Todos mis sentidos estaban puestos en calcular los movimientos que había de llevar a cabo, pero cuando empezó a cantar Caruso se voltearon incontrolables, como los girasoles hacia el sol, a buscar aquel sonido de terciopelo que brotaba de la garganta del napolitano. Don Lucas daba auténticos brincos de contento cuando aplaudía en sordina las arias. Nunca lo había visto tan alborozado. Fue al embocar la orquesta los acordes del Che gelida manina, cuando me puse en guardia. La próxima canción, la décima, era el Nessum dorma. Le musité a don Lucas que necesitaba ir al baño de nuevo, creo que no me oyó. Me precipité hacia el segundo piso. Los guardaespaldas de don Feliciano únicamente habían sellado la primera planta, la del salón SaintSaëns, donde se hallaba su palcoPalco Palco: Espacio en forma de balcón con varios asientos que hay en los teatros.. Siempre evitando la luz y a gachas bajé los peldaños, me dirigí hacia uno de los extremos. Desde allí, alzando un poco la cabeza pude ver sus pies, lo mínimo para saber cómo estaban sentados: don Feliciano a la derecha y Leticia del Cielo a la izquierda, en el centro de ambos descansaba la cartera de piel. Seguí reptando hasta dar con el asiento bajo el cual se hallaba el petate con el disfraz. La música atenuaba el ligero roce que provocaba al vestirme y desvestirme. Me puse el antifaz al acabar Caruso el Che gelida manina y me coloqué en línea vertical a la posición de Leticia del Cielo. No podía fallar.
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