EL AGRAVIO
AgáldarAgáldar Agáldar: Gáldar., primera población de reconocida riqueza agrícola y pastoril, destacaba por su estilo de vida bullicioso. El ajetreo continuo de los artesanos de la madera y del cuero, así como los cesteros, alfareras, tejedoras y sirvientes que faenaban en un incesante trajín comercial basado en el trueque, era el exponente de un ir y venir diario lleno de actividad.
Doramas recorría a menudo los rincones del poblado y tuvo ocasión de visitar la casa–palacio del GuanartemeGuanarteme Guanarteme: Rey., situada en un lugar estratégico y construida de acuerdo con su linaje. Admiró la sólida perfección de sus muros revestidos por dentro con gruesas vigas de tea, el suelo empedrado, las tarimas cubiertas con las mejores pieles bien curtidas y los techos impermeables por los que era imposible que se colara ni una gota del agua de la lluvia.
En las inmediaciones se ubicaba el mayor agrupamiento de casas en las que residía la clase noble, generalmente, los familiares del Guanarteme, el FaycánFaycán Faycán: Sacerdote. y los guayres. En el caserío destacaban sólidas construcciones en torno a una cueva–santuario, lugar donde se reunían para celebrar ritos mágico–religiosos, tenida como divina estancia a la que solo podían acceder algunos privilegiados. Doramas quedó maravillado el día en que el Guanarteme lo invitó a visitarla, después de la ceremonia de su ingreso en la nobleza.
La magia de la mítica Cueva Pintada cargada de significado espiritual, unida al sopor que le produjo el olor de las hierbas aromáticas que ardían en la gruta, le causó una agradable sensación de paz no experimentada hasta entonces. Aquella atmósfera de misterio le hizo sentirse orgulloso de la herencia de sus antepasados, rica en tradiciones y creencias que se perdían en los tiempos del universo insular.
Pero la intriga y la sombra invisible de la traición empezó a gestarse en la mente de Araguarén, pariente lejano de Tenesor Semidán, que vio con recelo el hecho de no haber podido visitar aún el recinto sagrado, a pesar de haber expresado su interés en repetidas ocasiones. Que se tuviera esa consideración con Doramas, a quien consideraba un intruso en la organizada estructura social del clan, le resultó insultante. Además tenía una cuenta pendiente con él desde su participación en el asalto del que tuvo que huir de forma humillante.
Deseoso de encontrar motivos para que fuera expulsado de la nobleza, puso todo su afán en vigilar sus movimientos, incluso no teniendo reparos en hacer llegar al Guanarteme falsos rumores relativos a su comportamiento, por otra parte del todo intachable, aunque nunca pudo demostrar sus acusaciones. Sin embargo, no cesaba en su empeño y, aunque le llevó su tiempo, encontró la forma de involucrarle con sus argucias en un grave delito por lo que fue apresado y conducido ante el Sábor.
Muchos curiosos se acomodaron en el TagororTagoror Tagoror: gran círculo de piedra.: los nobles en los asientos de piedra dispuestos en el semicírculo al aire libre, y el resto en el suelo o de pie. Al llegar el Guanarteme precedido por guerreros con los banots en alto, toda la gente se postró ante él y uno de los nobles le limpió los pies retirándole el polvo del camino. Tomó asiento en un lugar destacado e hizo pasar al reo en medio de un gran silencio. Cuando lo acusaron de robar en el granero comunitario, Doramas intentó defenderse de tales infamias; inútilmente, porque nadie parecía dar crédito a sus palabras.
Le costaba asimilar aquella situación, sobre todo cuando se acordó del día en el que en ese mismo lugar fuera aclamado y ennoblecido. Enfrente tenía a Araguarén, que en todo momento esquivó su mirada. En cuanto los testigos que participaron en el registro de su cabaña declararon que habían encontrado varias vasijas de trigo selladas y tres carianas de higos pasados pertenecientes a uno de los silos del granero, el Guanarteme no pudo ocultar su decepción y con dolor dio la orden de que se administrara justicia, que en estos casos era muy rigurosa. El Faycán dictó sentencia.
Doramas fue despojado de su condición de noble y, lo más doloroso para él, también de su condición de guerrero. Allí mismo le cortaron el pelo y le confiscaron sus armas.
Privado de libertad, aquella misma noche su fiel amigo Maninidra acudió en su ayuda. Con varios guerreros leales sacaron al prisionero del encierro y lo condujeron a los parajes de Tirma donde las harimaguadas le dieron asilo, por ser este lugar sagrado donde cualquier reo podía sentirse protegido por mandato divino.
Seguro de la inocencia de Doramas, Maninidra ya había iniciado las pesquisas para desenmascarar a Araguarén y a los que sin duda le habían ayudado a urdir la trama. Supo donde indagar en busca de testimonios que eximieran de culpa a su amigo y no escatimó esfuerzos en ello. Uno de los guardianes del granero confesó el complot. Araguarén lo había obligado bajo amenaza de muerte a sacar los víveres y llevarlos hasta donde fueron encontrados. La acusación cayó por su propio peso y a Doramas se le restituyó su condición de GuayreGuayre Guayre: Consejero. con todos los honores.
En consecuencia, Araguarén fue juzgado y trasquilado por faltar a la verdad y pasó a desempeñar el oficio de carnicero, considerado el más vil, y reservado a malhechores y prisioneros de guerra.