Cap.4

No pude evitar cuestionarme cómo podía ser que, aun habiendo visitado la casa antes, nunca hubiera notado que había una presencia habitándola. De hecho, el vendedor me dijo que la casa estaba prácticamente en ruinas cuando la adquirieron y que hacía décadas que nadie vivía allí. De cualquier forma, tenía claro que, de haberlo sabido, jamás la hubiera comprado. Y al darme cuenta de esto, gruñí con exasperación. «Parece que la vida sí que me mira con asco», pensé. ¿Qué se suponía que debería hacer ahora? ¿Pedirle otra vez que se fuera? ¿Hacer un exorcismo? ¿Mudarme?
Seguía preguntándome qué podía hacer al respecto cuando vi que la figura se dirigía nuevamente al recibidorRecibidor Recibidor: Espacio o vestíbulo de entrada en una casa. y atravesaba la puerta de entrada desapareciendo de mi vista. Pensé que finalmente había entendido mi petición, hasta que oí unos ruidos que provenían del piso de arriba, como de muebles moviéndose. Frustrado ante el nuevo comportamiento de mi inesperado compañero de casa, que por lo visto también tenía una faceta de poltergeist, subí. No quise huir ni dejar que la impaciencia me ganara, ya me había encontrado con espectros cabezotas más de una vez y casi siempre cedían después de un intercambio breve. Se me ocurrió también que tal vez los extraños olores y ruidos eran una forma de llamar mi atención, de demostrarme que no era un espíritu descerebrado ni irracional. Al mismo tiempo, también debían de significar que había algo que quería decirme. Y si era capaz de adivinarlo, tal vez podría convencerle para que se fuera de mi casa.
Mientras recorría el piso de arriba, pasando de mi habitación al baño, del baño a la habitación de invitados y repitiendo el circuito, revisaba cada mueble, cada esquina y cada lámpara, sin hallar resultados. Pero entonces una bombilla se me encendió. Recordé que al final del pasillo había una puerta cerrada; una habitación que no tenía pensado abrir porque el vendedor me dijo que era un almacén y que la puerta se atascaba. Así pues, decidí coger todas las llaves e ir probándolas una por una para ver cuál la abría, hasta que lo logré después de varios intentos.
Una vez dentro, sumido en la penumbra, me di cuenta de que el interruptor al lado de la puerta no funcionaba, así que tuve que ayudarme de la linterna del móvil para no tropezarme. Cuando la luz bañó la estancia, me encontré con un descomunal desorden: maderas viejas, papeles desperdigados por el suelo y antiguos muebles desgastados se repartían por el pequeño recinto como si hubiera pasado un huracán. Sus posiciones desordenadas e inusuales me confirmaban que los sonidos habían venido de ahí, aunque no podía ver al viscoso espectroEspectro Espectro: Aparición de una persona fallecida. por ninguna parte.
No obstante, ya que estaba ahí, decidí revisar los cajones y compartimentos de los muebles en busca de algún tipo de pista o señal. Mientras lo hacía, no podía evitar pensar en lo preciosos que eran en sus detalles, sus colores y sus formas. Debían de tener por lo menos cincuenta años y eso les daba un atractivo muy especial, aunque ya estaban muy deteriorados como para ser restaurados.
De repente, al apartar una antigua mesita de noche, encontré algo más que llamó mi atención: un par de cajas cerradas con cinta. Sabiendo que la casa ya era mía, y que seguramente el dueño anterior no iba a volver a por ellas, decidí abrir una con los dientes de la llave, de manera que me llené las manos de polvo. A medida que revolvía el contenido cuidadosamente, iba encontrándome con una máquina del tiempo llena de fotografías antiguas, medallones, libros de cuentas repletos con nombres que no reconocía e incluso cuadernos usados que parecían contener lecciones de Anatomía, Ética y demás disciplinas científicas. Solo me preguntaba quién demonios podría haber dejado todos esos valiosos objetos allí. Tras un tiempo revisándolos, decidí abrir la otra caja, solo para darme cuenta de que su contenido se basaba en un único elemento: publicaciones del periódico La Provincia perfectamente dobladas y ordenadas. No pude evitar sentirme nostálgico al ver esa antigua costumbre de guardarlos, algo que mi abuelo también solía hacer.
Tras soltar un pequeño suspiro fruto del recuerdo, y habiéndome olvidado completamente del motivo por el que estaba revisando ese cuarto en primer lugar, comencé a revisar las fechas y me di cuenta de que, sorprendentemente, el ejemplar más reciente databa del 2 de julio de 1958, unos sesenta y seis años atrás. En portada aparecía un único titular que leí en voz baja: Hallan el cuerpo apaleado de un propietario en sus propios terrenos de Arucas.

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