»Por otro lado, Galdós llegó a Madrid y se encon- tró un mundo de cambios políticos mareante. Así, un chico que salía de esa ciudad que te he descrito entra en la villa y corte, capital de una España zaran- deada de lado a lado. Y es testigo del SexenioSexenio Sexenio: Periodo de 6 años. Revo- lucionario, la conspiración y las revueltas que aca- barían con el reinado de Isabel II para dar paso al gobierno provisional del general Serrano.
»Presenció el cortejo fúnebre del general Prim, asesi- nado en 1870, la llegada al trono de Amadeo de Saboya y su posterior abdicación, la Primera República…
—Calla, calla… ¡Ya! No puedo asimilar tanta información. Mi serenidad cotidiana no puede con este tiovivo de hechos…
—Vaya, ¿pues no te me pareciste a Don Benito?
«Mi serenidad cotidiana», ¡madre mía…! Pues eso mismo pudo haberle ocurrido a un Galdós que, encima, resultó ser un hombre comprometido a más no poder —concluyó Gara como quien resuelve un complejo crucigrama.
—Claro, allí tanto y en Canarias tan poco
—resumió Irina.
—Eso tampoco es justo. Pensemos… Lo que creo que ocurrió es que empezó a ver y a transcribir la vida en papel. Su obra, de un realismo a lo bestia, pasó a lo nacional para convertirse, con el paso de los años,
en universal. Él escribía lo que veía. Como un perio- dista, pero con estilo novelístico. Fue para estudiar Leyes y su pasión hizo que las leyes naturales lo aca- pararan. El naturalismo, lo cotidiano, lo cercano…
—Madre mía, Gara. La indígena enseñándome acerca de Pérez Galdós y seguro que sin haber leído nada de sus novelas. Y este rollo último que me has endilgado de sopetónSopetón Sopetón: Sorpresa que causa un hecho que se produce de manera inesperada. y sin anestesia, ¿qué explica?
—preguntó Irina.
—¿Que qué explica? Te estás mostrando más corta que febrero. Pues tal vez el porqué no escri- bió sobre Canarias. Su misión literaria entró en otro ámbito. Y bien que podría haber hecho algo sobre Canarias, pero no lo hizo, ¿y eso explica que no qui- siera a los suyos? Pues no.
»Y un apunte que cubra un poco tu ignorancia, que no la mía. En 1862 se celebró la Exposición Provin- cial de Bellas Artes y nuestro Don Benito recibió una mención honorífica por su obra Boceto sobre un asunto de la historia de Gran Canaria sobre la conquista y ren- dición de la isla. ¡Me toca muy de cerca! ¿O no, listi- lla? Esto lo pillé de una hoja que Manuela se olvidó en la biblioteca. ¡Mira que sabe la calladita!
—¡Vaya si te toca de cerca, con los años que hace y lo mayor que tú eres… ja, ja, ja! Es bromita, compi. Sigamos con lo importante. ¡No es que lo tuyo no lo sea! Tienes razón en todo. Yo creo que sí quería a su tierra.