Todas callaron y mostraron su mejor perfil mientras el Sol las miraba una a una. Recorrió con su brillante mirada cada rincón. Observó valles frondosos, pequeños desiertos, rocas descomunalesDescomunales Descomunales: Enormes, extensas llanuras costeras, acantilados vertiginososVertiginosos Vertiginosos: Rápidos, montañas de fuego, fuentes de agua, cumbres heladas, mares de lava, árboles inverosímiles y paisajes imposibles de describir. Cada una con su forma, su tamaño, sus colores, las rivales exhibían gran variedad de aspectos y, objetivamente, no era posible decir que una era mejor que la otra. Todas tenían algo que las hacía únicas y así lo manifestó el Sol.
—Todas tienen algo en común y todas son diferentes. Me gusta tu verdor, tu exuberanciaExuberancia Exuberancia: Abundancia, el enorme volcán que late en tu corazón; pero también me agrada su paisaje desértico, austeroAustero Austero: Sobrio, ahorrativo, llano, su forma estilizadaEstilizada Estilizada: Esbelta, elegante, la suavidad de sus costas —dijo señalando a una isla alargada que estaba en un extremo—. Igualmente, me complace ver la forma redonda de esa otra, pequeñita, abruptaAbrupta Abrupta: Escarpada, empinada, vertiginosa…
—Está claro que yo soy más esbeltaEsbelta Esbelta: Delgada, elegante. Esa, tan pequeña y regordeta, nunca podrá lucir sus atuendosAtuendos Atuendos: Vestidos con la misma elegancia que yo —insistía la altivaAltiva Altiva: Arrogante isla vecina.
Por respuesta se escuchó un agudo silbido que ensordeció a todas.
—Mantienen una lucha inútil. ¿No sería aburrido que todas fueran exactamente iguales?
—Creo que tiene usted razón —le dijo al Sol la isla más pequeña de las occidentales, que era, además, la más joven y rara vez se escuchaba su voz.
—¡Tú cállate! —dijo la isla mayor—. ¿Quién te ha dicho que puedes hablar?
—¿Quién es esa atrevida? —preguntó su principal rival.
Al Sol le extrañó que no se conocieran entre ellas.
—¿No habías visto nunca esa isla triangular, la que está más alejada en el océano?
—Pues no, es tan minúscula que ni me había dado cuenta de que estaba ahí.
El Sol vio que se le estaba haciendo tarde. No podía quedarse más tiempo discutiendo con las testarudas islas, pero antes de alejarse dijo:
—No había conocido nunca unas islas tan tontas. En tantos años no han comprendido que la unión las hará más fuertes.
—¿Las siete juntas? ¡Imposible!
—¿Cómo que siete? —gritó un islote al norte de la isla más oriental, la isla de la sal—. A mí nunca me cuentan, ya estoy harta, ¡yo también existo!
—¡Ay, qué graciosa! Siete u ocho, ¿qué más da? —opinó una de ellas—. Lo importante es ser la número uno.
El Sol comprendió que era inútil impedir que se pelearan y siguió su camino mientras las islas continuaban discutiendo.