La miel del tajinaste

La miel del tajinaste

En una pequeña colmena en la isla de Tenerife habitaba una abeja reina muy exigente. Le gustaba que su colmena estuviese reluciente y pretendía que su miel fuera la más exquisita de la zona. Cada primavera, cuando las flores nacían en el prado, la abeja reina reunía a todas las abejas obreras y les decía:

—Como cada año, iremos en busca de una nueva flor que cubra las exigencias de mi real paladar. Debemos ser especiales y nuestra miel no se diferencia de la de las demás colmenas de la zona.

—Con todos mis respetos, majestad, ya hemos traído el néctar de todas las flores de la zona, no sé qué más podemos hacer. Miles de flores han pasado por tus manos y ninguna ha contentado vuestras exigencias.

—¡No han buscado lo suficiente! ¡Tienen que ir más lejos! —exigió la reina.

Las abejas se pusieron manos a la obra. Por la mañana temprano salieron de la colmena y se alejaron para encontrar nuevas flores que satisficieran el exigente paladar de la reina. Solo una de ellas se dirigió hacia el Teide a pesar de las advertencias de sus compañeras, que insistían en que, si se alejaba demasiado, se perdería en la montaña y se moriría de frío.

Después de varias horas, las abejas volvieron a la colmena, algunas con flores nuevas y otras con las manos vacías.

La primera abeja se acercó a la reina y le dijo:

—Su majestad, he encontrado esta hermosa flor en las paredes rocosas y la he querido llamar ‘malva de risco’. Espero que sea lo que busca.

La reina cogió la flor y probó el néctar.

—¡No, no y no! ¡No es lo suficiente buena para mí! ¡Que pase la siguiente abeja!

La segunda abeja se acercó a la reina, se arrodilló ante ella y le dijo:

—Su majestad, he encontrado esta flor para usted en el bosque de laurisilva. Es una flor espectacular y la he llamado ‘cresta de gallo’.

La reina cogió la flor y cató su néctar con cuidado para saborear toda su esencia.

—¡No, no y no! ¡No lo es lo suficiente buena para mí! ¡Que pase la siguiente! —gritó.

—Su majestad, ya no hay más… Esto es todo lo que hemos encontrado —habló una de las abejas.

La reina se enfureció y gritó:

—¡No han buscado lo suficiente! ¡No se han esforzado!

—Su majestad, aún hay una abeja que no ha regresado.

—¡¿Cómo?!, pero ya es de noche… —contestó la reina con tono preocupado.

—Se alejó demasiado hacia el Teide en busca de la flor especial que pidió.

—Ohhhh, espero que no se haya perdido… —suspiró la reina.

Entonces a lo lejos pudieron ver a la pequeña abeja exhausta por el largo camino recorrido.

—Su majestad, espero no haber llegado muy tarde. He encontrado esta flor para usted en el Parque Nacional del Teide. La he llamado ‘tajinaste’.

—Es muy pequeña… No creo que sea lo suficientemente buena para mí, pero la probaré ya que has demostrado tener una gran valentía.

La reina cogió la diminuta flor y se la acercó a los labios. La olisqueó antes de probarla y la saboreó muy despacio. Todos la miraban expectantes con la esperanza de que la pequeña abeja aventurera hubiese encontrado la flor que buscaba.

Entonces la reina alzó la cabeza

y dijo:

—Esta flor es… Cómo diría yo… ¡Sublime! ¡Espectacular! ¡Especial! ¡Es la flor que buscaba!

Todas las abejas empezaron a aplaudir y a felicitar a su valiente compañera. Por fin la reina estaba satisfecha y podrían hacer la mejor miel de la zona.

A la mañana siguiente, bajo el mando de la reina, todas las abejas obreras se dirigieron hacia el Parque Nacional del Teide en busca del néctar tan deseado y se quedaron asombradas por el majestuoso paisaje que se cernía sobre ellas. Hermosas plantas en forma de lanzas se alzaban hacia el cielo llenas de flores rojas. Era un espectáculo de la naturaleza. Y decidieron que ese lugar sería su nuevo hogar.

Desde aquel día la miel del tajinaste es famosa por su consistencia cremosa, su sabor suave y su aroma floral intenso.

Y de flor en flor, este cuento se acabó.


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