Capítulo 1

1
El Poeta era bajito. Lo traía esposado una pareja de la Guardia Civil y entre aquellos dos cipresesCipreses Ciprés: árbol. En esta ocasión es sinónimo de alto. con tricornioTricornio Sombrero de tres picos. parecía aún más pequeño.
Le habían prendido allí mismo, en La Laguna, a solo unos minutos a pie de aquel Cuartel de Artillería donde ahora estábamos, y no había tenido tiempo de asearse. Llevaba el pelo crespoCrespo Dicho del cabello: Ensortijado o rizado de forma natural. descuidado sobre la frente huidiza. Cabezón, encorvado, tenía uno de esos rostros indígenas de facciones gruesas, donde queda bien la seriedad pero mejor la sonrisa. Iba en camiseta, con pantalones grises de paño ligero y caminaba con esa apariencia de fragilidad que confiere el reumaReuma Se habla de reuma o de reumatismo para referirse al conjunto de dolores o molestias relacionados con el aparato locomotor.. Se le sospechaba el temor en la forma en que contaba con los ojos las baldosas del suelo, en la manera de entrecruzar los dedos de sus manos unidas por los grilletesGrilletes Sinónimo de esposas. a la altura del vientre, como si rezara.
–Pedro García Cabrera. Nacido en Vallehermoso, La Gomera. PortavozPortavoz Persona que tiene autoridad para representar a un grupo o a una colectividad y hablar en su nombre por haber sido elegida para ello. en el Ayuntamiento de Santa Cruz. Militante socialista –recitó uno de los guardias mientras el cabo comprobaba que el reo estaba en su lista.
El otro, mientras tanto, le quitó las esposas y lo entregó a uno de los soldados.
Cuando la pareja se hubo marchado, el cabo ordenó:
–Ponlo en la segunda, con el boxeador.
El soldado abrió la puerta y la volvió a cerrar tras darle un empujón.
El Poeta tardó unos momentos en acostumbrarse a la luz del calabozo. Después, al verme, no pudo evitar que un dejo de temor se le asomara al rostro. Siempre tuve un aspecto temible, con mi nariz rota, mis ojos profundos y oscuros, mis hombros anchos, mis brazos de estibadorEstibador Profesional encargado de la manipulación de mercancías, así como de la carga y descarga de las mismas en los muelles.. Él no sabía que yo era, como él, un preso político y debió de pensar que era algún reo común: un maleante, un ladrón, acaso un asesino. Casi instantáneamente sonreí y le tendí la mano para tranquilizarlo.
–Tú eres Pedro, ¿verdad? –le dije a modo de saludo–. Yo me llamo Salvador González.
En su rostro prendió una chispa de reconocimiento.
–¿El Tigre de San Cristóbal?
–El mismo: Boro González, el Tigre de San Cristóbal –contesté poniéndome en guardia para que reconociera la pose en la que solía aparecer en los carteles. Luego le sonreí y le di una palmadita jovialJovial Que es alegre de modo que resulta festivo y apacible. en el hombro–. Aunque, tal y como pintan las cosas, creo que tardaré en volver a boxear.
Le noté el alivio y aproveché para indicarle que se sentara en el poyetePoyete Repisa, generalmente de la ventana o balcón. de piedra donde yo había estado tumbado hasta ese momento.
–Me detuvieron a mediodía –le conté, sentándome a su lado–. Llevan toda la tarde trayendo gente.
–¿Qué gente?
Pensé un rato intentando recordar.
–Socialistas, comunistas, Izquierda Republicana, CNTCNT La Confederación Nacional del Trabajo es una confederación de sindicatos de ideología anarcosindicalista de España, que desempeñó un papel fundamental en la consolidación del anarquismo en España en el primer tercio del siglo XX.… Están en las otras celdas. Lo que no creo es que traigan a nadie de Acción Católica o de FalangeFalange Falange Española fue un partido político español de ideología fascista​​ fundado el 29 de octubre de 1933 por Rafael Sánchez Mazas y José Antonio Primo de Rivera..
–¿Y tú?
–CNT –me limité a contestar.
Mi pertenencia al sindicato anarquistaAnarquista Persona que rechaza la necesidad del Estado o de un poder público que gobierne sobre las personas. no nos situaba, aparentemente, del mismo lado. Sin embargo, yo ya sospechaba que todos los que teníamos ideas progresistas estábamos ese día en un mismo bando.
Pasamos casi toda la noche charlando. Conversamos sobre sus libros (yo había leído dos), sobre mis combates (él había visto uno), sobre Gaceta de Arte y Cartones (las revistas en las que él colaboraba), sobre mi trabajo como estibador en el puerto, sobre su Gomera natal, sobre mi infancia en Las Palmas. Hablamos de todos los temas imaginables, menos de lo que estaba ocurriendo, como si quisiéramos disimular ante nosotros mismos que ese era realmente el único asunto en el que pensábamos.
Únicamente al filo de la madrugada, cuando ya el cansancio, más que el sueño, estaba a punto de vencernos (en consideración a su reuma le había cedido el poyete para que se tumbara, mientras que yo me había acurrucado en un rincón del suelo), le escuché decir:
–Esto no puede durar mucho. Lo único de lo que pueden acusarnos es de ser de izquierda.
–Eso es más que suficiente.
Se hizo un silencio. Luego, el Poeta, preocupado, dijo:
–Firmé una petición en el Pleno del Ayuntamiento para que destituyeranDestituyeran Expulsar [expulsaran] a una persona de su cargo. a Franco.
–¿Y prosperó?
–¿A ti qué te parece?
Miramos a nuestro alrededor, a las sombras que dejaban adivinar los barrotes. Al instante, me di cuenta de la estupidez de mi observación. Como si nos hubiéramos puesto de acuerdo, soltamos una carcajada incontenible, que duró hasta que el cabo vino a ordenarnos silencio.
Compartimos aquel silencio y aquella oscuridad. Un silencio y una oscuridad que durarían ocho meses.


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