Capítulo 2

2

Una prisión flotante es un barco como otro cualquiera. Basta con que alguien sea retenido a bordo contra su voluntad para que ese barco se convierta en una prisión. En una prisión que flota. En una prisión flotante.
En la radaRada Bahía o ensenada en la que pueden fondear los barcos para abrigarse del viento. del puerto de Santa Cruz de Tenerife se divisaban claramente cinco barcos convertidos en prisiones: el Santa Rosa de Lima, el Santa Elena, el Gomera, el Adeje y el Porto Pi. Y, junto al Santa Rosa, desplegaba sus cuatro mástiles el Galatea, el buque escuela de la Armada, cuyos guardiamarinas servirían de refuerzo a nuestros guardianes.
Nos habían reunido en el muelle. Rodeados por los soldados, hacíamos corrillos o nos sentábamos en el suelo, a esperar, agobiados por el calor, la sed y el hambre.
Había hombres de todas las edades y oficios. Llamaban la atención los cargos electos de las elecciones de febrero. Pedro, el Poeta, era uno de ellos. Enseguida me presentó a Nicolás, su compañero de grupo en el Ayuntamiento. También a los hermanos Illada, Lucio y Manuel, de Tacoronte. Eran hombres jóvenes, de rostros inteligentes, educados. Lucio era Presidente de la Mancomunidad. Pero, además de eso, era un hombretón. Enseguida adiviné que, de entre todos ellos, era el único capaz de aguantarme un par de asaltos.
Mientras charlaban, me distraje porque vi a camaradas cenetistas: Manolo Prieto y los dos Antonios, el Portuario y el Albañil.
Antonio, el Albañil, señaló despectivamente con la mirada al grupo de socialistas.

–¿Qué hay, compañero? ¿Aburguesándote? –me preguntó poniéndome sobre el hombro una de sus enormes manazas callosas.
Me quedé parado un momento, sin saber qué responder. Fue Manolo Prieto el que tomó la palabra.
–Antonio, no seas bestia –le dijo con rabia, pero procurando que no le oyeran los soldados–. Ahora mismo el enemigo no son esos, sino los de los fusiles. Los mismos fusiles que les apuntan a ellos nos apuntan a nosotros.
Nos fueron embarcando en grupos de veinte. Las lanchas iban abarrotadas, con la fusilería apuntándonos desde popa y nosotros arrebujadosArrebujados (arrebujarse)  Cubrirse bien o envolverse [una persona] con la ropa de la cama o con una prenda de vestir., procurando movernos lo menos posible.
A nuestro grupo le tocó el Santa Rosa. Nos reunieron en cubierta y el alférez al mando nos endilgó un discurso en el que nos explicaba que se nos prodigaríaProdigaría Prodigar: Dar con generosidad una cosa que se tiene o ponerla al servicio de los demás. buen trato y gozaríamos de ciertas comodidades. Confiaba en que nos comportáramos como caballeros y en que tuviéramos una agradable convivencia.
–Pero –agregó– cualquier insubordinación, el más mínimo atisboAtisbo Principio de algo que puede ser interpretado como una señal de ello. de desobediencia, será castigado con la más rigurosa firmeza. En cuanto a la evasión, será mejor que ni siquiera se permitan soñar con ella.

Nos bajaron a la bodega de carga y nos encerraron allí, sin un triste camastroCamastro Cama incómoda, pobre y en mal estado.; un centenar de hombres hacinadosHacinados El término hacinamiento se utiliza frecuentemente para hacer referencia a acumulación de individuos o de animales en un mismo lugar, el cual no se halla físicamente preparado. en aquel agujero con el aire enrarecido por la humedad. Había agua potable, bombeada desde cubierta. Pero, por lo demás, reinaba la más completa escasez de mobiliario y, lo que era peor, de alimentos. Desde nuestra detención (y algunos habíamos sido detenidos hacía dos días) nadie se había preocupado de darnos de comer.
Algunos, desfallecidos, se sentaron en el suelo. Otros comenzaron a organizarse. Yo sentía ese dolor en la boca del estómago que da el hambre y tenía medio nublada la vista, pero enseguida atendí a los que me llamaban para que les ayudara. Habían encontrado unas pacas de pajaPacas de paja Se denomina paca​ de paja, bala de paja a un bloque de paja, normalmente prensado, que sustituyó en gran medida a la parva como método de preservar alimento para los animales., cuerdas y lonas, y se aplicaban a la tarea de construir jergonesJergones Jergón. Colchón relleno de paja, hierba o esparto sin puntadas o bastas que mantengan repartido y sujeto el relleno. y hamacas. Los Antonios y los Illada convocaron una asamblea. Se acordó que, para tratar con los guardianes, se establecería un comité formado por un comunista, un socialista, un cenetista y un miembro de Izquierda Republicana. En solo media hora, mientras los demás seguíamos preparando los lechos, se había organizado una protesta reclamando alimentos.

Era 20 de julio de 1936. El general Sanjurjo se había matado en un accidente de aviación en Portugal, alguien en algún lugar de España escondía un ejemplar de El rayo que no cesaEl rayo que no cesa El rayo que no cesa es el título de un libro de poemas escrito por Miguel Hernández y publicado por primera vez en 1936 por Ediciones Héroe.​ de Miguel Hernández, y a las bodegas del Santa Rosa los soldados bajaban unos calderos de café caliente y latas de leche condensada, para calmar el hambre y la ira de unos presos que aún no sabían de qué se les acusaba.



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