Capítulo 4

Todo empezó cuando Marie fue a buscar a Fei a su clase para hacerle una consulta. Acababan de estar juntas hacía unos minutos, asegurándose de que cada niño se marchase con su familia, pero Marie había olvidado preguntarle por completo. Fei estaba recogiendo sus cosas sin prisa, metiéndolas ordenadamente en su bolso. Marie se dirigió educadamente a ella para hacerle la consulta y, justo cuando pretendía marcharse para recoger ella también, vio que Fei sujetaba entre sus manos un ejemplar de Lo bello y lo triste.

—¿Te gusta Yasunari Kawabata? —preguntó, curiosa—. Es uno de mis autores favoritos.

—La verdad es que este es el primero de sus libros que leo.

—Yo comencé leyendo País de nieve. Pero, aunque sus historias sean buenas, lo que realmente me enamoró es su forma de narrar. Relata cada acción con mucho cuidado y, cuando describe un paisaje, generalmente es minuciosoMinucioso Minucioso:  Detallista, cuidadoso hasta en los menores detalles.. Como si quisiera hacernos ver los sentimientos de los personajes mediante los colores del cielo o las formas de las montañas.

El brillo en los ojos de Marie dejaba ver que realmente era una apasionada de Kawabata. Sus obras debían ser realmente importantes para ella —o al menos eso dedujo Fei—, ya que las describía con entusiasmo y con aires de experta, como si hubiera leído todas. Marie le hizo prometer a Fei que, en cuanto terminase de leer Lo bello y lo triste, le contaría sus impresiones sobre la novela. Y Fei, animada, dedicó todavía más horas diarias a la lectura y en un par de días fue capaz de terminar la obra. Cuando lo hizo, pudo entender por qué Marie sentía tanto entusiasmo por la forma de escribir del autor. Era una escritura íntima y sentimental, que daba mucha importancia a los pequeños detalles cotidianos. Sin embargo, Fei disfrutó aquella lectura más de lo normal porque, una vez abría el libro por la página en la que lo había dejado, se acordaba de Marie instantáneamente. Se preguntaba, mientras leía, cuál sería la opinión de Marie sobre uno y otro personaje, si alguna parte de la historia había conseguido conmoverla y cuáles serían sus partes favoritas. Esperaba ansiosa el día en que, al decirle que había terminado la novela, Marie volviese a emocionarse y la invitase a almorzar después del trabajo para intercambiar impresiones. Sabía que una parte de esas expectativas eran probablemente falsas, que Marie podría estar ocupada aquel día o simplemente cansada, sin ganas de hablar. O que también podría ocurrir que Marie no quisiera almorzar con ella, y que con «comentar sus impresiones» se hubiera referido a mencionarlas fugazmente, mientras los niños jugaban distraídos a la pelota. Por eso, Fei se sorprendió gratamente cuando Marie le ofreció que, si no tenía nada que hacer, podían verse esa misma noche en un bar que quedaba cerca de su casa. Fei aceptó con gusto. Aquel día no le apetecía volver a casa, así que almorzó sola en un restaurante en las inmediaciones del metro que debía tomar. Marie le había entregado una hoja arrancada de su agenda con instrucciones claras anotadas a bolígrafo sobre cómo llegar al lugar donde se encontrarían. Si había insistido en que se viesen en esa zona era porque, según le había comentado, todavía no se orientaba muy bien en Japón a pesar de llevar viviendo allí unos cuantos años. No tenía problemas a la hora de desplazarse, pero pensó que quizá podría perderse y retrasarse, y no quería causar ningún tipo de molestias a Fei.

Fei pasó varias horas sentada a la mesa del restaurante. Una vez terminó de comer, todavía era temprano para coger el metro, así que pidió un café y esperó a que pasase el tiempo. Aquellas últimas semanas, su interés por Marie había ido acrecentándoseAcrecentándose Acrecentar: Aumentar el tamaño, la cantidad o la importancia de algo. de forma natural. Un sentimiento que había comenzado como una simple admiración de la gracia y la belleza, se desarrollaba precipitadamente hacia algo —como las pequeñas piedras que caen al abismo, presagiando un derrumbamiento—, a lo que Fei no sabía ponerle nombre, pero que conocía muy bien.

A decir verdad, desde edades muy tempranas había desarrollado en varias ocasiones sentimientos de este tipo. Estudió, la mayor parte de su infancia y adolescencia, en un colegio religioso situado en la prefecturaPrefectura Prefecto:  Ministro que preside y manda en un tribunal, junta o comunidad eclesiástica. de Kagoshima. Aunque se trataba de un centro mixto, la mayor parte de la plantilla y de los estudiantes —quizá un 80%— eran mujeres. Fei permaneció en este colegio hasta los quince años, influenciada sobre todo por la imposición de sus padres, quienes habían decidido matricularla allí para que se impregnaseImpregnase Impregnar: Imbuirse de los conocimientos o ideas de alguien a través del contacto con él. de las mismas creencias con las que ellos comulgabanComulgaban Comulgar:  Compartir ideas o sentimientos con otra persona.. Con su hermano mayor les había funcionado, ya que trabajaba desde muy joven como sacerdote en aquel mismo colegio. Sin embargo, Fei se alejó totalmente de la religión tras su paso por aquel sitio.

Debido a los valores que le inculcabanInculcaban Inculcar:  Imbuir, infundir con firmeza en el ánimo de alguien una idea o sentimiento. en dicho centro, Fei recuerda vivir durante su más tierna infancia con un sentimiento de miedo al castigo inminente. Con tan solo cinco o seis años se martirizabaMartirizaba Martirizar:  Torturar, hacer sufrir el martirio. a sí misma por su condición de pecadora. Se odiaba a por mentir, por tener sentimientos negativos como el odio o la tristeza, por querer más a Kaori —su mejor amiga de aquel entonces— que a su padre y a su madre, quienes debían de ser lo más sagrado para ella. Con frecuencia —una o dos veces por semana— asistía a la iglesia y se confesaba. Tenía miedo de que, si no lo hacía, muriese en cualquier momento y Dios no la dejase ascender al cielo. En todo momento, la perseguía un sentimiento de que alguien, omnipotenteOmnipotente Omnipotente: Que lo puede todo. y omnipresenteOmnipresente Omnipresente:  Que está presente en todas partes a la vez; ubicuo., la vigilaba, sin quitarle los ojos de encima ni un segundo. Por ello, tomó la costumbre de pedirle perdón cada vez que sabía que hacía algo mal. Así, aquella tarde en la que ayudó a Kaori a recoger su habitación y a prepararse para la mudanza, lo primero que hizo cuando recibió un tierno beso de su amiga en la mejilla a modo de despedida fue pedir perdón en un susurro casi inteligible. Fei recibió la muestra de afecto encogiéndose, tensando todo su cuerpo, como si temiese que, de repente, una mano gigante fuese a aparecer del cielo para reprenderla con un golpe. Y si Fei tuvo tanto miedo fue también porque, en aquel preciso momento, cayó en la cuenta de que el cariño infantil y la ligera pena que sentía por la marcha de Kaori eran sentimientos tan tenuesTenues Tenue:  Débil, delicado, suave, con poca intensidad o fuerza. que sería incapaz de recuperarlos nunca. Sabía que, desde entonces, al tiempo que iría creciendo, sus sentimientos se intensificarían más y más hasta hacerse insoportables. Fue consciente de repente de que, una vez fuera adulta, la ligera pena se convertiría en un mar de melancolía; el cariño infantil, en amor; y el fuerte latido de su corazón que sintió cuando Kaori posó sus labios en su mejilla, en una auténtica obsesión como respuesta al beso de cualquier mujer.

Desde su juventud, Fei solo se sentía atraída por mujeres adultas, más maduras que ella. Desconocía el significado del amor si este no había sido fruto antes de una gran admiración. De hecho, la primera vez que se enamoró —fervientemente, sin descanso ni pausa, todo un furor amorisFuror amoris Furor amoris: El tópico furor amoris es el que expresa la concepción del amor como una locura, como una enfermedad mental que niega todo poder a la razón. que duró años enteros— fue de una de sus profesoras, una mujer joven enormemente evocadora e interesante, que para nada era afín a la doctrina que se enseñaba en el colegio. Cuando miraba hacia atrás, con la perspectivaPerspectiva Perspectiva: Lejanía o distancia desde donde se observa o estudia algo. y la experiencia que le habían otorgado la madurez, recordaba aquella época como una de las más bonitas de su vida. Fei se enamoró de ella por accidente —en aquel momento, de hecho, hubiese deseado no sentir nada; tener un corazón ahogado en la melancolía por el resto de su vida—, pero fue un proceso que transcurrió con naturalidad, como si aquel fuera su destino y, por mucho que ella quisiera, no pudiese desobedecerlo. Fei acababa cada día desbordada de ternura, conmovida al extremo por un sentimiento precioso que se cultivaba en su corazón con el paso de los días: un amor incondicional y sobre todo desinteresado, al que nada le importaba no ser correspondido. A Fei le bastaba con el gozo desbordante que le otorgabaOtorgaba Otorgar: Consentir o conceder. su presencia. Se inspiraba lo suficiente para pasarse días enteros escribiendo solo con observarla, como un romántico que se inspira en los lugares exóticos no solo por su belleza, sino también por su lejanía. Fei, en el arrebato de pureza más largo de toda su vida, solo deseó agradecerle a aquella mujer todo lo que había hecho por ella, las cosas tan importantes que le había enseñado y los sentimientos tan valiosos que habían florecido en su interior desde que la conoció. Fei había aceptado tantas cosas, había dado por hecho que existían tantas verdades universales desde que era una niña —como la necesidad de obedecer sumisamenteSumisamente Sumisión:  Sometimiento, acatamiento o subordinación. para acceder al Paraíso, la maldad de los placeres, o que todos hemos llegado a este mundo con la simple labor de sufrir—, que durante aquel primer amor sintió, en numerosas ocasiones, grandes remordimientos. Sin embargo, el sentimiento de plenitud al verla era mucho mayor que el de desasosiegoDesasosiego Desasosiego: Inquietud, intranquilidad.. Fei pensó que, si aquel era el fruto prohibido del que tanto se hablaba, el verdadero pecado sería no pararse a probarlo. Sabía que aquel era un amor imposible e idealizado —quizá también, en ello, residiera su gracia—, pero con el mínimo gesto o la más rutinaria frase aquella mujer era capaz de hacerla sentir viva. Su corazón palpitaba como jamás lo había hecho antes, cual caballo desbocado; se encontraba a sí misma sonriendo de repente, sin saber por qué; escribía poemas sin descanso, cada noche; y se alimentaba cada día de toda aquella adrenalinaAdrenalina Adrenalina:  Nerviosismo, exceso de tensión acumulada.. ¿Cómo iba ella a poner fin a todo eso? ¿Quién hubiese sido tan devotoDevoto Devoción:  Inclinación, amor y fidelidad especiales hacia alguien o algo. como para interponerse en aquellos sentimientos, en esa vida, vivida con el único proposito de experimentar aquellos placeres intermitentes?

Sus remordimientos terminaron totalmente eclipsadosEclipsados Eclipsar:  Oscurecer, deslucir. por aquel sentimiento —de nuevo, dulce y amargo— y por el hecho de que Fei, en realidad, jamás había tenido una fe verdadera en la existencia de Dios. Creció con la idea de que su existencia era una realidad universal —como lo eran el ciclo del agua o la gravedad—, por lo que se le hizo extraño pensar en una realidad sin un Dios al que obedecer. No obstante, ella jamás había sentido una fuerte conexión mientras rezaba, ni se veía acogida por los brazos de un Padre que la protegía. Más bien, se sentía sola y constantemente juzgada, como si la vida fuera un período de prueba en el que se decide si vas a ascender o no al cielo. Mientras crecía, al abandonar las creencias religiosas, Fei se preguntaba frecuentemente cuál era el sentido de la existencia. Si todos estamos vivos por un motivo o si somos producto de un simple accidente. Y ella encontró, por primera vez, un porqué a todo el sufrimiento en aquellos sentimientos desbordantes. Siempre se ha dicho que todo el mundo debe tener algo en lo que creer, una esperanza, fe —aun ciega— hacia algo. Fei creía en las mujeres a las que amaba. Podría decirse que sentía una especie de adicción hacia esa serotoninaSerotonina Serotonina: Hormona de acción vasoconstrictora y neurotransmisora formada en las células del intestino.. Que constantemente anhelaba mantener en su interior, durante el mayor tiempo posible, aquella felicidad que por un momento parecía imperecederaImperecedera Imperecedera: que se considera inmortal o eterna.. No eran solo las mujeres a las que amaba, sino el Amor. Esa mezcla entre ternura, deseo y admiración que le removía las entrañas y la hacía sentir viva. Aunque para ella fuera difícil albergar estos sentimientos, y a pesar de que eran pocas las mujeres que se los evocaban, cada vez que brotaban en su interior le era imposible evitarlos. A veces, se sentía como Ícaro. Estaba fascinaba por el Sol de forma irremediable y quería acercarse a él, aunque supiera que sus alas iban a derretirse y que su destino sería morir ahogada en el inmenso mar. Sin embargo, Fei se convencía a sí misma por momentos de que cualquier destino, aunque terrible, valdría la pena.

Tras un tiempo de espera que le resultó eterno, Fei pagó la cuenta y abandonó el restaurante. Una vez en la estación, esperó por el metro que Marie le había recomendado tomar. Aquella tarde, el transporte público parecía estar especialmente concurrido. Sin embargo, al bajarse en la estación correspondiente, la cantidad de gente disminuyó drásticamenteDrásticamente Drástica:  Rigurosa, enérgica, radical.. Seguía siendo una zona céntrica, aunque saltaba a la vista que era mucho más tranquila. Al no haber visitado apenas aquella zona, no la conocía muy bien y un par de veces llegó a desorientarse. Sin embargo, logró llegar enseguida al bar gracias a las detalladas y bien redactadas explicaciones de Marie. Casi por instinto, ya que no iba a necesitarla más, acercó la nota de Marie a una papelera. Pero, en el último momento, la agarró con fuerza y decidió conservarla como un recuerdo. Tras guardar el papel en uno de sus bolsillos comprobó el reloj y, al ver que todavía quedaba un rato hasta la hora acordada, decidió dar una vuelta por el barrio.

Las casas se sucedían las unas a las otras de forma bella y, aunque el tiempo estuviese ventoso y nublado, se observaban bonitas vistas desde los rincones más altos. Daba la impresión de que el lugar se encontraba ligeramente elevado sobre una pequeña colina o una suave pendiente. Además, el ambiente resultaba familiar y agradable, como si de repente se encontrase en un pequeño pueblo rural tradicional. Unos niños jugaban a la pelota en un callejón mientras una anciana, agotada, cargaba varias bolsas llenas de frutas volviendo a casa. Sin embargo, tanto la naturaleza del lugar como lo hogareñoHogareño Hogareño:  Amante del hogar y de la vida de familia del mismo contrastaban con la potente industrialización, presente en cada pequeño detalle. Fei creía haber escuchado que, una o dos veces por semana, ciertas poblaciones de la zona se inundaban de humo proveniente de las fábricas. Tanto era así que estas parecían estar inundadas de una densa neblina, aunque en realidad se trataba de vapor. Imaginó a Marie caminando por todos aquellos rincones como una turista, con una cámara de fotos colgada al hombro, recopilando razones por las que quedarse en Japón. Fei pudo entender sus motivos a la perfección. Si ella abandonase Japón, no lo haría en busca de un destino más bonito o provechoso. El simple hecho de escapar, lo más lejos posible, le sería suficiente para restablecer su vida en cualquier otro sitio. Pero ella no era tan impulsiva y, una vez lo pensaba bien, sus ganas de marcharse no eran mayores que su profundo miedo a las cosas cuyo control se nos escapa entre los dedos, como arena fina.