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Después de nuestra conversación, le había perdido la pista a Olegario, pero estaba convencido de que no me fallaría. Don Lucas seguía parloteando con más ahínco ante la inminencia del comienzo del espectáculo. Desde hacía un largo rato, no me había separado del ventanuco que daba a la calle, hasta que vi el morro inconfundible del RollsRoyce azul Prusia de don Feliciano. Pegué un respingo como si estuviera activado por un resorte, don Lucas se extrañó; pretexté que necesitaba ir al baño. Había dado comienzo por fin la misión. Me parapeté tras los barrotes de la escalera para ver de lejos la entrada triunfal de don Feliciano, que acompañaba a un hombre de rostro vivo y luminoso, que identifiqué con Caruso; tras ellos apareció, con un traje de pedrería en rosa, una princesa de cuento de hadas con el nombre de Leticia del Cielo.
Observé con extrañeza que don Feliciano portaba una cartera. Debía de ser muy importante para llevarla consigo en un evento como aquel.
Cruzó de inmediato como una centella por mi mente la idea de apoderarme de la cartera al deslizarme en el palcoPalco Palco: Espacio en forma de balcón con varios asientos que hay en los teatros., no para robarle sino para entregársela cuando este se diera cuenta de que la había extraviado. Quedaría ante él como el buen chico que le recuperó sus documentos perdidos, así me ganaría su confianza y no vería con malos ojos mis pretensiones hacia su hija. Total, la jugada que estaba a punto de comenzar era arriesgada, subir un poco más las apuestas no iba a modificar gran cosa las consecuencias. Me equivoqué por completo.

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