Si la historia no ha dejado constancia de mi nombre, he de ser también yo fiel a ese designioDesignio Designio: Propósito o intención.. Este relato, por tanto, tendrá la misma anonimiaAnonimia Anonimia: Relativo al autor desconocido. que mi (sin intención malsanaMalsana Malsana: Moralmente dañosa. ni misteriosa) ocultada identidad. He de decir, sin embargo, y a mi favor, que no he sido mala gente, un poco aventurero acaso, debido a mi juventud, pero también un poco dejado de trabajos violentos o duros. He tratado de vivir siendo fiel a principios universales bien aceptados, como el conversar bien, el compartir el momento del vino y los ratos de sombra.
Sería un tanto cansinoCansino Cansino: Pesado, cansado. explicar qué hacía en Fuerteventura en el momento en que el corazón de la tierra hizo palpitarPalpitar Palpitar: Temblar. a la vecina Lanzarote. Pero para abreviar solo les diré que estaba allí, alejado de ciudades intrigantes y gustosamente atrapado por la austeridad casi monásticaMonástica Monástica: Pobreza (sin apenas vegetación). del paisaje majoreroMajorero Majorero: Gentilicio de los naturales de Fuerteventura y antiguamente también de los de Lanzarote.. Disfrutaba viendo en cada atardecer cómo aquellas romasRomas Romas: Pequeñas y redondeadas. montañas, moldeadas por vientos de siglos, transformaban sus ocres y sienas tostadosTostados Tostado: de color castaño oscuro. por marianos morados y lilas; paisaje sin igual cuando el leve invierno hacía brotar de aquella tierra aparentemente estéril un manto de variadas y minúsculas flores, abundando entre ellas las magarzas blanquiamarillas.
El día en que se inició la erupción en Lanzarote, el primero de septiembre de 1730, se sintió en Fuerteventura, pasadas las nueve de la noche, como un quejidoQuejido Quejido: Lamento. profundo, una rotura en el alma que hizo vibrar la tierra y los enseresEnseres Enseres: Utensilios y muebles de la casa. Recordé el ruido de la loza en la destiladeraDestiladera Destiladera: Mueble que contiene un recipiente de piedra porosa que filtra el agua y que cae a un bernegal (pieza de barro). y que tal cosa me hizo traer a la memoria las voces de mi difunta madre cuando decía que el ruido de los platos en la talla del agua se debía a las almas de los niños muertos, y que también eran estas las que hacían mover las piedras de las paredes del patio.
No recuerdo, ¡lástima!, cómo llamaba ella a esas almas, porque nombre tenían. El caso es que antes de pensar en la idea del volcán lo hice en esas palabras de mi querida y añorada madre.
Temerosa por los temblores de la tierra, la gente se botó a los campos, abandonando las casas. Se oían estruendos lejanos y se divisaba en dirección a Lanzarote como un gran incendio. «¡Es en Lanzarote!», gritaban los vecinos asustados mientras se persignaban nerviosamente, y todos estaban deseando que llegara el nuevo día con su luz, para que tal vez se aclarara qué estaba pasando y qué dimensión tenía tal acontecimiento.
Los correos fueron rápidos, el alba nos cogió a todos de amanecidaDe amanecida De amanecida: Sin haber dormido en toda la noche.. Se veía allá sobre Lanzarote una impresionante columna de humo, que buscaba taladrar el cielo hasta su infinito. Ya no cabía duda alguna: se trataba de una erupción volcánica. Las almas de los niños muertos seguían siendo igual de inocentes que cuando estaban vivos.
Fuerteventura era un pálpitoPálpito Pálpito: Latido del corazón. Aquí, agitación, temblor., la isla sentía no solo las sacudidas de las explosiones eruptivas de Lanzarote sino, además, el miedo de sus pobladores: el dolor por lo que estaba sucediendo en la isla hermana y el temor a que también su isla se rompiera con las fuerzas desatadas del interior del planeta o el designio de Dios. No nos queríamos ni imaginar por qué incertidumbres estarían pasando nuestros vecinos.
A las diez de la mañana el sol quedó eclipsado por nubes de humo. A lo apacible de septiembre se le sumaban ahora esos nubarrones oscuros, como una cabalgada del caosCaos Caos: Gran confusión y desorden. sobre las cabezas de los hombres y mujeres, que no hacían más que pronunciar el nombre de Dios y pedir perdón por pecados que ni siquiera recordaban haber cometido.
Las iglesias se llenaron y los curas andaban de un lado a otro calmando las locuras.
Palabra de 6 letras que se encuentra en el capítulo.