Capítulo 1

Estaba amaneciendo, el Sol andaba aún medio dormido cuando sintió gritos, oyó lamentosLamentos Lamentos: Gemidos y escuchó palabras malsonantesMalsonantes Malsonantes: Ofensivas que lo sobresaltaron.

—¿Por qué todo tiene que ser siempre para ti?

—Tú lo que tienes es envidia. ¡Eres una envidiosa!

—Y tú una egoísta. ¿Cuándo has compartido algo con las demás?

—Tú tampoco lo haces, así que no eres mejor.

Pero ¿qué ocurre? El Sol asomó la cabeza sobre la Tierra. Oía aquellas voces y no sabía de dónde venían ni quién hablaba de esa manera. Afinó su oído y su vista y, finalmente, descubrió a las airadasAiradas Airadas: Furiosas contrincantesContrincantes Contrincantes: Competidoras en un rincón del Atlántico. Sus rayos fueron iluminando las aguas del océano y, bañándose en ellas, descubrió un archipiélago de pequeñas islas. Las dos del centro eran las que más gritaban. Se notaba que había dos bandos y que ellas llevaban la voz cantante.

Cuando el Sol se acercó, la mayor del bando situado al oeste estaba diciendo:

—Tienes la piel seca y reseca, no la frondosaFrondosa Frondosa: Boscosa verdura que a mí me cubre.

—Pero la arena de mis playas es dorada y auténtica. ¡No como la tuya, prestada! —contestó enojada su vecina del bando oriental.

El Sol creyó que era oportuno intervenir:

—¡Buenos días!

—Buenas —saludó una de mala gana.

Las demás se limitaron a mirar de reojo.

—No deseo molestar —se disculpó el astroAstro Astro: Sol—, pero sus gritos me han despertado y me gustaría saber qué ocurre.

Se apresuró a contestarle una de las jefas, una isla que se distinguía porque tenía en el centro un gigantesco volcán que dormitaba.

—Aquí ocurre lo de siempre: que algunas no son capaces de aceptar la superioridad de las demás y se mueren de envidia.

—Pero ¿qué dices? —gritó la que estaba enfrente y, dirigiéndose al Sol, añadió—: Quizá usted quiera ayudarnos. Desde ahí arriba seguramente puede verlo todo con mejor perspectivaPerspectiva Perspectiva: Vista. Discutimos sobre cuál de nosotras es la mejor. Usted podría sacar de dudas a estas neciasNecias Necias: Tontas. Acérquese, ilumine bien mis barrancos, la rubia arena de mis costas, la belleza de mis formas.

—¡Tendrás cara! ¡Tu suciedad es lo que va a iluminar!

—¡Ya está bien! —interrumpió el Sol—. No entiendo esta discusión inútil.

 

Capítulo 2

Todas callaron y mostraron su mejor perfil mientras el Sol las miraba una a una. Recorrió con su brillante mirada cada rincón. Observó valles frondosos, pequeños desiertos, rocas descomunalesDescomunales Descomunales: Enormes, extensas llanuras costeras, acantilados vertiginososVertiginosos Vertiginosos: Rápidos, montañas de fuego, fuentes de agua, cumbres heladas, mares de lava, árboles inverosímiles y paisajes imposibles de describir. Cada una con su forma, su tamaño, sus colores, las rivales exhibían gran variedad de aspectos y, objetivamente, no era posible decir que una era mejor que la otra. Todas tenían algo que las hacía únicas y así lo manifestó el Sol.

—Todas tienen algo en común y todas son diferentes. Me gusta tu verdor, tu exuberanciaExuberancia Exuberancia: Abundancia, el enorme volcán que late en tu corazón; pero también me agrada su paisaje desértico, austeroAustero Austero: Sobrio, ahorrativo, llano, su forma estilizadaEstilizada Estilizada: Esbelta, elegante, la suavidad de sus costas —dijo señalando a una isla alargada que estaba en un extremo—. Igualmente, me complace ver la forma redonda de esa otra, pequeñita, abruptaAbrupta Abrupta: Escarpada, empinada, vertiginosa…

—Está claro que yo soy más esbeltaEsbelta Esbelta: Delgada, elegante. Esa, tan pequeña y regordeta, nunca podrá lucir sus atuendosAtuendos Atuendos: Vestidos con la misma elegancia que yo —insistía la altivaAltiva Altiva: Arrogante isla vecina.

Por respuesta se escuchó un agudo silbido que ensordeció a todas.

—Mantienen una lucha inútil. ¿No sería aburrido que todas fueran exactamente iguales?

—Creo que tiene usted razón —le dijo al Sol la isla más pequeña de las occidentales, que era, además, la más joven y rara vez se escuchaba su voz.

—¡Tú cállate! —dijo la isla mayor—. ¿Quién te ha dicho que puedes hablar?

—¿Quién es esa atrevida? —preguntó su principal rival.

Al Sol le extrañó que no se conocieran entre ellas.

—¿No habías visto nunca esa isla triangular, la que está más alejada en el océano?

—Pues no, es tan minúscula que ni me había dado cuenta de que estaba ahí.

El Sol vio que se le estaba haciendo tarde. No podía quedarse más tiempo discutiendo con las testarudas islas, pero antes de alejarse dijo:

—No había conocido nunca unas islas tan tontas. En tantos años no han comprendido que la unión las hará más fuertes.

—¿Las siete juntas? ¡Imposible!

—¿Cómo que siete? —gritó un islote al norte de la isla más oriental, la isla de la sal—. A mí nunca me cuentan, ya estoy harta, ¡yo también existo!

—¡Ay, qué graciosa! Siete u ocho, ¿qué más da? —opinó una de ellas—. Lo importante es ser la número uno.

El Sol comprendió que era inútil impedir que se pelearan y siguió su camino mientras las islas continuaban discutiendo.



Capítulo 3

El mar le hizo señas al Sol para que se inclinara, quería contarle algo sin que las islas lo oyeran. A medida que aquel susurraba su relato, el Sol abría los ojos con expresión de asombro.

—No está muerto, sino dormido, ¡y no me gustaría que se despertara! —aseguró el mar, mirando con receloRecelo Recelo: Desconfianza a la isla donde reposaba la descomunalDescomunal Descomunal: Enorme mole—. Aún recuerdo aquella vez. No sé por qué estaba tan enfadado. Despertó de repente echando fuego por la boca.

La mañana siguiente, el Sol volvió a visitarlas. Estaban todas arreglándose para comenzar el nuevo día. Las más coquetasCoquetas Coquetas: Presumidas miraban su imagen reflejada en el espejo azulado del mar y aprovechaban las olas para refrescarse y lavar sus costas. Estaban silenciosas, cada una a lo suyo, ni se miraban, como si no hubiese nadie más alrededor, una actitud que el Sol se encargó de criticar.

—Les advierto que esa enemistad que mantienen es muy peligrosa. Si continúan así, la naturaleza las castigará por soberbiasSoberbias Soberbias: Orgullosas. Todas poseen algo único, pero el origen es el mismo y, por tanto, el destino también será el mismo. Este mar que las separa guarda en sus profundidades el secreto de su unión. ¡Han tenido mucho tiempo para conocerse, aceptarse y aprender a convivir! Recuerden:

ArrulladasArrulladas Arrulladas: Acunadas por el mismo mar,

nacidas en la misma cuna,

son diversas, pero siempre una.

Las islas se burlaron de las necedadesNecedades Necedades: Estupideces del viejo astroAstro Astro: Sol y cada cual continuó con sus tareas sin preocuparse de lo que pudiera ocurrirles a las otras. Estaban todas convencidas de que su propio destino no guardaba relación con el de sus vecinas.

El Sol, muy molesto por el trato que había recibido, se alejó una vez más lamentándose. El mar, al oírlo, pensó en lo afortunado que era aquel, que podía irse sin tener que soportar los continuos enfrentamientos entre las furiosas ínsulas.

—Peor estoy yo —le aseguró—. Me tienen mareado con sus insultos y no puedo escaparme.

Cuando el Sol volvía la espalda de esta manera a las islas y se apartaba de ellas enfadado, un mar de blancos y suaves algodones las cubría y solo sobresalían, mirándose desafiantes, un pico nevado y un roque nublado. ErguidosErguidos Erguidos: Levantados y firmes, no se sabe cuál más altivo; vigilándose, comparándose, compitiendo en belleza y majestuosidad.

También el viento se quejaba de estar cansado de traer y llevar el rumor de protestas e insultos, las críticas y los desafíos de las islas.

—Esa se hace llamar la «Isla Bonita». ¡Como si las demás fuésemos feas!

—¡Qué vanidosaVanidosa Vanidosa: Presumida! —criticaba otra—. Me da risa. ¡Si hasta dicen que está rota y se le está cayendo un trozo! ¿No has visto ese enorme poro abierto que tiene por aquel lado?

Capítulo 4

—Pues ella se cree una privilegiadaPrivilegiada Privilegiada: Afortunada porque, según dice, desde ningún otro sitio es posible ver las estrellas con tanta claridad.

—¡Es lo que faltaba, que ahora las estrellas sean privilegio suyo!

—A mí la que me da pena es aquella pobre: lisa como una tabla, estrecha y esquelética.

—¿Cuál? ¿La amiga del viento?

—Sí, he oído que se entiende con él. Así la tiene, desnuda y sedienta.

—Pues tiene las playas más largas.

—Todas sabemos que la longitud es lo de menos, o lo de más, tratándose de una larga desolaciónDesolación Desolación: Angustia.

—Casi otro tanto se podría decir de su vecina, la isla de los cactus. Se cree original porque tiene una montaña de la que sale fuego. ¿A quién le interesa una montaña en llamas?

—¿Y qué te parece aquella? Se las da de lista. ¡Con lo mal que habla! ¡Cuánta vulgaridadVulgaridad Vulgaridad: Grosería!

—¡Ja! Pues aquella que, en vez de hablar, silba…

—¿Qué me dices? ¡Una isla que silba!

Parecía que nada ni nadie podía cambiar el desprecio que sentían las unas por las otras. Parecía imposible impedir que se pelearan eternamente; pero la Naturaleza, cansada, acabó rebelándose.

Mientras mantenía una violenta discusión con su principal contrincante, la isla donde dormía el volcán gigante comenzó a estremecerse. Las demás la miraban por encima del hombro. El mar, que notó esa agitación, preguntó qué ocurría.

—Es la isla picuda, parece que va a vomitar. Será la rabia que guarda dentro —contestó su vecina más cercana.

—¿Qué le ocurre? ¿No se encuentra bien? —insistió el mar.

—No lo sé, no me hablo con ella.

—¿Por qué no le hablas?

—No creo que tengamos nada que decirnos.

—¿No te preocupa lo que pueda pasarle?

—Eso es problema suyo, a mí no me afecta.

—¿Y las demás? ¿Tampoco quieren saber por qué se estremece de esa forma una de ustedes?

Todas miraron para otro lado dando a entender que el padecimiento de su compañera no les importaba.

En ese momento, el temblor aumentó de tal forma que todas sintieron náuseas.

El gigante estaba estirándose y no parecía de muy buen humor. Las alocadas ínsulas habían despertado con sus gritos al monstruo que dormía y ahora tenían que enfrentarse a su cólera.

Una asfixiante tormenta de ceniza salía de su boca mientras su rugiente y pestilentePestilente Pestilente: Apestosa, mal oliente. voz alcanzaba todos los rincones del archipiélago.



Capítulo 5

—¿Quién arma tanto escándalo? ¿Quién se ha atrevido a molestarme mientras descansaba?

Cuando comenzó la lluvia de fuego con tanta fuerza que caían llamaradas sobre las otras islas, desde la más occidental a la más oriental, todas empezaron a gritar y a intentar protegerse, pero no era posible. No podían huir, no podían esconderse, no podían hacer nada. Enormes bolas de fuego les caían encima, piedras humeantes que sepultabanSepultaban Sepultaban: Enterraban barrancos, valles y desiertos. La lava que brotaba del irritado volcán descendía por sus laderas, llegaba al mar y, como olas de fuego, se extendía sobre él haciendo más y más grande la isla. Tan grande, tan grande que sus extremos se acercaron a las otras islas hasta rozarlas. Estas, horrorizadas, veían cómo iban desapareciendo, sepultadas bajo el fuego del implacable gigante.

La lava que escupió el volcán fue tanta que acabó cubriendo todas las islas, convertidas ahora en una sola.

Unidas ya para siempre, tanto en la profundidad como en la superficie del océano, no se distinguía dónde terminaba una y dónde empezaba la otra. Ya no podían presumir de formas y tamaños. Había una única forma, un único tamaño.

En la soledad marina, una enorme isla recién nacida comprendió lo que el Sol había advertido: «… diversas, pero siempre una».

Las que siempre debieron estar juntas ya no podían separarse.



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