El párroco lo conminó a que se sentara en el jergón que iba a ser mi cama a partir de entonces, y más que proponerle un trato, le impuso la nueva tarea de cuidarme. A cambio de ello, don Lucas se comprometía a facilitarle un pasaje para que regresara a Cuba cuando yo ya me pudiera valer solo. Olegario abrió los ojos como platos, que él recordara no se había vuelto a confesar con ningún cura tras su primera comunión, así que se le escondía el medio por el cual don Lucas conocía aquel secreto que le corroía la vida y le impelía a bañarse en ron todos los días y las horas. El párroco lo supo gracias a su educado oído de afinador de pianos, que le permitió hilvanar la historia del entuerto amoroso que sufría Olegario entre los balbuceos que emitía en sus sueños etílicos. Cuando salió de Cuba con las últimas compañías del ejército español que se había fajado frente a la poderosa y moderna maquinaria militar norteamericana, había dejado atrás a Altagracia, una mulata santiagueña que le había comido el corazón. Desde entonces, no pasaba día en su vida en que no se arrepintiera de no haber desertado y haberse convertido en un guajiro junto a su reina en un bohíoBohío Bohío: Casa de planta rectangular construida con troncos o ramas de árbol sobre un entarimado a cierta altura del suelo para preservarla de la humedad. de Santiago de Cuba.
Pg. 23
Marcar el Enlace permanente.