Cuando Fei volvió al bar, encontró a Marie sentada en una de las mesas adyacentesAdyacentes Adyacente: Contiguo, situado en las inmediaciones o proximidades de otra cosa al ventanal. Dado que había comenzado a lloviznar hacía poco, se apresuró a entrar al local. Desde que Marie advirtió su presencia, la saludó con una amable sonrisa y la invitó a tomar asiento frente a ella. Comenzaron su charla de forma natural, comentando el temporal y otros asuntos anodinosAnodinos Anodinos: Insignificante, insustancial.. Marie se había pintado los labios de un tono ligeramente rojizo y su ropa era diferente a la que la que llevaba esa misma mañana, más informal. Cuando el camarero se acercó a su mesa, se dirigió instantáneamente a Marie.
—¿Le pongo lo de siempre?
—No. Esta vez tráeme una cerveza, por favor.
Fei pidió lo mismo. Ambas conversaron animadamente hasta que llegaron las bebidas. Una vez el camarero colocó los botellines sobre la mesa, Marie se recogió el pelo suavemente hacia atrás con un pasador de forma habilidosa. Después, ambas brindaron. Marie, como de costumbre, no dejaba de sonreír, lo que se acentuó cuando Fei le cedió su ejemplar de Lo bello y lo triste. Durante el almuerzo, había resaltado aquellas frases y partes que le gustaron especialmente. Marie hojeó el libro con mirada nostálgica.
—Realmente te gusta Kawabata—comentó Fei. Marie asintió y tardó unos segundos en responder.
—Es un autor que me trae muchos recuerdos. Comencé a leer sus libros en una etapa muy concreta de mi vida.
—Se nota que tiene un significado profundo para ti. Hablas de su obra con mucha pasión.
Marie asintió con la cabeza. Fei la miraba directamente a los ojos, como quien intenta descifrar un misterio. Marie cerró el libro y lo apoyó en la mesa con la cubierta hacia arriba.
—A decir verdad, si conozco a Kawabata es gracias a otra persona. Un chico que conocí en la facultad. Era un apasionado de la literatura japonesa y, cuando le pregunté cómo iniciarme, me dijo que Kawabata era de sus autores favoritos, aunque no es un escritor que le guste a todo el mundo —. Mientras Marie hablaba, su mirada se volvía cada vez más ausente, como si estuviera reviviendo aquellos recuerdos pasados. —No sé cómo, pero terminé obsesionada con Kawabata y con aquel chico —continuó. Una sonrisa triste apareció en sus labios mientras miraba a Fei. —Qué absurdo, ¿verdad?
Por cómo hablaba, era evidente que Marie llegó a albergar sentimientos muy profundos hacia ese chico.
—Para nada. A todos nos ha ocurrido algo así alguna vez.
—Claro. —Marie tenía la mirada perdida en algún punto remoto de la gran mesa de madera—. Simplemente desearía poder quedarme con lo bueno de aquella época y olvidar lo malo.
Tras verse unas cuantas veces, Fei descubriría que Marie había tenido su primer encuentro sexual con aquel chico. Ella le idealizó perdidamente y, después de quedar varias semanas, comenzarían a compartir sus más íntimos secretos y a llevar sus encuentros al terreno sexual. Para Marie, aquel chico era un ángel que jamás haría daño a nadie de forma intencionada. Tras hacer el amor, se abrazaban y se sonreían. Parecían una verdadera pareja durante cinco minutos hasta que él le recordaba que, para empezar, nunca habían acordado salir juntos. Se puede decir que aquel hombre tenía dos caras: la de antes de la cama y la de después. Tras sufrir varias situaciones desagradables—no profundizó demasiado en los detalles, aunque mencionó diversas vejacionesVejaciones Vejación: Maltrato, humillación causada a otra persona. tras el sexo o insultos por no querer acostarse con él—, Marie se alejó de aquel chico. Sin embargo, sus relaciones se habían visto profundamente dañadas por el hecho de que creyó, por mucho tiempo, que lo único bueno que podía ofrecer a los hombres era el sexo. Aquel fue uno de los escasos momentos en los que Fei observó a Marie realmente vulnerableVulnerable Vulnerable: Que puede ser herido o dañado física o moralmente., tan humana que le resultó, por un segundo, alcanzable. Parecía que, con solo estirar el brazo, podría acariciar aquel rostro que amenazaba estallar en lágrimas en cualquier momento, pero era una mera ilusión. Marie se recompuso enseguida y volvió a adoptar su papel correspondiente, por mucho que Fei hubiese deseado acortar aquella distancia insalvable.
Marie jugueteaba con el botellín de cerveza mientras hablaban. De vez en cuando, como si se acordase de él de repente, le daba un trago.
—¿Escribes? —le preguntó Marie de pronto. Fei asintió con la cabeza.
—Poesía, principalmente, aunque también escribo prosa y algún que otro relato.
—Tienes aspecto de novelista. Siempre vas con un libro bajo el brazo, llevas una libreta pequeña en la que escribes a menudo, y hablas de forma peculiar.
Fei rio. De algún modo, se sintió halagada por sus palabras.
—¿Hablo de forma peculiar? No me lo habían dicho nunca. Supongo que escribir condiciona muchas más cosas de las que pensaba. Incluso la manera de hablar. — Ambas se miraban y reían con complicidad. —Te fijas mucho en los detalles.
—¿Por qué escribes? ¿Sueñas con publicar un libro? —Marie parecía realmente interesada. Sus preguntas eran comunes, pero saltaba a la vista que las respuestas de Fei le interesaban sobremaneraSobremanera Sobremanera: En extremo, mucho..
—Si te digo la verdad, antes escribía por aburrimiento, con el fin de dejar por escrito todo aquello que no podía decir en voz alta. Una vez, me presenté a un concurso por casualidad y lo gané. Desde entonces, supuse que tenía talento y me esforcé lo máximo posible en intentar que mi escritura fuese perfecta. Quería parecerme a los grandes autores, tener ideas ingeniosas, publicar un libro. Yo era muy joven y pensaba que todo aquello estaba en la palma de mi mano. Sin embargo, hace tiempo me di cuenta de que nada de eso importa en realidad. Si hoy en día sigo escribiendo es porque me duele lo que escribo. Me duele tanto que temo no expulsarlo sobre el papel y que se quede dentro de mí, haciéndose más grande, alimentándose de mis entrañas.
—¿Y, al igual que te desborda ese dolor, no te desborda también la belleza?
—Sí —admitió Fei—, pero a la belleza no le tengo miedo. Si pudiera, incluso moriría por ella. Es mejor que morir de cualquier otra forma.
Fei miró a Marie atentamente. Analizó sus ojos amables sumidosSumidos Sumidos: Hundidos. en la concentración, su forma de asentir con la cabeza casi imperceptiblemente mientras se le hablaba, sus dedos finos aferrados al botellín verde y su mano libre, como muerta, reposando sobre la mesa.
—A veces, me abrumaAbruma Abrumar: Agobiar con algún peso o trabajo. la gran cantidad de cosas que puedo llegar a sentir en un solo segundo —continuó Fei—. Es como si las sensaciones despertasen en mí de repente, sin previo aviso. Me desplazo desde la completa indiferencia hasta la más profunda fogosidadFogosidad Fogosidad: Apasionamiento, viveza.. Y hay algo en mi interior que siempre ha rechazado eso. Si lo que un día siento es conmovedor, como cuando me veo asaltada por el pensamiento de que toda la belleza que hay en este mundo es inalcanzable y normalmente pasajera, me siento incluso afortunada y llena de vida. La inspiración me recorre y me veo capaz de escribir sobre dicho sentimiento por días enteros. Sin embargo, cuando lo que me invade es la tristeza, siento como si el sentimiento fuese a permanecer en mi interior, invariable, para siempre. Creo que por eso escribo más sobre la tristeza. Porque todo lo bello o bueno, aunque lo disfrute, me resulta inalcanzable. Sin embargo, siento que a la tristeza la conozco tan bien que parece que nos despertásemos juntas cada mañana.
Fei se interrumpió de forma automática, como si estuviera avergonzada de haber monopolizado la palabra durante tanto tiempo. Marie, no obstante, no había dejado de escucharla ni un segundo.
—¿Te ocurre algo? Te has detenido de repente.
—Simplemente no estoy acostumbrada a hablar de mí durante tanto tiempo. Lo siento.
—No tienes que disculparte. Me gusta escucharte hablar.
Rara vez Fei se había sentido tan cómoda al hablar con alguien. Marie le inspiraba una confianza innataInnata Innata: Que ha nacido con el sujeto, no adquirida por educación ni experiencia. y, tal como ella confió en el chico de su facultad, Fei creyó ciegamente en que Marie jamás podría hacerle daño. Durante horas, intercambiaron ideas, anécdotas y sensaciones, y aunque Marie parecía estar siempre cubierta por un caparazón que la protegía y la alejaba de Fei, Fei la notaba más cerca que nunca. El libro de Kawabata permaneció sobre la mesa, intocable, como si ninguna de las dos recordase cómo había llegado hasta allí. Al terminar la tercera cerveza, Marie alegó que comenzaba a hacerse tarde y decidieron que sería mejor volver a casa. Ambas se despidieron frente a la puerta del bar y tomaron caminos diferentes.
Fei sintió como si aquellos recuerdos lejanos no fuesen suyos. Parecían producto de una vida pasada o una invención de su mente. Sin embargo, eran reales. Desde aquel encuentro, Marie y Fei comenzaron a verse algunas semanas, de forma puntual. Casi siempre hacían lo mismo: acudían al bar que tanto gustaba a Marie y charlaban. Fei, después de varias visitas, comenzó a entender por qué Marie sentía tanta devoción hacia aquel sitio. Era un lugar tranquilo e íntimo; poseían una gran variedad de cerveza de importación a la disposición del cliente; los camareros eran educados y amables, pero jamás llegaban a perder la cordialidad; y, sobre todo, siempre estaba prácticamente vacío. Daba la impresión de ser un sitio apropiado para reflexionar y encontrarse a uno mismo. Sin embargo, Fei nunca había reunido el valor suficiente para acudir allí por su cuenta. En varias ocasiones se le había pasado por la cabeza, pero pensó que quizá, si encontraba allí a Marie, esta sentiría que Fei estaba invadiendo su espacio. Fei era totalmente capaz de imaginar, apoyada en la barra o en una solitaria mesa, a una Marie triste y bebida de más. A una Marie con los pómulos rojizos que se tambaleaba hasta casa pero que no contaba con nadie, que era un misterio incluso para ella misma. Y, aunque tuvo el impulso de correr hacia aquel bar en su búsqueda, como alguien que se quita la venda con un golpe seco de muñeca para no prolongar el dolor, Fei permaneció inmovil en su asiento, inconmovible y ausente, con el sentimiento de tener un agujero negro que absorbía todo en el lugar donde debería estar situado su corazón.
A veces le ocurría aquello. Dejaba de sentir de repente, como quien tiene una muerte súbita. Su cuerpo seguía funcionando, pero su mente se quedaba estancada en un punto oscuro y desértico. Se veía, de repente, totalmente desconectada de sus sentimientos, impasible hacia cualquier tipo de estímulo. Normalmente, esta sensación, una vez estaba sola un rato, iba a más. Se despersonalizaba a sí misma y terminaba percibiendo sus sentimientos y sus vivencias como si fueran ajenas a ella, de otra persona cualquiera. En ocasiones, hasta le parecía surrealistaSurrealista Surrealista: Absurdo, sin sentido. que aquella se tratase de su vida, como si, en realidad, todas las experiencias que había tenido de un tiempo a una parte fuesen un sueño del que despertaría en cualquier momento.