Yolanda, Teo, Pablo y Plácido, principalmente, fueron llenando la cabeza de Irina de información difícil de procesar por el gran desconocimiento que ella tenía sobre el escritor canario.
Ya de vuelta a casa pensaba que, por un lado, había hecho bien en escoger a Don Benito, pero por otro… no se veía capaz de sintetizarSintetizar Sintetizar: Exponer de forma breve, escrita u oral, y a modo de resumen, un conjunto de ideas fundamentales relacionadas con un asunto o materia que estaban dispersas. su enorme obra lite- raria. Así que, un poco descorazonada, fue nueva- mente a la Plaza de la Feria para acercarse al hombre hecho bronce.
Empezó a leer Tormento, una de sus muchas
novelas, publicada en 1884:
Tan deseosos estamos los dos de contar nuestras cuitasCuitas Cuita: Desgracia o circunstancia adversa. y de dar rienda suelta al relato de nuestras andanzas y felicidades, que no sé si tomar yo la delantera o dejar que empieces tú…
Dejó de leer y miró la estatua.
—¿Quién eres, Benito?, ¿quién te inspiró? ¡Dime algo! ¿Renegaste de tu tierra? No lo creo. ¡Ayúdame a quererte y a que te quieran, por favor! —hablaba para sí Irina cuando la pena comenzó a brotar de sus enormes ojos negros.
Imagen de la vida es la novela y el arte de compo- nerla estriba en reproducir los caracteres humanos, las pasiones, las debilidades. Todo esto sin olvidar que debe existir perfecto fiel de balanza entre la exactitud de la belleza de la producción.
—Don Benito, ¿es usted el que me habla?, ¿quién me gasta esta broma?
A punto de salir huyendo o de desmayarse tal vez, alguien agarró la mano de la muchacha para que se contuviera. Y es que Irina había oído voces, aunque…
¡estaba sola en la plaza!
—¡Chacha, chaaaacha! Relax, compi, relax.
¿Cómo te va a hablar una estatua de bronce, amiga? Aunque la otra opción tampoco te libraría del psicó- logo, ¡ja, ja, ja! Soy yo, Gara. ¿No te acuerdas de tu amiga? ¡Ga-ra!
Gara era la amiga de Irina que tanto le había ense- ñado sobre la historia de los antiguos canarios. Vino por primera vez, desde el pasado indígena, para ayu- darla en un trabajo del colegio hace unos años y, desde ese momento, se hicieron amigas.
De vez en cuando recibía la visita de su antepa- sada a través de una línea del tiempo segura, como ellas mismas decían. «Siempre que se respeten las normas no pasará nada», le recordaba la bella indí- gena a cada rato.
Era un secreto muy bien guardado. Y es que los caminos adelante y atrás de la historia habían de transitarse con respeto y mucho cuidado. Es lo que tienen los viajes en el tiempo. Sobre todo, si en tu tiempo no querías acabar en el psiquiatra.
Al principio era Irina la que aprendía de la indí- gena Gara, pero se dieron episodios en los que le enseñaba cosas actuales, como aquella vez que la llevó a la Fiesta de la Rama de Agaete.