El asalto

EL ASALTO
Guanariragua y otros miembros de la nobleza a los que había conseguido arrastrar con su influencia, desprestigiaron a Doramas y desataron rencillas entre los allegados del GuanartemeGuanarteme Guanarteme: Rey. que veían como el nuevo líder ascendía al escalón más alto de su confianza. Pero el joven guerrero siempre contó con el apoyo de su Rey, quién a menudo le confiaba misiones de guerra por su arrojo y valentía para dirigir los ataques contra el invasor. Esto fue despertando la envidia de algunos sectores de la nobleza reacios a tratarlo como un igual y deseosos de hacerle volver a la clase servil. A todos ellos se enfrentó Doramas aumentando aún más su fama de rebelde.
Igual que recorría la costa, a Doramas le gustaba andar por las crestas de las montañas y los lomos de los barrancos, y siempre que visitaba Telde bajaba hasta el cauce del barranco, donde abundaban los cernícalos. La espesura se asemejaba a los verdores del norte pero con vegetación más baja y laderas tapizadas de malvaviscos y taginastes azules. Desde el fondo del barranco podía disfrutar mejor de los numerosos saltos por donde se precipitaba el agua ruidosa. Allí se daba un baño y al llegar al desfiladero volvía sobre sus pasos para emprender el ascenso.
Un día de los que por allí andaba cruzando amplias laderas de cenizas volcánicas y deambulando por caminos de cabras hasta enfilar sus pasos en dirección al norte, su instinto le hizo pensar que le seguían y se internó en un bosquecillo de acebuches consciente de que se alejaba de su ruta. El paisaje se tornó árido y dificultoso, con penosas subidas y bajadas por escarpados pedregales y cuando se disponía a buscar un lugar desde donde poder observar bien a sus perseguidores, de pronto se vio rodeado por varios guerreros al mando de Guanariragua el Tuerto, que se plantó ante él esgrimiendo su espada de madera.
El motivo de aquel ataque sorpresivo no era otro que el de advertirle de que su nombramiento como noble no había sido legal y por lo tanto, si quería salir de allí con vida, tendría que admitirlo y renunciar al título ante él y los testigos que le acompañaban, apostados para cortarle el paso.
Guanariragua quiso negociar la rendición aprovechando que Doramas iba desarmado, pero no calibró la capacidad de reacción de su oponente que primero fingió con gesto compungido no tener más remedio que atenerse a sus razones, vista la situación. Pero, inesperadamente, lanzó un grito y dio un imponente salto, y de un golpe seco le arrebató la espada al Tuerto y lo empujó haciéndole rodar por una pronunciada pendiente, al tiempo que se revolvió dando patadas y mandobles de espada, y girándose sobre sí mismo, mientras que con la otra mano recogía piedras y las lanzaba con gran fuerza y acierto sobre los atemorizados guerreros.
Cigüé también se entregó a la lucha con total fiereza hasta que los desconcertados asaltantes emprendieron la huida creyendo que tenían delante al más que temido TibicenaTibicena Tibicena: perro rabioso, encarnación del mal..