la acción de una fuerza . a la Cícer. En la esquina de la Plaza del Pilar encontraron un hueco en el que detenerse. La furgoneta dejó de rugir, al contrario que la intranquilidad del alma de los chicos.

La discusión sobre si avisar a la policía de lo ocurrido en La Isleta quedó zanjada por el cansancio, no solo físico sino también anímico. Los cinco se abrazaron y se fueron a casa con la intención de descansar, cosa que no iba a resultar fácil dado los acontecimientos. Las últimas miradas expresaban espanto por la muerte de Masito y, al mismo tiempo, una minúscula centésima de delirio por el encuentro de la playa secreta.

Colacho y Mingo se dirigieron hasta el piscolabis Pinomar a hincarse un bocata y un cono de papas con alioli; la muerte dolía bien, pero el hambre cortaba las tripas y las entrañas: el muerto al hoyo y el vivo al bollo. Se sentaron en uno de los bancos que miraban al mar. Lolo arrancó la Nissan para llevarla un par de manzanas más allá, al garaje de la calle Castillejos. No se lo ocurrió otra cosa que ponerse a lavar la furgoneta, tal vez una manera de relajarse como otra cualquiera. Conectó la aspiradora, extrajo las alfombrillas, pasó un trapo por el salpicadero y le dio un manguerazo a la chapa de la que aún caían restos volcánicos de La Isleta. En definitiva, estamos hechos de partículas de volcanes, de lava y de moléculas de magma. Irene y Carla se echaron a andar hacia Mesa y López con una sensación de amargura plasmada en sus largos silencios. Un beso frío sirvió de despedida.

Cuando Carla Murphy llegó a casa, solo una ducha caliente pudo despejar el salitreSalitre Salitre: en este caso sal del mar. adherido a su piel, dejó que el agua corriera como enjuagando algo más que su epidermis; la conciencia de dolor no era tan fácil de limpiar. Tumbada en el sofá, pudo dormir unas horas hasta que la incertidumbre le impidió cerrar más los ojos. No tener noticias de la muerte de Masito le generaba un estado de nerviosismo gigantesco. Comenzó a buscar noticias en su teléfono móvil, algún suceso que apareciese en las redes sociales o en alguno de los periódicos locales para intentar detener su ansiedad, pero no había nada. El cuerpo roto debía continuar en el fondo del barranco acariciado por las olas.

Solo horas más tarde, descubrió una reseña en Twitter que explicaba la muerte de un conocido surfista cerca de la capital. Las mariposas en el estómago de Carla revoloteaban batiendo las alas y el conjunto de sus tripas. En negrita se podía leer un titular: ¿Crimen en el Confital? Y una breve reseña periodística:

El levantamiento del cadáver por parte de la jueza y las primeras pesquisas policiales indican que el hecho parece un accidente fortuito por la caída de un barranco cercano al Lomo de los Morros, pero aún quedan pendientes algunos detalles de los peritos de criminalística para confirmar la muerte exacta del sujeto. El fallecido era Máximo Sosa, más conocido por Masito, primer surfista grancanario en conquistar el campeonato de España en la década de los setenta del siglo pasado.

Tuvo que permanecer ausente durante mucho rato, porque su padre que pasaba a su lado vio cómo corría una lágrima por su mejilla.

—¿Te pasa algo, Carla?

—No, nada.

—¿Algún chico?

—Sí…

Se encerró en su cuarto el resto de la tarde hasta caer dormida. Extrañamente, esa noche no tuvo ninguna pesadilla que la despertara.

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