Hemos hablado… digo, he pensado que te puedes encargar de la faceta de Don Benito como dibujante y músico, y la relación con Canarias. Sé que es la parte menos conocida, pero tal vez tú…
—Está bien, lo tengo todo controlado. He com- puesto un arrorró para piano y voz con una cuarteta que pudiera ser de Don Benito, aunque últimamente su autoría ha cambiado de dueño. Parece ser que estaba en poder de Don Benito, pero que no la había escrito él. Su hija, María, siempre dijo que su padre la escribió, pero se ha estudiado que no es así. Sea o no sea suya, he querido ofrecérsela como homenaje. La segunda estrofa la compuse yo:
Arrorró, arrorró (bis). Duérmete, niño chiquito, mientras tu madre canta
y arrulla junto a la cuna al hijo de sus entrañas.
Duérmete, gran Benitillo, sueña tu tierra canaria, que ya la luna se asoma
y el Roque Nublo te ampara.
Arrorró, mi niño, arrorró, mi amor (bis). Arrorró.
—¡Guaaaaauu! ¡Qué maravilla! Con esto lo petamos seguro. ¡Te pasaste, colega! ¡Eres lo más! Nunca había oído…
—También me he vuelto a encontrar con él a través de sus dibujos. Fíjate, estamos sobre el suelo en el que se alzaba el Castillo de Santa Ana, derri- bado en 1859. Mira, mira este dibujo, es del castillo que te digo. Y también se ve la muralla norte de la ciudad. El dibujo es de Don Benito. ¡Mira, mira…! Además, estoy releyendo los Episodios Nacionales para niños. Y de sus cartas con diferentes personajes se puede deducir…
—Compi, compi… ¡Paaaara! ¿Sabes que eres la mejor? ¿De dónde salió esa inteligencia y ese palabre- río? Si pensé que estabas en el insti para decorar una esquina. Tan sigilosa como un fantasma… ¡Gracias, universo, por hacerme testigo de tan bonito milagro!
¡Ven aquí que te bese, ven aquí!
—Hablando de fantasmas. ¿Tienes un rato y te cuento algo?
—¿Vas a contarme algo? ¿Tú? ¿Y esto a qué se debe? ¡El cambio climático pudiera ser! ¡A ver, que me muero de curiosidad!
Y como si nada de lo que había dicho Irina en plan burla le hiciera daño, la pequeña comenzó a leerle algunas partes de Necrología de un prototipo, cuento de Don Benito publicado en El Ómnibus el día 1 de diciembre de 1866 y que firmó con el pseudónimo
- de V.:
Allá a espaldas del coro se eleva el más enorme ins- trumento músico que han inventado los hombres. Un complicado sistema intestinal lo compone: cada intestino es una nota, cada serie de tubos un tono. Sus voces son las del violín, la del oboe, la del arpa, la del gallo, la del ruiseñor, la del pavo. Suena, muge, canta, trinaTrina Trina: Enfado., ronca, ensordece y calla.
Todos los sonidos que en la naturaleza existen están allí archivados y clasificados.
El hombre de la capa se acerca, llega y exclama:
fiat armonia…
El hombre de los rezos era una especie de excre- cencia: parecía que se había criado como un liquen en las piedras del edificio. De seguro un naturalista le hubiera echado el lente creyéndole una magnifica estalactita…
¡Qué feo era! Su piel semejaba al forro de un Decretalium thesaurus mil veces leído: los huesos de la cara pugnaban por salir a luz pública, la barba, que daba muestras de afeitarse en los días de solem- nidad, estaba compuesta de una treintena de pelos, situados a tiro de ballesta, y tan rígidos y blancos como menudos filamentos de vidrio…
¡Aquel hombre era el elemento musical de este templo…!
Su cuerpo… pero aquello no era cuerpo…
[…] Pero ya no existe, señores. Está allá, más arriba de toda esta maquinaria. Agitó las grandes alas de su capa y cruzó el espacio como un animal apocalíptico. Hoy la catedral está sorda: le falta su tímpano sonoro…