UN ENEMIGO SOBRE UN ÁRBOL

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UN ENEMIGO SOBRE UN ÁRBOL

También advirtió que el tío Tranqui, después de entonar una canción en un lenguaje incomprensible, salía todas las mañanas muy temprano por la ventana. No se sabía a dónde iba ni con qué intención, pero regresaba horas después, cuando el sol salía por el horizonte. Por ese motivo, una mañana, llevado por la curiosidad, Alan madrugó, le puso a Rufo la correa y salió disparado como una flecha tras sus pasos.

Lo siguieron durante media hora, ocultándose tras los matorralesMatorrales Matorrales: Terrenos sin cultivar, en el que hay una formación vegetal de matas, arbustos bajos y maleza en general. para no ser vistos, hasta que el tío se detuvo a las afueras del barrio. Se sentó en un banco de madera bajo el flamboyánFlamboyán Árbol de la familia de las leguminosas, oriundo de México, de tronco ramificado y flores abundantes y muy vistosas, de color rojo encendido. de un parque, rebuscó en su riñonera y sacó una caja de fósforos, una bolsa pequeña de tela y unos palitos alargados, como los de la canelaCanela Sustancia de color ocre rojizo, olor muy agradable y aromático, obtenida de la corteza de las ramas del canelo y otras plantas, que, en trozos o molida, es usada como condimento, particularmente de platos dulces. que su madre conservaba en la cocina en tarros. Desde su observatorio, Alan no le quitaba el ojo de encima. Tampoco Rufo.

Pero cuando Alan comenzaba a preguntarse para qué servían todas aquellas cosas sacadas de la riñonera, el tío Tranqui se levantó del banco. Miró hacia lo alto del flamboyán, se encaramó al tronco y trepó por sus ramas como si fuera un niño —y eso a pesar de su regordeta barriga de hombre viejo—. Luego acomodó el culo sobre una rama gruesa y arrancó una misteriosa canción con las manos en la cara y los ojos cerrados. Alan ya no tenía dudas: el tío Tranqui estaba como una cabra.

Sin embargo, al verlo sentado sobre aquella rama, recordó enseguida a Joaquín Torres, un chico de su cole que le caía como una patada en los dientes, un bravucónBravucón Que presume de ser valiente sin serlo. que se las daba de mayor y no hacía otra cosa que presumir de padre. Decía que era el hombre más fuerte y mañoso de todos los puntales de la lucha canaria y que podía tumbar a un león de cien kilos con una simple agarrada. Bueno, eso decía el muy fanfarrónFanfarrón Que presume de lo que no es., porque nadie había visto a su padre en el colegio ni una sola vez.

Aunque había algo aún más desagradable en Joaquín Torres: cuando se hacía el duro y se cruzaba con Alan por los pasillos. Entonces lo empujaba por la espalda para que se cayera al suelo y que los demás niños se rieran a carcajadas de él. O, si no, se metía con él en el recreo. Trepaba al árbol que había en el patio del cole y le lanzaba semillas —unas vainasVainas Vainas: Cáscara alargada y tierna en que están encerradas algunas simientes, como las judías, las habas y otras muchas. enormes como maracasMaracas Instrumento musical de percusión hecho con el fruto vaciado del totumo y relleno con         semillas secas.— mientras le gritaba con ganas: «¡Toma ya! ¡AlanBrito! ¡Carapeo! ¡Enanito rarito!». Así, una y otra vez, hasta hacerlo correr hacia el lado opuesto del patio para que las semillas no le acertaran en la cabeza y le hicieran un chichón.

Una mañana la directora del cole, con las manos en la cintura y muy enfadada, lo hizo bajar inmediatamente del árbol. Se lo repitió varias veces. Y cuando bajó por fin, a regañadientes, le dijo:

—Joaquín Torres Peñate, míreme a la cara y escúcheme bien. No quiero volver a verlo subido a ese árbol, ni hoy ni mañana ni el año que viene; porque, si lo vuelvo a ver ahí, le pongo un parte y llamo a su padre al momento.

Pero el muy burro se le enfrentó:

—Como si me quiere poner uno entero… —le dijo—. Ya se lo diré yo a mi padre, que le va a poner los ojos morados como dos berenjenas.

Por supuesto, estuvo dos semanas sin salir al recreo. Y su padre no le puso los ojos morados a la directora porque nunca se presentó en el colegio ni se dio por enterado. Lo dicho: Joaquín Torres era un fanfarrón que caía mal hasta de espaldas.



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