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LA COSTA DE LOS ESQUELETOS
A la mañana siguiente, nada más despertarse, Alan se sobresaltó al mirar a su alrededor. Estaba en su habitación. Buscó las gafas bajo la almohada, a sus pies, bajo la cama y sobre la silla sin éxito. Cuando ya imaginaba que las manos diabólicas de su hermana Laura eran las responsables de su desaparición, las vio sobre la estantería. Se preguntó en qué momento las había dejado allí y dónde había dormido esa noche: ¿en la aldea de Timba o en su dormitorio? Era la primera vez que se hacía esa pregunta. De pronto había llegado a dos conclusiones: si se quitaba las gafas, siempre regresaría a su habitación; y, lo más importante, las gafas eran invisibles en el mundo de Timba.
Se las volvió a poner y, al momento, el sol caluroso del desierto le dio en la cara. Avanzaba sobre el camello a paso lento por un territorio de dunas pedregosas, estrechas gargantas y ríos secos. A lo lejos se veía el mar. Ahora su aspecto era distinto. Con la cara y el cuerpo untado con aquel pastoso ungüentoUngüento Ungüento: Sustancia con la que se unta el cuerpo o cualquier superficie. rojizo, unas sandalias, collares al cuello y un taparrabos como única vestimenta, parecía un adolescente del Kraal. Había crecido sin darse cuenta. Parecía más fuerte que antes. Sonrió. Su nuevo aspecto le gustaba.
Tras una larga caminata, llegaron a la Costa de los Esqueletos, un cementerio de barcos embarrancadosEmbarrancados Quedarse una cosa atascada en un barranco o en un atolladero y desperdigadosDesperdigados Separar las cosas que formaban un conjunto a través de kilómetros y kilómetros de arena blanca. Unos en la orilla del océano, otros sobre las dunas, como si el mar los hubiera arrastrado hasta allí y después hubiera desaparecido. Timba le contó que las agitadas aguas del mar y la densa bruma del lugar hacían encallar a los barcos en aquella costa, y que, en otros tiempos, habían sido motivo de pillajePillaje Robo, rapiña o estafa. para piratas y aventureros en busca de tesoros.
A Alan le pareció un lugar tenebrosoTenebroso Que está oscuro o en tinieblas.. Solo se oía el silbido del viento arrastrando la arena y el estruendo de las olas que se formaban en el mar. Al fondo, cientos de esqueletos de embarcaciones abrasados por el sol, ahora sin ningún interés para nadie, ni siquiera para las hambrientas gaviotas que habían dejado de revolotear sobre la playa.
Nadaron hacia uno de los barcos, el que parecía estar mejor conservado, y ascendieron hasta la cubierta por unas escalinatas herrumbrosasHerrumbrosas Que tiene herrumbre. Oxidadas. a punto de desbaratarseDesbaratarse Estropearse.. Una bruma densa se extendía por toda la cubierta y se filtraba por los ojos de bueyOjos de buey Ventanillas en forma de orificios circulares practicados en las mamparas exteriores de los barcos, cámaras industriales, aviones, ... de aquel barco a la derivaDeriva Sin gobierno, dirección o rumbo fijo. ya sin tripulación. Las olas encrespadas lo azotaban con crudeza por barloventoBarlovento Parte de donde viene el viento respecto a un punto o lugar determinado., moviéndolo de un lado a otro.
Bajaron y curiosearon por el barco: por los camarotes de los oficiales, que estaban desordenados; por la sala de máquinas, por el comedor de la tripulación… Sin embargo, cuando llegaron a la cocina, algo les inquietó. Los calderos permanecían calientes, aunque no había comida en su interior, y la mesa estaba preparada con platos y vasos, como si se esperara a una tropaTropa Multitud o reunión de gran número de personas. para comer. Y aún les faltaba lo más extraño por ver. Cuando visitaron el puesto de mando del capitán, una taza de café humeante y recién puesta descansaba junto al timón. Miraron para todos lados. Les pareció ver una sombra fugaz que pasaba de largo tras los cristales del puesto de mando. Un escalofrío les recorrió el cuerpo. ¿Alguien vivía en aquel barco?
Al instante, oyeron el ruido ensordecedor de unos hierros retorcidos y el ronquido apagado de un motor. De pronto, el barco se balanceó como si intentara desclavarse de donde estaba encallado. Salieron a cubierta para ver de dónde salían los crujidos y fue entonces cuando se toparon con ellos: tres hombres demacradosDemacrados Provocar que una persona se adelgace o adquiera un aspecto enfermizo. como la muerte con sus ropas de piratas hechas añicos y una mirada aterradora.
Al ver a Timba y a Alan de frente, soltaron un largo gruñido. Corrieron hacia ellos con las manos sobre las espadas que les colgaban de la cintura, sin pisar el suelo, pues parecían volar sobre la cubierta en vez de caminar como cualquier ser humano.
No les hizo falta más. Alan cogió a Timba de la mano, que se había quedado paralizada ante aquella visión espeluznante, y corrieron a lo largo de la cubierta como almas que lleva el diablo. Descendieron por las escalinatas herrumbrosas del barco, se tiraron al mar embravecido y nadaron, nadaron lo más rápido que pudieron, alejándose de aquel navío fantasma hasta llegar a la orilla y tirarse agotados sobre la arena.
Aún sin aliento, observaron cómo el barco se iba estabilizando y comenzaba a navegar lentamente hasta desaparecer por alta mar, como si no hubiera estado encallado durante décadas en aquella costa.
Impresionados por la experiencia —nunca más volverían a la Costa de los Esqueletos, no deseaban luchar contra algo que no comprendían—, decidieron regresar al Kraal antes de que cayera la noche. Las noches del desierto eran muy frías y ninguno de los dos había llevado pieles para cubrirse. Había que darse prisa, así que alentaron a los camellos a correr.