Alan entró en su habitación para cambiarse de ropa antes de ir a cenar y vio sobre la mesilla unas gafas. Eran redondas, de cristales gruesos, pasta marrón y muy antiguas, aunque parecían perfectamente conservadas. Las miró con curiosidad. Se preguntaba de quién podían ser y cómo es que estaban en su habitación. Quizás fueran del tío Tranquilino, que siempre llevaba cosas extrañas en los bolsillos para atraer la suerte, pero no era costumbre de él entrar en su habitación. No podía ser.
Las cogió de la mesilla, se sentó en la cama y limpió la arena que llevaba incrustada en los cristales. Se animó a ponérselas.