—¡Compañeraaaa…! ¿Y esto qué es? Madre mía, no entiendo. ¿Algo como el Jorobado de Notre Damme?
—Pues algo así. He extraído algunos trozos del cuento para que veas la relación de Don Benito con la música. Este ser horrible, tal y como lo describe Don Benito así lo parece, era el palanqueroPalanquero Palanquero: Persona que apalanca. del órgano de la catedral. Y cuenta que, cuando él murió, la cate- dral se quedó sorda. Pero lo mejor es el final, que no te lo cuento para que tú lo leas. Y así te acercas más a Don Benito.
—¡Ah, no, mi niña! ¡Tú no me dejas con la intriga!
¡Venga, venga! DesembuchaDesembucha Desembuchar: Decir todo cuanto sabe y tenía callado. que hoy te vas a quedar vacía de palabras para un par de siglos por el esfuerzo que has hecho. ¡Ja, ja, ja!
—Pues cuentan… Mejor te lo leo:
Por las noches (esto no puede acabarse sin un epílogoEpílogo Epílogo: Parte final de un discurso. plástico terrorífico) a la hora en que (cómo decirlo…) a la hora en que los búhos… (así va bien) surgen con siniestro vuelo… (perfectamente) de entre las tumbas; a la hora en que reina el silencio en la catedral y las sombras envuelven el ancho recinto, se ve (el sacristán me lo ha dicho) vagar un fantasma por las capillas: se arrodilla, murmura una plegaria, una salmodia, un réquiem (¡qué miedo!). Después de recorrer toda la catedral sube al coro; se le ve empuñar la palanca del órgano; la mueve con afán, con ímpetu, con entusiasmo. De la voluminosa caja que el espectro anima, salen millares de sonidos; pero, señores,
no se asombren ustedes, son sonidos que no suenan, son espectros de sonido, música celestial, señores míos. Con ella he hecho este artículo que es… es espectro de un artículo.
—¡Qué pasada! ¡Me encantan las historias de miedo! ¡Y qué chachi cómo va escribiendo entre paréntesis lo que se le va pasando por la cabeza! ¡Es mi ídolo Don Benito! ¡La bombísima! ¿Te imaginas de noche en la catedral contando este cuento a los coleguitas? Se me pone la piel de gallina. A mí no me asusta porque yo no creo en los fantasmas ni en nada de esas cosas, pero a Inma, la del C, le darían los choques…
—¿Que no crees en los fantasmas, Irina? Yo creo que sí crees porque…
—¡Eh, no te equivoques! Yo no creo en fantas- mas. Que yo hable sola o que alguna vez haya tenido amigas imaginarias no significa que existan. ¿Tú te crees que yo estoy loca o algo así?
—No, muchacha. No lo creo. Lo que te quería decir es que todos creemos en los fantasmas. Es divertido creer. Pero de ahí a que existan…
—Bueno, venga, a ponerte manos a la obra con la parte de la tarea que te ha tocado —dijo Irina tratando de mantener la compostura—. Nos vemos en clase.
Manuela recogió sus cosas y se fue a casa a ponerse manos a la obra, como le dijo Irina. No, no estaba enfadada. Estaba feliz de poder colaborar en una tarea con alguien y ofrecer todo lo que llevaba dentro.