—Dijo a las nueve y media, ¿verdad?
—Sí, mamá.
—¿Que salía a las nueve y media o que llegaba a esa hora?
—No, mamá.
—¿No qué, Noelia? ¡No me líes!
—Papá nos dijo que venía en el vuelo FX2055 a las 21:30 horas, ¿lo ves?, ahí está, en el panel…
—Vale, vale… —repetía mi madre.
Caminaba con pasos indecisos, los nervios se la comían por dentro. Aunque yo también estaba hecha un flan, pero lo disimulaba mejor. Será por las clases de teatro a las que voy con Cata en la escuela de actores.
Era lógico que estuviéramos impacientes por ver a mi padre atravesar las puertas automáticas y darle un fuerte abrazo y miles de besos. Después de casi tres meses de insostenible espera, papá iba a pasar un fin de semana con nosotras. Necesitaba desconectar y relajarse.
—¡Ya sale, ya sale! —gritaba emocionada mamá colándose entre un grupo de jóvenes.
—Que nooo, tranquilaa… —trataba de calmarla.
—Que sí, cariño, ven, corre.
Efectivamente, era papá. Me resultó difícil reconocerlo porque vestía con pantalón blanco y una camisa estampada con motivos hawaianos de colores chillones. Y por otro detalle clave: su bigotito se había esfumadoesfumado Esfumarse: Irse o desaparecer de un lugar de modo rápido, con disimulo o sin ser notado..
—¡Muuuuaaaaa! —le di uno de mis supermegabesotes y me tiré a sus brazos.
—¡Cuánto has crecido, amor!
—¡Cariño!
Mamá se abalanzó sobre él. Se abrazaron con fuerza y se dieron un beso de película, mejor que los de Crepúsculo.
Reímos todo el tiempo de regreso a casa contemplando las luces blancas y rojas en la carretera y disfrutando del profundo olor a mar salado que observábamos en su quietud en la oscuridad de la noche.
Cuando llegamos, sacó de la maleta unos regalos, pero no sabía que nosotras también le habíamos preparado una sorpresa. Dos invitados nuevos en casa: Yellow y Green, los periquitos que le teníamos como regalo de bienvenida.
Es un forofoforofo Persona a la que le gusta mucho una actividad determinada o la practica con pasión. de las aves. Colecciona revistas, cedés y fotos. Especialmente, le chiflan las aves tropicales. Como Ququi, nuestro loro, regalo de un compañero de mi padre por su cumpleaños. Nos tiene enamoradas con sus colores vivos. Además, es muy gracioso.
Salimos a la terraza a coger fresco.
—El mar parece inmenso y no lo es tanto… Somos nosotros los seres pequeños, cielito —dijo emocionado mientras nos abrazaba.
Estaba tan contenta por tenerlo a mi lado que solo lo pellizcaba para creerme que era cierto y no otro de mis sueños.
—¿Y el bigote, papá? —le pregunté impresionada.
—Me hacía mayor, ¿no crees? —me guiñó un ojo.
Reímos los tres.
***
Aquel domingo amaneció algo nublado. Normal, verano y esta ciudad, combinación ideal para que nos acompañe la panza de burro. Así que cogimos las cañas de pescar y nos fuimos al norte.
Ansiaba llegar para tirarnos al agua desde el muelle viejo. Mi padre se divertía con unos amigos mientras mi madre me vigilaba desde la playa por si me atrevía a hacer una de mis travesuras. No se fía de mí, la verdad…
Al rato coincidí con Saúl y Ridwan, que pasaban allí sus vacaciones de verano. Viven fuera de la ciudad, en el sur, y no los veía desde la alerta roja. Me llevaron al otro lado del muelle para que viera sus piruetas nuevas en el agua.
Justo cuando nos íbamos a lanzar los tres, Ridwan se percató de algo a lo lejos. Un niño nadaba desesperado. Nos miramos. Hacía señas confusas, pero quedaba claro que algo grave le sucedía. Así que se tiraron y fueron en su auxilio con el temor de que se estuviera ahogando.
Minutos después llegaron a la escalera del muelle. Lo recostaron en el suelo para que se calmara. Era imposible. Quería hablar y decir mil cosas en un segundo.
—A ver, ¿qué te pasaba?, ¿por qué nadabas tan rápido?
—¡¡No quería que esas cosas me atraparan, o me mordieran, o…!! —exclamaba exhausto y con una cara que daba miedo.
—Ahhhh, los cangrejitos…
—No, no eran cangrejos. Eran brillantes y azules… raras…
—¡¿Azules y brillantes?! —lo interrogué al oír esos detalles.
—Sí, brillaban un montón, me encandilabanencandilaban Encandilar: Deslumbrar o causar gran admiración.. ¿No serán esas bolas azules de las que hablaban hace meses, verdad?
—¡Buena pregunta! —contesté intrigada.
Aquel niño, más o menos de nuestra edad, había tropezado con unas cosas raras azules y estaba convencido de ello. Parecía tratarse del intermedio de una historia que no había acabado. Corrí como nunca en busca de mi padre para que hablara con el niño. No se podía perder este encuentro tan extraño.
El niño se quedó boquiabierto al verlo y su rostro mostraba una enorme sorpresa.
—¿Qué te sucede?
—…
—Habla, di algo.
—…
—No te quedes mudo. Cuéntale, por favor… —insistí.
—Si, si… si es el de la tele —resolló tartamudeando al ver la figura de un hombre al que solo había visto tras una pantalla.
—Sí, es mi padre.
—¿Tu padre?
—Sí, mi padre —le dije para que se calmara.
—¿Es cierto lo que me acaba de contar Noelia?
—Sí, señor.
—No mientes, ¿verdad? Esto es bastante serio.
—No, señor.
—Cuéntame con detalle entonces.
Charlaron durante casi una hora. Luego se acercó a sus padres para pedirles permiso para poder entrevistar a su hijo en directo para la televisión. Al principio se mostraron reticentesreticentes Reticente: Que actúa con reticencia, desconfianza o cautela.. La madre alegaba que su hijo siempre andaba con fantasías. Sin embargo, ante la insistencia del periodista por darles a entender la importancia del asunto, finalmente accedieron.
El niño parecía entusiasmado. Iba a ser entrevistado por el mismísimo J.M. Santos en el programa de mayor audienciaAudiencia Audiencia es el público que interactúa con un medio de comunicación, ya sea cine, televisión, radio, etc... «Vaya, a ver si me hago famoso y participo en Señorinventos junior…», se dijo eufórico. «¡Menudo friki!», pensé yo.
Ya por la noche y en casa, mi padre desconcertado caminaba presuroso hablando por el móvil.
—¡¡Es verdad, Luis, tenemos nueva exclusiva a la vista!! —gritaba eufórico y dando saltos.
Estaba como loco, con una sonrisa de oreja a oreja. Era el momento de recuperar su prestigio.
***
—Mira, Rubén, te sentarás aquí, en el sillón gris.
—Sí.
—Verás, te engancharé el micro en el cuello de la camisa…
—¿Y en ese quién se va a sentar?
—Un especialista en ufologíaufología Disciplina que estudia los ovnis u objetos voladores no identificados..
—Vale.
—Date una vuelta hasta la emisión, aún falta media hora.
Rubén no salía de su asombro. Acompañado de su madre, observaba fascinado las enormes cámaras que presidían los rincones más insospechados. La aparatosidad de los focos que iluminaban los diferentes espacios. Los cientos de metros de cables que cubrían como canales el suelo. Los decorados utilizados.
Subieron y bajaron de una planta a otra contemplando el poder de la comunicación y la imagen. ¡Vio los decorados de Señorinventos junior! Se tropezó con la chica que daba el tiempo. Pidió autógrafos…
En un plis plas había pasado de estar en un pequeño pueblecito a unos grandes estudios que rebosaban luz y color. Alucinaba con el sudoroso trabajo de técnicos de iluminación y sonido, con los paseos trepidantes de periodistas de un lado a otro preparando la información.
Faltaban tan solo cinco minutos para que se convirtiera en protagonista de una exclusiva. Un chaval de doce años conocido por millones de personas, ¡menuda responsabilidad! Debía mostrarse sereno y atento, olvidarse de su tartamudez cuando se ponía nervioso. Y ahí estaba su madre, terminando de acicalarloacicalarlo Acicalar: Arreglar o aderezar a alguien, poniéndole productos cosméticos, peinándolo, etc para que saliera guapo y elegante.
—Miles de personas parecen haber olvidado la increíble noticia de la existencia del Planeta Z y más aún de las bolas azules que se dirigían a la Tierra. Aquí y ahora les pregunto: ¿no estarán estas bolas azules ya entre nosotros y no nos hemos enterado? ¿No han pensado en la posibilidad de que sean en realidad seres extraterrestres? —preguntaba mi padre dándole un tono inquietante para enganchar a la audiencia—. Con nosotros está Rubén Armas Santana, un niño de doce años que el pasado día 14 mantuvo contacto con lo que él denomina ‘unos extraños seres azules’. Cuéntanos, Rubén.
—Estaba nadando tan tranquilo y de repente me entró mucho miedo al ver unas cosas superbrillantes bajo el agua que no paraban de moverse, de rodearme.
—¿Cómo eran?
—Como me puse a nadar a la desesperada para escaparme de allí, no me di cuenta. No sabía si eran peligrosas. Eso sí, eran de un azul tan intenso que, aunque estuvieran bajo el agua, me encandilaban.
—Señor Cautosolo, a usted como ufólogo, ¿qué opinión le merece este hecho? —le preguntó entonces Santos al especialista.
—De sobra es conocido que no es la primera vez que seres de otros planetas se le aparecen a los humanos. Sus testimonios quedan registrados y custodiados debidamente. Ahora bien, un caso como este, tan peculiar, nunca se había dado.
—¿Podemos darle fundamento al testimonio de Rubén?
—Tanto que sí. A partir de ahora nada es imposible respecto a las blue balls.
Yo seguía la entrevista desde casa con Lucía y Alba. Mi tía Andrea vino a quedarse con nosotras un rato mientras mi madre estaba fuera haciendo recados. Estábamos ansiosas por contarle a su regreso cómo había ido la entrevista, que duró bastante tiempo. Eso sí, se convirtió en otra bomba que estaba a punto de estallar.
Y tardó nada. Rubén fue el primero. Luego llegaron los testimonios de otros niños en distintos puntos de nuestro país: Martina, Sara, Nacho, Lucas, Desiré, Azael, Juanma, Víctor… Todos, y siempre de forma sorpresiva, empezaban a tener encuentros con las bolas azules. Salían en los diferentes medios y en sucesivas entrevistas.
Cuando los encuentros se intensificaron, decidieron ponerse en contacto entre ellos. Primero por teléfono y después se les ocurrió crear una web para ir subiendo toda la información de primera mano.
Así, durante días cientos de niños estuvimos mandándonos mensajes y colgando en la red selfies con las bolas azules para demostrar que eran reales. Siempre con permiso de nuestros padres, claro está, no iba a ser menos.
«¿Así que una web creada por niños y para niños?», preguntaban atónitos nuestros padres con la mosca detrás de la oreja. «Muy bien, no hay problema. Nosotros estaremos cerca del ordenador para supervisar…», declararon en un comunicado oficial.
Decían que éramos menores, que había que controlar lo que veíamos o no en Internet, que los peligros de la red estaban latiendo constantemente, que podíamos meternos en líos sin necesidad y que, en definitiva, eran responsables de nosotros. De nuestra educación, de nuestro comportamiento y de nuestra felicidad, pero debíamos ser conscientes de este mundo en el que vivimos.
A partir de ahí, no había problemas.
***
Al poco tiempo empezaron a llegar noticias de otros encuentros desde múltiples rincones del planeta. Gracias a Internet, se iban enterando de la existencia de la web y se ponían en contacto unos con otros. Un niño de Sidney, una niña de Agadir, otra niña de Río de Janeiro, unos chavales de Boston, otros de Nepal, de Sri Lanka, una chica de Friburgo, de Pekín, un niño de El Cairo… ¡Las blue balls estaban por todo el planeta!
«¿Y por qué no le damos un nombre a la web?», empezaron a sugerir muchos. ¡Síííí, era una idea fantástica! La mayoría estábamos de acuerdo, así que nos pusimos a ello en un periqueteEn un periquete En un periquete, significa ‘en un momento, en un tiempo muy breve’.. Todos escribíamos nuestras ideas en una extensa lista que en cuestión de horas acrecentó el número de visitantes a la web, incluidos aquellos niños que no habían tenido los encuentros, como yo, pero que estábamos alucinados e intrigados por saber más y más.
Y… redoble de tambores… http://encuentroszetis.blogspot.com
Esta fue la opción más votada, que democráticamente elegimos entre todos los registrados. Vaya furor y entusiasmo. Al fin dejarían de ser las blue balls y tendrían su propio nombre: zetis. Nuestros amigos los zetis.
Los medios divulgaron semanas después la existencia de una página web en la red, siempre saturada y con una gran acogida desde cualquier rincón variopintovariopinto Que está formado por elementos de muy diversas características. del mundo. Los adultos estaban impactados con el acontecimiento. ¡Una web de niños y para niños! Y lo más increíble de todo era la continua llegada de los zetis. Ahora no podían negarlo. Las pruebas eran reveladoras: cientos de fotografías donde aparecían estos seres azules.